Córdoba: la trama oculta del “Buen Pastor”

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El “Paseo del Buen Pastor” es un espacio que pone en contradicción valores antagónicos.  Sus paredes esconden un pasado oscuro que pocos cordobeses se atreven a recordar.

Inaugurado en el año 2007 por el gobierno de De la Sota, el “Paseo del Buen Pastor” se convirtió en un sitio de referencia dentro de la ciudad de Córdoba. Complejo comercial, gastronómico y recreativo, está ubicado en pleno corazón de Nueva Córdoba, siendo un punto de encuentro entre los jóvenes y turistas en la actualidad. Rodeado de construcciones históricas y edificios de gran valor inmobiliario, sus locales y restoranes se encuentran situados estratégicamente y destinados al consumo de los sectores de altos recursos exclusivamente.

A pesar de ello, mucha gente que visita el lugar diariamente, desconoce e ignora su pasado carcelario y vinculado a la represión. Por más de cien años, el “Buen Pastor” funcionó como cárcel y centro correccional de mujeres. A cargo de las monjas de la orden “Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor”, también supo albergar a presas políticas desde los años previos a la dictadura y durante el transcurso de la misma.

Hace casi 40 años, ocurría allí uno de los sucesos más trascendentes de la historia reciente de nuestra Córdoba. Un acontecimiento del que pocos registros existen y que fue silenciado por los sectores conservadores y los distintos gobiernos de turno. El día 24 de mayo de 1975, en plena intervención federal de la provincia, 26 presas políticas se fugaban de la entonces cárcel, tras haber sido secuestradas, torturadas y violadas por las fuerzas represivas.

Remontándonos un poco en el pasado, durante aquellos años, Córdoba vivía una ebullición política, sindical y estudiantil favorecida por el contexto internacional. Frente a este escenario de intensa agitación social, el entonces presidente Juan Domingo Perón mandó a intervenir la región, al calificarla como “foco de infección”.

Es dentro de este contexto, que el brigadier Raúl Oscar Lacabanne (segundo interventor de la provincia) ordenó detener a estas 26 mujeres militantes, pertenecientes a diversas agrupaciones estudiantiles y políticas, y comprometidas con la revolución social y la lucha de las clases populares. Como siempre, Córdoba se anticipaba a lo que sucedería luego en el ámbito nacional, a partir del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.

En un primer momento, este grupo de mujeres fue enviado al “D2” (el “Departamento nº2 de Informaciones de la Policía provincial”), el cual funcionó como centro clandestino de detención. Considerado como “lugar de paso”, allí sufrieron todo tipo de vejaciones para luego ser “blanqueadas” y trasladadas a la cárcel del Buen Pastor (a cargo de las monjas).

Después de permanecer detenidas por varios meses, decidieron organizarse y planificar una fuga colectiva. “Yo no entendía porqué me habían privado de la libertad. Yo era enfermera en el (Hospital) Rawson y luchaba para tener más camas, para que los atendieran mejor a los enfermos, para tener más médicos, más insumos, y a mí me detuvieron por eso. Entonces era injusto que yo estuviera presa. Teníamos que fugarnos ya que la justicia no nos daba la libertad”, se justifica María Baraldo, ex presa política y sobreviviente del Buen Pastor.

Gracias al trabajo externo de las distintas agrupaciones y partidos políticos disidentes, las 26 presas lograron huir de la penitenciaría a través de la ventana de la cocina. Hubo toda una logística alrededor de la fuga, que consistió en distraer a las fuerzas armadas mediante diversas protestas callejeras en el mismo momento que un camión arrancaba con arpones los barrotes de la ventana.

Si bien la operación resultó exitosa, desde ese instante las ex presas políticas debieron cambiar su identidad y exiliarse en el exterior o en otras provincias del país, en donde continuarían con sus acciones de militancia. Nueve de ellas, sin embargo, fueron localizadas por los represores, asesinadas y desaparecidas durante el proceso.

Frente a este panorama, y ante el devenir del “Buen Pastor” en paseo comercial, las ex presas políticas se muestran doloridas e impotentes. Sus voces fueron silenciadas y excluidas en reiteradas oportunidades, siendo ellas las verdaderas protagonistas y únicas interlocutoras válidas del espacio.

“¿Quiénes asisten a este paseo? Es bonito, pero está en un lugar equivocado (…) No pretendemos que (el Buen Pastor) siga siendo un espacio de exclusión, pero por lo menos nos hubiesen invitado a participar en el proyecto de refuncionalización. Un lugar abierto significa que pueda venir todo el pueblo, que puedan venir los chicos de los barrios más humildes, que puedan venir las mujeres trabajadoras (…) Por ese mundo luchamos todas nosotras y las compañeras que desaparecieron. En este sitio estuvimos detenidas por razones ideológicas y luchamos por esa sociedad que hoy no puede llegarse (…) Es antagónico, parece una ironía del destino que sea un paseo de compras” (Cristina Salvarezza, ex presa política sobreviviente).

Hoy en día, el “Buen Pastor” representa un lugar de consumo y recreación para las clases sociales más acomodadas. Esto último entra en contradicción con los valores implícitos propios de la militancia que encarnan estas ex detenidas políticas. Por otro lado, su lucha por las “nueve desaparecidas del Buen Pastor” va más allá de exigir un espacio en su conmemoración. No es su intención compartir ideologías, sino madurar como sociedad haciéndose cargo de un pasado sombrío y doloroso.

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