Abel Pintos brilló en la quinta luna Coscoìna

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En la quinta luna, la plaza lució repleta y el responsable tiene nombre y apellido: Abel Pintos. Ese que sorprendió de niño con su desfachatez y es ahora un hombre que va camino a los 30. Es indiscutible, está transitando la temporada que lo terminará de colocar en el Olimpo de los más convocantes.

Media hora después de las dos, el cantante bonaerense comenzó a dejar en claro que lo suyo no es folklore con toques de pop sino al revés. Quien pudiera fue seguida por el enganchado de zambas El beso/Quisiera, para luego arremeter con La llave, Sueño dorado y su relectura de Cactus, de Gustavo Cerati. Canciones con arreglos lejos de lo que se conoce como música de raíz, pero coreadas por toda la plaza.

Tras agredecer a los que viajan por todo el país en cada concierto (Peregrinos), Abel mostró una vez más la buena onda que irradia a través de su mensaje de amor, paz y contra las drogas y la trata. Tal vez pueda sonar excesivo, sin embargo se nota que le sale desde adentro. Las fans (gran cantidad de adolescentes y hasta niñas) tuvieron su momento para lucirse con los coros y hasta apretar el pomo para tirar espuma loca en el clímax de (Por una gota de) Tu voz.

Si habrá trascendido fronteras Abel, que hasta Loly Antoniale y las hijas de Jorge Rial no se lo quisieron perder y llegaron rodeadas de custodia policial. Lo más potente llegó en los bises: la dramática versión a capella de El antigal, que le valió el Premio Consagración años atrás, y Revolución, para despedirse rockeando junto a ajustadísima banda y redondear una actuación a la que no le sobró ni le faltó nada.

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