Democratización de género

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En nuestra sociedad, el desarrollo del rol genérico femenino no es sencillo.

Las niñas reciben escolaridad para prepararse para una sociedad tecnológica y socialmente compleja. Pero por otro lado, hay un sentido en que esta formación es un seudo-entrenamiento. No está destinado en interferir con el otro entrenamiento: el de ser esposa y madre, que está insertado en el desarrollo inconsciente de la niña; y que su madre le enseña en un contexto en el que ella es, claramente la figura parental saliente. Se ha podido observar en años de trabajo con adolescentes y jóvenes mujeres los cambios respecto a los mandatos sociales y familiares de lo que se espera se haga, piense, diga y elija una “buena mujer”. Pero debemos agregar que en estos tiempos de crisis, la mujer tiene que trabajar, progresar, ser una buena profesional, y además una excelente compañera. Esta subjetividad femenina que adquiere características de “mujer maravilla”, que todo lo puede, que hace diez cosas  a la vez, que trabaja doble jornada dentro y fuera de su casa, se ha reproducido en nuestras adolescentes de hoy. Además podemos decir que se ha instalado un conflicto de los roles que desarrollarán en el futuro, en algunos casas muy pocos presentan una conducta reactiva, expresando que no se casarán, que vivirán solas y trabajarán en un cargo importante.
En el período, que nuestra sociedad concede al adolescente, para definir más su identidad personal y aprender destrezas para una identidad ocupacional o profesional, éstos se valen de los espejos que buscan y de los que le siguen dando los “otros”. He allí que se abren interrogantes y se plantean dudas; muchas se sienten solas frente a la responsabilidad de elegir, y otras se sienten atrapados en medios de mandatos, exigencias, expectativas familiares y sociales.
Las adolescentes del nuevo siglo, al hablar de su futuro, en general reflejan la misma ambivalencia de las mujeres de la década del setenta. Admiten que en su visión de futuro hay una cierta flexibilidad implícita que permite tener una familia, pero a partir de allí, entran en una zona nebulosa. Para esas mujeres, está sobreentendido que la llegada del primer hijo no modificará la carrera del padre. O sea que las adaptaciones necesarias correrán por cuenta de la madre,  priorizando las necesidades d e los demás, antes que las propias.
¿Hasta que punto hemos ganado la guerra por los derechos de las mujeres?…La respuesta es muy simple: se pide que no se obligue a las mujeres a elegir entre la justicia pública y la felicidad privada. Pide que las mujeres tengan libertad para definir por sí mismas su identidad, en lugar que esta sea definida, una y otra vez, por la cultura de la que forman parte, y los hombres con los que conviven. Si bien surgen más interrogantes las mujeres van surgiendo como históricamente, como sujetos que tienen deseos propios aunque les cueste realizarlos. Una nueva mujer ha ido surgiendo en los últimos tiempos, lo mismo que un nuevo hombre: más participativo en el ámbito cotidiano,  que en algunos casos, no siente toda la carga económica sobre él.
¿Se logrará, finalmente, una democratización de los géneros?
Y por ende ¿Se logrará en las escuelas, evitar que aparezca un sexo superior a otro, e inculcar el aprendizaje de las tareas cotidianas en forma simétrica para ambos?
El camino ya está trazado. La opción es una sola: unir efectivamente discurso y acción.

LIC ELENA FARAH

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