Mirada histórica

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«La ciudad real y cotidiana que conocemos, la ciudad del “progreso”, arranca muchos de sus días con el desmantelar de casas que dejan sus espacios a nuevos edificio…»

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Por Prof. María Rosa Carbonari*

Todas las ciudades conservan de su pasado ciertos soportes materiales e inmateriales que se proyectan en el presente como parte de su identidad. Muchos de estos soportes seguramente se vinculan con sucesos significativos de su trayectoria. Y aunque se los reconoce, a menudo están expuestos a caer en el olvido o, de manera más extrema, a perecer en los derrumbes o amputaciones justificadas, claro, por algún objetivo que se considere superador. Es que si la ciudad venera lo nuevo, la transformación y el cambio, es porque está en su propia génesis pensarse como innovadora, inconclusa y perfectible. Es decir, concebirse no solo por lo que es, sino sobre todo por lo que anhela y será. Y para eso debe transformarse continuamente. Una señal, en todo caso, propia del desarrollo capitalista que en la ciudad avanza “por demoliciones y reemplazos”, a decir de Adrián Gorelik.

En ese sentido, vale recordar que el imperativo de la modernización de fines del siglo XIX instigaba a las ciudades a construir su historia camino hacia el progreso. Así, en diversos momentos las mismas se reinventaron y se modernizaron renegando o relegando su propio pasado, lo que se sostuvo hasta fines del siglo XX cuando la denominada “crisis del progreso” instaló en la agenda pública otros modos de entender el devenir de la urbe. La relación entre ciudad e Historia, entonces, se modificó y se fue generando un nuevo sentido más atento a recuperar y reinstalar lugares para la memoria.

¿Cómo se fueron dando esas transformaciones en Río Cuarto? La data de su aniversario, es una buena excusa para la reflexión.

En la ciudad de Río Cuarto, a fines del siglo pasado se comenzó a gestar un nuevo sentido urbano que puso en valor histórico a sus edificios más entrañables. Por Ordenanza Municipal se declararon sujetos a preservación los edificios del Palacio Municipal, Edificio San Martín (Ex – Correo), Museo Histórico Regional, Ex – Mercado Oeste; Ex – Mercado Este, Edificio del Concejo Deliberante, Centro Cultural Viejo Mercado, Centro Cultural Del Andino y edificios adyacentes, Maternidad “Hortencia Gardey de Kowald”, Pabellón de calle Echeverría del Centro de Salud, Teatro Municipal, Ex Mercado Barrio Alberdi y el Pórtico de Acceso al Cementerio de la Concepción.

A seguir se conformó una Comisión asesora honoraria para actuar en custodia y defensa del Patrimonio (CoDePa). La misma debía proponer intervenciones que contribuyesen a la preservación de los edificios y del ambiente de la ciudad. Dicha comisión, sin recursos financieros, poco pudo concretar ante la falta de interés del propio Estado Municipal que más bien parecía actuar en una dirección contraria.

En 2011, por ejemplo, el Municipio se desafectó de dos edificios que poco antes había declarado de interés histórico. Así, pasaron a venta el Ex – mercado Este y el Ex – Mercado Oeste. En la ordenanza correspondiente se sostuvo: “Exclúyanse los edificios de Estado Municipal conocidos como Ex Mercado Este y Ex Mercado Oeste del listado de inmuebles sujetos a preservación, con valor histórico y arquitectónico…

Mas reciente en el tiempo, el Secretario de Planificación y Desarrollo Sustentable de la Municipalidad reconoció que nadie controlaba el estado de los edificios públicos e históricos de Río Cuarto y que no existía un área que orientase inversiones para preservar los mismos (Diario Puntal 21-07-2013).

Así, la venta de lo que en algún momento se consideró patrimonio municipal o la falta de atención debida –cuando no desidia- por la protección de los edificios históricos exponen a un Estado muy distante de la preservación y puesta en valor necesaria del pasado local. Una paradoja, a su vez, que sienta en la misma mesa la necesidad de refuncionalizar parte de su pasado industrial, por ejemplo con la compra del edifico de la Ex – Aceitera, destinada a proyectarse al futuro como “El Foro de la Democracia”; al tiempo que se despoja de otras de sus materialidades.

Pareciera, entonces, que la relación entre ciudad e Historia entrelazada por un nuevo sentido urbano que recuperase huellas, reinstalase lugares y alimentase la memoria colectiva para poner en valor los registros materiales del pasado todavía se muestra muy endeble. La ciudad real y cotidiana que conocemos, la ciudad del “progreso”, arranca muchos de sus días con el desmantelar de casas que dejan sus espacios a nuevos edificios que próximos o no al denominado “centro” ya no tienen como referenciar al pasado. Quizás por su génesis de ciudad de “tránsito”, ciudad temporaria y de paso, aún no concibe tener su identidad histórica tangible. Sea por desinterés o falta de cuidado de su patrimonio, la ciudad y sus habitantes van erosionando cada día un poquito más de su pasado. Así, el avance por derrumbes y substituciones ya no sostiene hitos que recordar de su recorrido “colonial” y en esta marcha tampoco los tendrá de su pasado de “modernidad”.

En el día que la ciudad conmemora su aniversario, la instancia de hacer visible su historia y sus marcas tangibles e intangibles nos debe ayudar a comprender por qué Río Cuarto es como es más allá de su origen como Villa de frontera. Porque como sostuvo Marc Bloch, “los orígenes no bastan”. Y la ciudad de este tiempo, de continuo y acelerado cambio, merece repensar cuál ha sido su trayectoria y cuál ha sido el valor que ha puesto en cada hito que la ideó. Porque el patrimonio actual, como un espejo, refleja la materialidad del pasado en el presente de las diferentes políticas histórico-culturales del Estado local y de sus argumentos para preservarlo, demolerlo, substituirlo o reinventarlo.

*Docente del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas, UNRC.

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