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Menos miedo y más adaptación: la mirada humana de Juanjo Vargas sobre la inteligencia artificial

  • Foto del escritor: Telediario Digital
    Telediario Digital
  • hace 28 minutos
  • 3 Min. de lectura

En diálogo con este medio, el comunicador social y creador de empresas de software, comunicación y telecomunicaciones, Juanjo Vargas, plantea que la inteligencia artificial no es una amenaza sino un cambio de era comparable a los grandes hitos de la humanidad. Defiende una visión optimista, centrada en la adaptabilidad humana y en las oportunidades para la salud, la movilidad, los negocios y la vida cotidiana.

La inteligencia artificial ya no es una promesa lejana: está modificando la forma en que trabajamos, nos movemos y nos vinculamos. Para Juanjo Vargas, comunicador social y creador de empresas de comunicación, software y telecomunicaciones, no se trata de una amenaza existencial sino de un “momento de gran oportunidad humana”, un verdadero cambio de era que obliga a aprender, adaptarse y debatir en serio qué futuro queremos construir.

Lejos del discurso apocalíptico, Vargas se declara abiertamente optimista. “Quizás el pesimismo es una forma de atraer público, pero los cambios siempre los hemos atravesado con mucha flexibilidad”, explica.

Y compara la irrupción de la IA con grandes giros históricos: la invención de la escritura, la caída del Imperio Romano, el descubrimiento de América o la Revolución Francesa. Cada uno fue vivido como una posible fatalidad, pero la humanidad terminó reacomodando sus reglas de juego. La diferencia ahora es la velocidad y la escala del impacto.


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Para bajar la discusión a tierra, Vargas recurre a ejemplos concretos. Imagina a una mujer de 92 años que puede subirse a un auto autónomo, pedirle que la lleve a la casa de su hija y que, mientras tanto, el propio vehículo avise a la familia que ya va en camino, retire las compras del supermercado y la espere para regresarla a su hogar. O la posibilidad de que una persona ciega se pare frente a un auditorio y, gracias a la IA, reciba en el oído información precisa de quién está sentado, quién bosteza o quién se mueve en la sala. A eso suma los avances en medicina, desde el descubrimiento de nuevas drogas hasta tratamientos personalizados que pueden extender y mejorar la calidad de vida.


Vargas no niega los riesgos: estafas con voces simuladas, manipulación de imágenes o usos delictivos de los sistemas generativos. Pero insiste en la proporción: “Por cada persona que lo utiliza para el mal, hay 99 silenciosas que lo están usando para el bien: para la salud, el bienestar, la conducción, la accesibilidad”.

La verdadera discusión, plantea, no es si la IA va a existir o no, sino cómo se regula, quién la controla y con qué criterios éticos se la integra a la vida social y al mundo del trabajo.

En ese sentido, destaca el rol de los Estados, los organismos internacionales y los sectores productivos. Menciona que ya hay legisladores trabajando con recomendaciones de Naciones Unidas para intentar regular la IA, al mismo tiempo que referentes del comercio exterior, empresarios tecnológicos y especialistas de otros países empiezan a pensar cómo impactará en la competitividad, las exportaciones y los modelos de negocio de la región.



No se trata solo de Silicon Valley: también Córdoba y América Latina necesitan discutir qué lugar quieren ocupar en esta nueva economía.


Con ese objetivo, Vargas impulsa la conferencia abierta “7 minutos con inteligencia artificial: servicios y negocios”, que se realizará el 18 de diciembre a las 17 (hora Argentina), de manera virtual y gratuita. El encuentro reunirá voces de la política, el sector empresario, la tecnología y también de la Iglesia, con la participación del arzobispo de Córdoba y cardenal del Vaticano, Ángel Rossi, para reflexionar sobre la humanidad en este contexto de cambio. La inscripción se realiza a través del Instagram de Fidelity Tools, la empresa organizadora, desde donde se enviará el enlace para acceder por videoconferencia.


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El desafío, según Vargas, es dejar de mirar la IA solo desde el miedo y empezar a hacerlo desde la responsabilidad y la curiosidad.

“Algunos pronostican que, en unos años, trabajaremos mucho menos y tendremos acceso a otras formas de riqueza”, dice.

La pregunta de fondo es si sociedades, gobiernos y empresas estarán a la altura para que ese futuro no se convierta en una nueva brecha entre incluidos y excluidos, sino en una oportunidad real para vivir mejor y más dignamente en esta nueva era tecnológica.

 
 

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