Frío, pobreza y olvido en la villa sobre la margen del río

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Los vecinos de Oncativo sobreviven a las bajas temperaturas entre tambores de leña y viejos calderos. Cuando cae la noche, el barrio se vacía en un sopor gélido de invierno.  En cada frente, detrás de los alambrados ó las cercas de maderas desprolijas, la leña se acumula en improvisados depósitos. Las chimeneas hechas a mano oxigenan el calor de hogar que combate la falta de sol.

Redacción Teledario Digital – Sobre la ribera sur, entre el viejo basural del lecho del río y la barriada centenaria de Alberdi, los vecinos de la villa Oncativo enfrentan los días más fríos del invierno sin más herramientas que viejos calderos y tambores tiznados por la leña.
Cuando cae la noche, el barrio se vacía en un sopor gélido que permanece hasta la madrugada. Solo los chicos juegan en rondas sobre el fuego cercado en el descampado repleto de residuos. Don Antonio es un testigo frecuente del atardecer que se apaga bruscamente. Tiene 71 años y una casa de madera como única posesión. Antes de comer enciende algunas maderas en un barril de 200 litros vacío y espera una tregua del frío.
«La garrafa la uso solo para la cocinita y después es todo a leña. Me ayuda algún gaucho con algunos palitos de leña y después temprano a dormir. A las 9 ya estoy acostado», manifestó.
En la primera casa del barrio vive José, el dueño de un inestable comercio de venta de leña que le dará réditos durante el invierno. «El Coya», como lo llaman en el sector, comienza a reunir los troncos en otoño y abastece la producción para los meses de temperaturas más bajas. Un perro guardián es el único obstáculo antes de llegar al montículo de madera convertido en oro negro,  aunque se venda a precio de saldo.
«Acá no hay calefacción, no hay nada. La gente para calmar un poco frío necesita de la leña. Lamentablemente, hacen lo que pueden. Cuando comienza la noche hay chimeneas por todos lados, como si fuera un festejo de San Pedro», relató.
Zulma y Laura viven sobre el primer camino de tierra que en forma zigzaguante define el ingreso a la villa. Ambas se lamentan por la falta de ayuda y piden por los más chicos. «Necesitamos frazadas, ropa, de todo. El barrio está olvidado y solo vienen cuando necesitan votos», aseguraron.
En cada frente, detrás de los alambrados ó las cercas de maderas desprolijas, la leña se acumula en improvisados depósitos. Las chimeneas hechas a mano oxigenan el calor de hogar que combate la falta de sol.
Nora no tiene estufa a leña, ni a gas, ni eléctrica. «Ando todo el día y por eso no paso frío pero a la noche me tengo que acostar rápido. Cierro la puerta para que no pase tanto el frío, pero igual entra. Con la leña no puedo porque el humo me hace mal, que se le va a hacer…», se lamenta la abuela de 58 años que convive con dos de sus tantos nietos.
La casa de ladrillos, con un par de chapas que no logran evitar que llueva tanto adentro como afuerra, es el bastión de Nora contra el invierno. Sabe que no le alcanza pero en la villa las necesidades nunca están satisfechas.

Por Pablo Callejón (callejonpablo@yahoo.com.ar)
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