“Nosotros también somos parte”: la historia de una alambradora aislada por las inundaciones
- Telediario Digital

- 8 oct
- 3 Min. de lectura
Yamila Tello, trabajadora alambradora de Carlos Cáceres, relató cómo la emergencia hídrica paralizó su actividad y dejó aisladas a decenas de familias en el noroeste bonaerense. Reclaman caminos transitables y asistencia inmediata: “No pedimos planes ni ayudas, solo poder salir a trabajar”.

Productores y vecinos de la zona rural de Carlos Casares, en el noroeste bonaerense, denunciaron que la situación ya no se debe a “un exceso de lluvia” sino a “un exceso de abandono”. Con caminos intransitables, pueblos aislados y sin respuestas concretas del municipio ni de los gobiernos provincial y nacional, la comunidad reclama obras hidráulicas y un plan de emergencia para poder continuar con sus vidas y trabajos.
En los últimos días, más de 500 personas se movilizaron con tractores y maquinaria pesada hasta la municipalidad para exigir medidas inmediatas. Entre ellas estuvo Yamila Tello, alambradora de la localidad de Carlos Cáceres, quien relató su experiencia en diálogo con Telediario:
“Desde febrero la situación es grave. No sólo por el agua, sino por la falta de oídos para escucharnos. Estamos aislados, sin caminos, sin gas, sin agua y sin respuestas”.
Una vida atada a los caminos
Tello explicó que junto a su pareja trabajan como alambradores y dependen directamente de la actividad agropecuaria. Sin embargo, la imposibilidad de trasladarse los dejó sin trabajo y en condiciones críticas:
“No pedimos otra obra, lo primordial ahora es poder comunicarse con la ciudad. Hay gente grande que no puede ir al médico, chicos que no pueden ir a la escuela porque las maestras no llegan. Y nosotros necesitamos salir a trabajar, no pedimos planes ni alimentos: pedimos transitar”.
Los pueblos de Carlos Cáceres, Cadret y Dovik —todos sobre la Ruta 50— se encuentran prácticamente aislados. Las lluvias agravaron una situación estructural: falta de cunetas limpias, alcantarillas colapsadas y ausencia de mantenimiento en los caminos rurales, que ya eran intransitables incluso en épocas de sequía.
“Nos sentimos solos”
La vecina fue contundente: “Estamos literalmente solos. No hay asistencia del municipio, ni del gobierno provincial ni nacional”. Recordó que hace ocho meses los vecinos vienen reclamando la declaración de emergencia, no sólo agropecuaria sino también social y sanitaria, ante la imposibilidad de acceder a servicios básicos.
El malestar también se trasladó al vínculo con los habitantes de la ciudad cabecera, donde algunos culpan al campo de los problemas.
“Se ha generado una grieta artificial entre pueblo y campo. Pero acá no se trata de política, se trata de que la gente pueda vivir dignamente”, sostuvo Tello.

Una historia que se repite
Las inundaciones en la zona de Carlos Casares no son un fenómeno nuevo. Según los pobladores, desde hace más de 50 años sufren periódicamente estas emergencias, sin que las obras prometidas lleguen a tiempo.
“Escuchamos al intendente decir que las obras están, pero vemos todos los días que no. Ahora ya es tarde, lo que necesitamos es asistencia”, advirtió la trabajadora.
Mientras tanto, los vecinos se organizan para ayudarse entre sí, compartir alimentos y buscar caminos alternativos que multiplican las distancias: hasta 100 kilómetros de desvío para recorrer lo que en condiciones normales serían apenas 17.
El reclamo
La marcha con tractores fue un hecho inusual en comunidades rurales poco acostumbradas a protestar. Sin embargo, la desesperación los empujó a la calle:
“No somos gente de cortar rutas ni de hacer piquetes. Queremos pedir las cosas bien, pero cuando no hay respuesta no queda otra que visibilizar lo que pasa”, resumió Tello.
Lo que está en juego, aseguran, no es sólo la producción agropecuaria sino la vida cotidiana de miles de familias rurales. “Es algo básico, está en la Constitución Nacional: poder transitar. Eso es lo único que pedimos”, concluyó.




