Ola de saqueos

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Comerciantes sufrieron roturas de vidrieras y robo de mercadería. En la madrugada hubo corridas, disparos y los propietarios debieron pasar la noche en sus locales para evitar nuevos saqueos.

Presintieron que tras la noche, llegaría la noche más larga. Refugiados en la cordura que llega tras el paso de las horas, quedó el recuerdo por la peor pesadilla. Las pérdidas por los saqueos se cuantificaron en miles de pesos, la angustia pareció interminable. La madrugada los encontró en medio de vidrios rotos, vitrinas saqueadas y la incertidumbre por lo que aún podía pasar. Afuera, los disparos conjugados con un silencio nervioso, sin ayuda por esperar.
Lo que no robaron, lo rompieron. Llegaron como una horda desesperada, sin más guía que la oportunidad. Iban en moto, a pie, con niños a cuestas. Se llevaron lo que pudieron, dejando la estela de un vandalismo con pocos antecedentes.
Con la ayuda de vecinos, alertando a gritos ó enfrentando a puñetazos a quienes iban por todo, la defensa de lo propio ganó y perdió batallas ante los dueños de lo ajeno.
La mañana expuso a la vista de todos las consecuencias de la corrida delictiva. En medio de la desazón, los comerciantes sumaban las pérdidas, mientras agudizaban el ingenio para evitar que lo peor pudiera volver a pasar.
El festejo de los acuartelados tras el anuncio de un incremento salarial, generó alivio entre los riocuartenses. La postal de una siesta calurosa de diciembre permitió revalidad esperanzas sobre una noche más calma. Lo peor ya había pasado, el saldo fue demasiado costoso.

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