Examen ocular en niños

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La evaluación permite diagnosticar enfermedades oftalmológicas comunes en la infancia. Entre otras patologías, es posible descubrir el retinoblastoma, que representa el 15 por ciento del total de cánceres entre menores de 1 año.
Los primeros años de vida son los más importantes para el desarrollo y la maduración visual de una persona; debido a que el sistema ocular del niño está inmaduro, es mucho más sensible y vulnerable. Por eso, los especialistas en oftalmopediatría recomiendan a los papás ser rigurosos con los exámenes oftalmológicos durante toda la infancia.
“La evaluación oftalmológica es muy importante durante los primeros cuatro meses de vida y luego hasta los siete u ocho años, ya que la detección de patologías en forma precoz previene la ambliopía, es decir la falta de consolidación de la visión durante la infancia”, dice Walter Sánchez, jefe de Servicio de Oftalmología del Hospital de Niños de la Santísima Trinidad de Córdoba.
Sobre las enfermedades oftalmológicas más severas y comunes en la población pediátrica, Ana Carolina Vieyra, especialista en patología tumoral en oftalmopediatría del mismo hospital, dice que además de retinoblastoma, que es el tumor ocular más frecuente en niños, “existen otras afecciones como catarata congénita, glaucoma congénito y opacidades corneales que, diagnosticadas a tiempo, tienen tratamiento y pueden prevenir la ceguera”.
En ese sentido, los especialistas aseguran que es posible mejorar el pronóstico de estas patologías brindando información y educación, tanto a los papás como a neonatólogos y pediatras, para comprender la importancia que tiene el examen ocular del bebé recién nacido en la prevención de enfermedades oftalmológicas.

El tumor más frecuente
El retinoblastoma es el tumor ocular maligno más frecuente en la primera infancia: se presenta generalmente entre los 18 meses y los 3 años, aunque es posible su diagnóstico en bebés de 2 meses y en niños de hasta 7 años, en forma excepcional. Y aunque no es posible prevenirlo, es curable en el 99 por ciento de los casos en que es detectado y tratado de manera temprana.
Adriana Fandiño, médica principal del equipo interdisciplinario de oftalmología del Hospital Pediátrico Garrahan de Buenos Aires, indica: “Los papás deben procurar que su bebé cuente con un fondo de ojo, con dilatación ocular, durante el primer mes de vida, así como también realizarles un control oftalmológico completo dentro de los primeros seis meses”.
“Cabe destacar que el examen debe ser mediante la técnica de oftalmoscopia binocular indirecta”, agrega Sánchez.
El retinoblastoma es un tumor maligno que se produce a partir de una mutación genética en las células de la retina y puede ser hereditario o bien presentarse en forma esporádica, que es la más frecuente.
“Generalmente se diagnostica durante el primer año de vida en los pacientes que se presentan como casos hereditarios y bilaterales (ambos ojos afectados), mientras que los casos esporádicos y unilaterales se denotan entre el primer y tercer año de vida. La bilateralidad habla de herencia, por lo tanto, la consulta suele ser temprana ya que los padres conocen bien la enfermedad por sus propios antecedentes”, indica Fandiño.
Se sabe que la incidencia en Argentina es de uno entre 15 mil a 18 mil nacidos vivos, y también que representa el 15 por ciento del total de cánceres en niños menores de un año.
En Córdoba, el Servicio de Oftalmología del Hospital de Niños de la Santísima Trinidad lleva un registro de 33 casos tratados desde 2000. En tanto, el Hospital Pediátrico Garraham, tiene actualmente entre 500 y 600 pacientes en tratamiento, y recibe entre 40 y 50 casos nuevos por año. El establecimiento es una institución de referencia nacional e internacional por atender pacientes del interior del país y de países limítrofes como Paraguay, Bolivia y Uruguay, cuyos sistemas sanitarios no cuentan con especialistas en esta enfermedad.

Detectarlo a tiempo
“La forma más frecuente de presentación (60 por ciento de los casos) es la leucocoria, es decir, la pupila de color blanco, que la mayoría de las veces se aprecia en la ausencia del reflejo rojo en las fotografías, aunque también puede observarse como una sutil coloración blanquecina más brillante. Un 20 por ciento de los pacientes empiezan con estrabismo (desviación de los ojos); y las presentaciones menos comunes suelen ser halladas durante el examen ocular y son: hemorragia vítrea, glaucoma, proptosis (protrusion o prominencia anormal de uno o ambos ojos), hipema (presencia de sangre en la cámara anterior del ojo), uveítis (hinchazón e irritación de la úvea, capa media del ojo que suministra la mayor parte del flujo sanguíneo a la retina), entre otras”, explica Carla Bucco, especialista en oftalmología e integrante del Departamento de Oftalmopediatría y Estrabismo del Instituto Oftalmológico Privado Onnis.
Con respecto a esto, Fandiño alerta: “Hay que prestar mucha atención al estrabismo, porque muchas veces aparece, no le dan importancia y lo dejan pasar. Este síntoma puede devenir en leucocoria, que ya es un signo tardío. Los papás tienen que saber que el niño puede desviar el ojo hasta los 3 meses, pero luego no es normal que lo haga y deben realizarle un fondo de ojo”.
Además del examen de rutina, en la actualidad existen métodos de diagnóstico complementarios prácticamente definitorios como la ecografía ocular y la Resonancia Magnética Nuclear (RMN). “Nos permiten confirmar el diagnostico y, a su vez, nos informan sobre la extensión de la lesión a nivel extraocular y sobre una posible enfermedad intracraneal”, asevera Bucco.

