Avistaje de Ballenas: Telediario registró una experiencia única en el mundo
- Telediario Digital

- hace 1 día
- 2 Min. de lectura
Actualizado: hace 23 horas
La ballena franca austral elige cada año las aguas protegidas de Península Valdés para parir y criar. Detrás del espectáculo natural, una historia familiar de más de 50 años sostiene el avistaje responsable y el cuidado del mar.

La Patagonia argentina es uno de los pocos lugares del mundo donde las ballenas francas australes se dejan ver en libertad, tan cerca que parecen elegir el encuentro. Cada temporada, entre mayo y diciembre, estas aguas se transforman en refugio de madres y crías, en un ritual natural que combina vida, cuidado y aprendizaje.

En Península Valdés, área protegida y patrimonio natural, el avistaje no es turismo convencional. Es un trabajo silencioso que prioriza el respeto por los animales y su entorno. Allí, las ballenas no vienen a alimentarse: llegan para reproducirse, parir y criar a sus cachorros en aguas calmas, lejos del mar abierto.
Esa lógica de cuidado tiene una historia familiar detrás. Micky Sosa, capitán ballenero de segunda generación, y Tomás Sosa, tercera generación al timón, continúan un legado iniciado en 1969.

“Esto no es solo un trabajo, es una pasión. No lo hacemos por el turismo, lo hacemos por las ballenas”, resume Micky, al contar cómo su padre fue uno de los pioneros del avistaje en la región.

Con el paso de los años, y en articulación con la Provincia y la comunidad científica, se desarrolló la llamada “técnica de avistaje patagónico”, hoy replicada en otras partes del mundo. Se trata de protocolos estrictos para interactuar sin molestar, entendiendo que las embarcaciones ingresan al hábitat natural de las ballenas y no al revés.
El impacto es profundamente federal y ambiental. La conservación de la ballena franca austral no solo protege una especie clave, sino que sostiene economías regionales, empleo local y una identidad ligada al mar. En tiempos de crisis ambiental global, la experiencia patagónica demuestra que es posible convivir con la naturaleza sin explotarla.

Cada cola que se eleva, cada cría que se acerca curiosa a una embarcación, recuerda una verdad simple y poderosa: cuidar el mar también es cuidar el futuro. Y en la Patagonia, hay familias que lo hacen desde hace más de medio siglo.




