G-FB8DD12N61 En Israel, el propio Gobierno aparece como adversario de la paz
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En Israel, el propio Gobierno aparece como adversario de la paz

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    Telediario Digital
  • hace 23 minutos
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Por Pablo M. Wehbe (*) | Pese a las enormes presiones que despliega el Presidente norteamericano Donald Trump, las contradicciones y las internas del Gobierno de Israel siguen apareciendo como una traba casi imposible de superar para cualquier proceso que pretenda culminar en paz o, eventualmente, en un Estado Palestino independiente.


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La lógica del Gobierno de Israel pasa por mantener la tensión con los grupos palestinos y, de esa manera, evitar la fractura de la coalición oficial; la misma está integrada por la derecha y la extrema derecha religiosa del país. El partido mayoritario, el Likud, no tiene 61 bancas propias en la Knesset (Parlamento) para imponerse (sólo logró 32), por lo que tuvo que aceptar la sumatoria de aliados que terminaron imponiéndole la agenda de Gobierno. Así, tuvo que aceptar la colaboración de Sionismo Religioso (14 escaños), Shas (11), Judaísmo Unido de la Torá (7) y Poder Judío (dentro de Sionismo Religioso). Con las 64 bancas, superaba el mínimo de 61 para formar Gobierno.


Por ello, Netanyahu está advertido por los Ministros “halcones” de la coalición, Belzalel Smotrich (Finanzas) e Itmar Ben-Gvir (Seguridad), de que si “retira las fuerzas de Gaza o, siquiera, acepta hablar de Estado Palestino”, sus Partidos abandonarán el Gobierno, obligando al Premier a buscar otros socios o solicitar al Presidente la disolución de la Knesset y llamar a nuevas elecciones.

La fuerte presión de Trump logró -aunque más no fuera por pocas horas- que Netanyahu aceptara en Washington los veinte puntos del Plan de Paz para Gaza, que debería culminar a largo plazo con un referéndum de autodeterminación del Pueblo Palestino para la creación de un Estado independiente. No más salir de la Casa Blanca, Netanyahu abandonó rápidamente este último punto al decir que “un Estado Palestino sería un premio para el terrorismo”. En el mismo momento, Smotrich declaraba en las redes sociales sus “seis líneas rojas que Israel jamás cruzará” en sus relaciones con los palestinos, algunas de las cuales eran la retirada de Gaza, el abandono de las colonias y la aceptación de un Estado Palestino independiente.


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Recientemente, Trump dejó trascender a través del medio israelí Shomrim que “están avanzadas las conversaciones con funcionarios israelíes para establecer una base militar en el límite con Gaza, con una inversión de U$S 500 millones y espacio para varios miles de soldados”. ¿Involucramiento norteamericano a favor de Israel en la lucha contra el terrorismo, o presión al poder político israelí para que acepten lo inevitable, esto es, la paz con Palestina y preparar el terreno para un Estado? Difícil saberlo, aunque tal vez la segunda alternativa sea la más creíble.


Mientras tanto, Israel sólo cumplió con una parte del compromiso asumido frente a Trump: retiró sus fuerzas a la “línea amarilla”, que le permite controlar todavía el 60% de la Franja; pero ha continuado con sus bombardeos aunque de manera esporádica, recibiendo fuertes cuestionamientos de Trump y sus funcionarios. Asimismo, bloquea sistemáticamente el ingreso de ayuda humanitaria desde el Paso de Rafah, al sur de la Franja y en el límite con Egipto (que Israel adelantó que jamás dejará de controlar al encontrarse en lo que se llama el “Corredor Filadelfia”).


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Esta semana que culmina, el yerno y negociador de Trump, Jared Kushner, exigió a Netanyahu que permita el comienzo de la reconstrucción en las partes de Gaza donde ya no actúa la milicia terrorista de Hamas. Esto, que aún no recibió respuesta positiva de Jerusalén, fue duramente cuestionado por los países de la Liga Árabe, que temen por el futuro del enclave al establecer una zona casi turística junto al Mediterráneo pero otra sumida en la pobreza, el hambre, la desocupación y la miseria, controlada eternamente por Israel.


Tal vez por eso mismo -que llamativamente escapó a los cálculos de Kushner- es que los países de la Liga Árabe empezaron a rechazar la participación en la llamada “Fuerza de Estabilización” de la Franja, una virtual Policía local que iría supliendo a la presencia militar israelí. Jordania, Catar, Emiratos Árabes y Egipto ya advirtieron que “si no se aclaran debidamente las responsabilidades y funciones”, ellos no participarán.


Probablemente sea el hambre del Nobel de la Paz lo que empuja a Trump a lo que aparece como un fracaso asegurado a mediano plazo; su Plan de Veinte Puntos tiene casi todo en contra, incluyendo la todavía indecisa renuncia a la violencia por parte de Hamas. Pero lo más preocupante es que políticamente en Israel los principales partidos no ven con simpatía ni confianza las propuestas de Trump y, mucho menos, la remota posibilidad de un Estado Palestino independiente.

Por lo que puede verse, así como el sector palestino alguna vez deberá hacer una profunda autocrítica por las oportunidades que dejó pasar ante los ofrecimientos de los gobiernos Laboristas, el presente político de Israel deberá preguntarse por qué sigue apostando a las tensiones y a la violencia con sus vecinos. Es cierto que Oslo ya aparece como una rémora fracasada del pasado; pero hay otras cosas en el presente. Sería muy triste que la mezquindad de los extremistas religiosos se convierta en ceguera y en parte del problema.

  


 

(*) Pablo M. Wehbe es doctor en Derecho, especialista en relaciones internacionales. Además es profesor en la Universidad Nacional de Río Cuarto y en la de Villa María. En televisión, es columnista del programa “Argentina en Noticias” de Telediario Televisión


 
 

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