Estadio y tratamientos
Los tratamientos son muy variados y se aplican teniendo en cuenta muchas variables, como el estadio en que se ha diagnosticado el tumor, su grado de afectación, si es intraocular o extraocular y si es unilateral o bilateral.
Los especialistas afirman que en la última década han cambiado mucho los criterios médicos a seguir y que siguen evolucionando hasta la actualidad.
En cualquier caso, la meta del tratamiento es, en primer lugar; salvar la vida; en segundo lugar, preservar el ojo y, finalmente, hacer todo lo posible por salvaguardar la visión.
Así, los tratamientos suelen aplicarse de forma combinada y tienen indicaciones específicas de acuerdo con el momento en que se encontró el tumor. Algunas técnicas son: termotratamiento y fotocoagulación (con láser), quimioterapia localizada intraarteria oftálmica, quimioterapia sistémica, radioterapia local, radioterapia externa y, en el peor de los casos, enucleación (lo que implica la extracción del ojo).
“Mientras el tumor se mantiene intraocular, es una unidad sellada y el riesgo de vida es mínimo: en la actualidad la sobre vida es del 98 por ciento. Cuando es extraocular, es decir en estadios tardíos, puede provocar la ceguera y en los casos más graves, con metástasis, es altamente mortal. La sobrevida es del 5 por ciento a los 5 años”, indican los especialistas.
Una vez que el tumor sea tratado, los niños deberán hacer controles frecuentes, a lo largo de cinco años, y una vez al año, de por vida, ya que los tratamientos pueden generar complicaciones y proliferaciones reactivas al tratamiento en la retina.
“Hoy, las posibilidades de estos niños son altísimas, y varían de a acuerdo con cada caso: algunos tienen pérdida de la visión o visión subnormal, y necesitan ayudas ópticas para poder estudiar; otros, logran conservar diez décimas de visión, dependiendo de la parte de la retina donde apareció el tumor, y están también los niños que conservan una buena visión. Siempre depende de que encontremos el tumor a tiempo”, asegura Fandiño. Y agrega: “En Argentina, contamos con hospitales públicos que cuentan con profesionales capacitados para hacer frente a esta enfermedad, y en los que los tratamientos son gratuitos”.
“Si mejoramos la educación acerca del examen ocular del bebé recién nacido y la importancia que tienen en la prevención de enfermedades oftalmológicas obtendremos muy buenos resultados a largo plazo”, concluye Fandiño.

Causas del diagnóstico tardío de retinoblastoma
En 1997, el equipo multidisciplinario de oftalmología del Hospital Pediátrico Garraham realizó una investigación para saber por qué motivos esta enfermedad se detectaba tan tarde. Y descubrieron que eran varios los factores que influían en el correcto diagnóstico de esta enfermedad.
Por un lado, en muchos casos los papás tardaban varios meses en hacer una consulta médica desde el momento en que observaban el síntoma (“ese extraño reflejo blanco en el ojo”). Esta demora estaba asociada con la falta de conocimiento sobre la enfermedad, el grado de escolaridad de los papás y también la región donde vivían (se comprobaba mayor vulnerabilidad en el noroeste y noreste del país).
Asimismo, se producía una gran demora para obtener un diagnóstico y, a su vez, entre el momento en que se hacía el diagnóstico correcto y el comienzo del tratamiento.
En algunos casos, los pediatras habían minimizado el síntoma de estrabismo y, en otros, el oftalmólogo había hecho un fondo de ojo al niño, pero sin dilatar la pupila.
“Lamentablemente, no en todas las regiones del país existen recursos suficientes ni profesionales capacitados para realizar un fondo de ojo con técnicas específicas para visualizar la retina. De hecho, los niños que se diagnostican en el norte del país tienen siete veces más riesgo de morir que el resto. Por eso, es necesario que todas las instituciones cuenten con un oftalmoscopio binocular indirecto, que no es un instrumental demasiado costoso, y profesionales capacitados en oftalmopediatría para que puedan detectar este tumor”, dice Fandiño.
A partir de la publicación de este estudio, se trabajó en la educación continua y a distancia, tanto para la población como para los profesionales, y según la especialista, “desde entonces mejoró mucho el panorama”.

Fuente La Voz del Interior

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