Daniel Salzano contaba que cuando era chico tenía miedo a lo oscuro, temía la llegada de la noche y la hora de ir a dormir. No quería hacerlo porque le preocupaba morir y no despertarse. Me pasaba más o menos lo mismo a esa edad. Hasta que una noche ocurrió lo asombroso. Estaba de visita en la casa de uno de mis tíos. Dormíamos en una habitación gigante, éramos tres con los primos. Una típica chacra cerca de Rodeo Viejo. Las luces y las sombras se movían al ritmo de una lamparita de kerosén. Se elevaba la llama y de golpe perdía fuerza. En ese ir y venir los fantasmas no dejaban de perturbar el descanso. El tío Nene se dio cuenta de mi temor, trajo una silla, se acomodó a mi lado y contó un cuento del medio pollo, lo hizo cada anochecer de esa larga visita, allí descubrí que el tipo inventaba cada historia. Fueron las noches más placenteras de mi vida preadolescente. Mi tío era un chacarero de laburo y tenía las manos destrozadas de tanto hacer, nunca pudo estudiar, ni conocer el claustro de los narradores profesionales. Estoy seguro que hubiera sido un gran escritor, un narrador hechicero, un tipo que podría contar fabulas creíbles para evitar nuestros miedos ancestrales, esos que aparecen cuando apagamos la compu o la tele o la vida…que descansen…
r.l.