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Qué cambió —y qué no— tras la victoria legislativa de Milei

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    Telediario Digital
  • hace 1 día
  • 3 Min. de lectura

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Opinión: Hablemos de Mercado I Tras la contundente victoria de La Libertad Avanza (LLA) en las elecciones legislativas del domingo, el mercado cambió radicalmente de tendencia. El Merval en dólares registró la mayor suba de los últimos 30 años —más de 30% medido en CCL—, mientras que el riesgo país se desplomó desde los 1.100 hasta la zona de 700 puntos, con los bonos en dólares subiendo con fuerza. ¿Qué fue lo que cambió, si el gobierno no anunció nuevas medidas?

 

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Un resultado tan abultado e inesperado implica que pasamos de proyectar un 2026 en el que el gobierno y sus aliados (LLA + PRO) debían usar su fuerza legislativa de aproximadamente el 30% de las bancas para defender leyes y evitar que les anulen vetos importantes en defensa del superávit fiscal, a proyectar un escenario donde, con más del 40% de la Cámara de Diputados, pueden recuperar la iniciativa y buscar consensos para impulsar reformas significativas, cruciales para el éxito de largo plazo del plan económico y para pelear una eventual reelección en 2027.

No obstante, en el corto plazo el equipo económico, liderado por Luis “Toto” Caputo, deberá afrontar varios desafíos importantes.

 

Las elecciones impulsaron un nivel de dolarización pocas veces visto. Esa demanda inusual puso mucha presión sobre el tipo de cambio, lo que llevó al dólar a subir con fuerza y obligó al gobierno a intervenir con distintas medidas: venta de divisas, restricciones adicionales y operaciones en el mercado de futuros, entre otras. Incluso la intervención del Tesoro de Estados Unidos —que se estima vendió más de 2.000 millones de dólares y, por lo tanto, absorbió pesos por el equivalente— pareció insuficiente.

 

Una de las formas de mitigar ese apetito por el dólar fue el llamado “apretón monetario”, que básicamente consiste en dejar muy pocos pesos circulando en la economía para limitar la capacidad de compra de divisas. En términos técnicos, se trata de una política monetaria fuertemente contractiva. La consecuencia es una tasa de interés muy volátil, y también muy alta, lo que encarece el crédito para empresas y familias y enfría la actividad económica.

 

Estas son dos caras de una misma moneda: la demanda de pesos. Cuando tenemos miedo, los argentinos no queremos pesos en el bolsillo. La incertidumbre sobre la estabilidad del país nos lleva a dolarizarnos, comprar mercadería o hacer cualquier cosa que implique deshacernos de una moneda que puede perder valor en cualquier momento. De ahí que el equipo económico haya decidido absorber los pesos excedentes y dejar solo una cantidad mínima.

Ahora, el desafío es desarmar todo ese esquema montado para amortiguar el impacto de las elecciones. Podemos discutir si fue exitoso o no, y en qué medida, pero lo que sí parece evidente es que no es sostenible en el mediano plazo. Son medidas transitorias, con un costo alto tanto en términos de actividad como en el bolsillo de los ciudadanos.

 

Hacia adelante, el gobierno deberá comenzar a inyectar liquidez de forma gradual para permitir que las tasas de interés bajen y la economía real empiece a recuperarse. Pero deberá hacerlo con precisión: esos pesos adicionales no pueden ir a comprar dólares, sino que deben acompañar una recuperación genuina de la demanda de pesos.

 

Hay tres vías posibles para devolver esa liquidez: bajar los encajes bancarios, que hoy se encuentran en niveles excesivamente altos; pagar deuda en pesos, es decir, que a medida que venzan los títulos el gobierno opte por no renovar la totalidad de esa deuda sino cancelarla parcialmente con recursos del superávit —no con emisión—, lo que se conoce como un roll over menor al 100%; o comprar dólares, dado que cuando alguien vende divisas compra pesos, aunque esta última opción luce menos probable hoy, porque implicaría un tipo de cambio más bajo o cambios más profundos en el esquema de bandas del BCRA.

 

Si logra calibrar bien ese proceso, las tasas podrían descender a niveles más razonables sin que el tipo de cambio se dispare; incluso podría apreciarse si la demanda de pesos se fortalece lo suficiente.

 

Pasadas las elecciones, muchas de las posiciones dolarizadas tarde o temprano deberán pesificarse para volver a destinarse al consumo, la inversión o la actividad cotidiana. La clave es justamente esa: recuperar la confianza y fortalecer la demanda de pesos. Una moneda estable hace a un país más estable. Si a eso se suman reformas consistentes durante 2026, Argentina podría finalmente encaminarse hacia una senda de crecimiento económico que hace mucho tiempo no consigue sostener.

 

La elección cambió el humor del mercado, pero no cambió los desafíos estructurales. El voto puede haber devuelto expectativa; ahora hace falta que la política y la economía logren devolver confianza.

 

 

 
 

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