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Chile abre las puertas a la continuidad del péndulo ideológico

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    Telediario Digital
  • hace 4 minutos
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Por Pablo M. Wehbe | Las dos últimas décadas muestran a una República de Chile con marcados vaivenes ideológicos en la elección popular de sus Gobiernos: Bachelet (socialista), 2006-2010, Piñera (derecha) 2010-2014, Bachelet, 2014-2018, Piñera, 2018-2022, Boric (izquierda), 2022-2026. Y en esta ocasión, el fiel de la balanza marcó nuevamente la polarización entre la candidata de una amplia coalición de izquierda, Jeannette Jara, y un hombre de extrema derecha, José Antonio Kast (Partido Republicano).


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Pero este año las elecciones generales marcaban también un hito en la historia democrática de Chile: por primera vez toda la ciudadanía mayor de 18 años estaría obligada a emitir su sufragio. Debe recordarse que la dictadura pinochetista estableció que quien quisiera ejercer el derecho al sufragio era libre de inscribirse en el padrón, paso a partir del cual sería obligatorio el voto. Pero para quien no se inscribiera, no existía obligación alguna. De hecho, en 2009 el 30% de la población en condiciones de votar no estaba inscripta para hacerlo.


Informa la BBC que “en busca de mayor representatividad y con la idea de atraer a nuevos electores jóvenes, en 2012 se aprobó una reforma constitucional que hizo el voto voluntario y la inscripción en el registro electoral automática. Eso amplió el padrón de electores a casi 13,5 millones, pero la participación no aumentó significativamente. De hecho, marcó un récord a la baja en las presidenciales de 2013, donde solo votaron 6,6 millones en la primera vuelta y 5,5 en el balotaje. Esa cifra aumentó en los comicios presidenciales siguientes, pero la participación se mantuvo, en promedio, cercana a los 7 millones”. Y en 2022 se restableció la obligatoriedad del voto.


Este año se registraron más de seis millones de “votantes obligados” nuevos, cuyas inclinaciones serían difíciles de medir y encuestar; gran parte de ellos era joven, varón y de sectores económicos medios y bajos. Podría decirse que ese universo se traduciría en votantes no afectos a las instituciones existentes ni a los partidos actuales. Tampoco a las candidaturas con posibilidades reales de triunfar. Pero ninguna encuesta leyó el “voto oculto” que se mostró el día del comicio.

La campaña fue áspera, y si bien los debates -hábilmente conducidos por profesionales reconocidos del periodismo chileno- fueron respetuosos, Kast fue lo suficientemente despierto como para no entrar esta vez en debates y afirmaciones tales como los que le costaron la segunda vuelta en 2021. Frente a temas tales como el aborto, los derechos de la comunidad LGBTIQ+ y los juicios por las desapariciones de la época pinochetista, él desviaba el debate hacia la inmigración y la seguridad, dos cuestiones que monopolizaron el interés electoral de gran parte de la sociedad. Jara, mientras tanto, trató infructuosamente de despegarse del Gobierno de Boric cuestionando decisiones y expresando que, de ganar, se desafiliaría del Partido Comunista para ser “la Presidenta de todo Chile”.


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Pero en Chile, ser candidata de un partido que se llama “comunista”, no alcanza para ganar una elección. De hecho, Kast, Kaiser y Matthei trabajaron fuerte el recuerdo de una sociedad que procura enterrar las consecuencias del período Allende-Pinochet. Más cuando se es candidata de un Gobierno que la tuvo de Ministra de Trabajo -reconocida por ello como una buena funcionaria-, pero que agotó su prestigio electoral con la fracasada reforma constitucional rechazada por la sociedad chilena. Había que remar fuerte para rescatar de la casi segura derrota a un Gobierno con poca popularidad ante una sociedad desilusionada.


Escrutados los votos, la candidata oficialista logró 26.8%, y José Antonio Kast el 23.9% (4% menos que en similar trance electoral de 2021). La lectura editorial indica que Jeannette Jara, pese a ser la candidata individualmente más votada, estaría fuertemente condicionada por sus alianzas para la segunda vuelta; frente a una sorpresiva elección de Franco Parisi (Partido de la Gente, 19.7%) que ninguna encuesta logró percibir, se desconoce qué podrá suceder con su electorado.


Aún así, y sabiendo que la matemática no se lleva bien con la política, si se supusiera que gran parte de los votos de Parisi fueran para Jara, la alianza firme del domingo por la noche entre Kast, Kaiser y Matthei permitirían decir que la derecha volverá como inquilina al Palacio de la Moneda el venidero 11 de Marzo.

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La República de Chile, como puede verse, no logra que el fiel de la balanza electoral se estabilice en un centro; tanto puede girar a una izquierda con banderas de juventud militante universitaria, cuanto volver a la derecha de la mano de un empresario que expresa “Pinochet votaría por mí”.


Por suerte, ese voto no existirá. Ojalá que las convicciones que de él surgirían, tampoco existan.


(*) Pablo M. Wehbe es doctor en Derecho, especialista en relaciones internacionales. Además es profesor en la Universidad Nacional de Río Cuarto y en la de Villa María. En televisión, es columnista del programa “Argentina en Noticias” de Telediario Televisión


 
 

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