G-FB8DD12N61 El sistema político israelí, impactado por el terrorismo
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El sistema político israelí, impactado por el terrorismo

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    Telediario Digital
  • hace 3 minutos
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Israel, un Estado que desde su nacimiento no logra definir límites definitivos y una convivencia en paz con varios de sus vecinos, es una democracia parlamentaria. El Gobierno reside en un Gabinete elegido por la Knesset (Poder Legislativo), órgano del cual también depende el voto de confianza para mantenerse en ejercicio. Se requieren 61 de los 120 votos de la Knesset para ungir a un Gobierno.


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Israel tiene un sistema electoral basado en la representación proporcional a nivel nacional, y el número de escaños que cada lista recibe en la Knesset es proporcional al número de electores que votaron por él. La única limitación es el umbral de calificación del 3.25% . En otras palabras, un Partido debe recibir por lo menos el 3.25% de los votos para ser elegido. El Estado de Israel heredó el rígido sistema de representación proporcional en el sistema político de la Yishuv (la comunidad judía organizada). Este sistema se basa en el celo con que los diferentes Partidos políticos -en los que la ideología y personalidades jugaron un papel importante- lucharon para preservar su independencia.


El sistema electoral se basa principalmente en dos leyes: la Ley Básica de 1958 y la Ley de la Knesset (versión combinada) de 1969. Desde que se aprobó la Ley de Partidos de 1992, sólo los Partidos registrados pueden presentar una lista de candidatos y participar en las elecciones. A los fines electorales, Israel es un solo distrito a los efectos de la distribución de los escaños en la Knesset.

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Se trata de analizar la estrategia del Movimiento de Resistencia Islámico (más conocido como Hamas), grupo sunnita surgido a la luz de la primera Intifada, en 1987. Después de que el presidente palestino, Mahmud Abbas, dijo en las Naciones Unidas que dicho Ejecutivo reconocerá la existencia de Israel, la Resistencia palestina aseguró que no lo hará y que solo está dispuesto a ofrecer una tregua de 10 años al Estado hebreo. “Cualquier gobierno nuevo respetará los compromisos asumidos en los acuerdos de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), sobre todo las cartas de reconocimiento mutuo fechadas el 9 de septiembre de 1993 intercambiadas por los fallecidos Yasser Arafat y Yitzhak Rabin”, aseguró Abbas ante la 61 Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York . Pero Hamas desafió al mandatario palestino y mostró que la unidad de posiciones, por ahora, es solo un deseo. “Personalmente no encabezaré ningún gobierno que reconozca a Israel”, aseguró el premier Ismail Haniyeh, considerado el líder de la fracción más pragmática de la Resistencia .


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En este sentido, queda claro que habiendo Israel acordado con Al-Fatah, y siendo la Autoridad Nacional Palestina una creación de Arafat y Rabin, la Resistencia debe referenciarse a partir de diferencias programáticas y políticas. La cuestión fue que mientras los sucesivos Gobiernos que encabezó el Partido Laborista con aliados fue permeable al diálogo con la ANP, había que procurar que Israel endureciera tanto sus políticas como sus actitudes hacia los palestinos en general. ¿Qué podría hacerse? Realizar acciones que fueran torciendo la voluntad política de Israel de negociar con la ANP. ¿Cómo hacerlo? Generando acciones que tuvieran como lógica consecuencia el giro ideológico de una población cansada de la violencia y de los atentados. Pues bien, la forma de lograrlo sería generando réplicas de Israel, desautorizando el accionar moderado de la ANP y, además, teniendo a la larga como consecuencia el paulatino giro a posiciones más duras por parte del Gobierno de Israel.


Pasados los hechos de los últimos dos años, y a diferencia del resultado obtenido en el mundo militar, que consiste en la debilitación del grupo Hamas y la eliminación de infraestructura construida con el fin de asesinar civiles israelíes, la balanza parece estar en contra de Israel en el ámbito político y diplomático.

A diferencia de la opinión de Mario Vargas Llosa, la verdadera debilidad de Israel parece no ser el resultado de las guerras sino el dilema entre sobrevivir y tener buena reputación en la comunidad internacional.

Las imágenes sobre las víctimas civiles que murieron en Gaza no son suficientes para explicar que, en muchas oportunidades, los civiles fueron utilizados como escudos humanos por parte de los sectores extremistas palestinos. Las cifras, que no distinguen verazmente entre civiles y militantes, sin duda fortalecen el punto de los ya existentes antisemitas y críticos de Israel. A esto se debe sumar un panorama político interno que no debe ser ignorado: la izquierda Israelí, opositora al Gobierno actual, fortalecida por los movimientos pacifistas y por el dolor causado por la pérdida de los soldados israelíes, exigen al Primer Ministro Benjamín Netanyahu un cese al fuego inmediato y una negociación que conlleve a la solución permanente del conflicto. Por otro lado, los Partidos de derecha, exigen una respuesta contundente contra el terrorismo y contra los países que lo apoyan. Sin embargo, este escenario no es una sorpresa para Israel. La pregunta que sin duda surge es ¿Por qué Israel sigue bombardeando Gaza sabiendo que debilitaría su imagen en el mundo?


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La respuesta es clara: esta fue una operación de supervivencia del Gobierno que, a su vez, aparece como consecuencia de la debilidad y la fragmentación del sistema político.


Por último, debe insistirse en el hecho de que la actividad de la Resistencia ha terminado por minar la credibilidad en la ANP, la cual se encuentra en un verdadero codo de la historia, donde deberá evaluar la conveniencia o no de mantenerse como tal o de confrontar directamente con el llamado Hamas. Ninguna decisión será gratuita; ninguna decisión será pacífica...


Para el final, se insiste en la necesidad de vincular el análisis histórico con el político, donde no es menor el impacto del corrimiento electoral de la población sobre la gobernabilidad del Estado de Israel. Los dos Partidos tradicionales, el Likud y el Laborismo, han sufrido fracturas y escisiones que los debilitaron; pero sus descendientes también las sufrieron, evidenciando un cuadro de atomización política que genera una virtual imposibilidad de gobernar con homogeneidad ideológica a Israel.


Si bien sin un censo que permita saber a ciencia cierta por qué el votante eligió lo que eligió, desde la ciencia política es dable pensar en que las actividades de la Resistencia palestina no son inocentes, pues además de una desacreditación y desautorización permanente hacia la ANP, logran generar una incertidumbre y preocupación en la población israelí que se traduce en su giro político en cada elección. Además, bueno es preguntarse si el sistema parlamentario elegido por los Padres Fundadores de Israel es hoy el mejor sistema apto para tomar las decisiones que se necesitan, la principal de las cuales, a no dudarlo, serán duras concesiones si es que finalmente se quiere lograr el objetivo final: LA PAZ.




 

(*) Pablo M. Wehbe es doctor en Derecho, especialista en relaciones internacionales. Además es profesor en la Universidad Nacional de Río Cuarto y en la de Villa María. En televisión, es columnista del programa “Argentina en Noticias” de Telediario Televisión

 
 

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