A 25 años de la muerte de Borges, el recuerdo de sus entrevistas

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El apellido de un escritor puede evocar una beatitud inaccesible o ser sinónimo de una autoridad reverencial hasta la náusea. La obra, en cambio, flirtea con un porvenir cuyo engranaje se va articulando al andar de las sucesivas lecturas. A 25 años de su muerte, Borges a secas –como si en el camino se hubiera despojado del acaso barroco o folletinesco Jorge Luis– cifra un puñado de coordenadas móviles y moldea una autonomía literaria abierta a las múltiples miradas de los lectores. Más allá de la saturación, la repetición y hasta la deliberada pereza intelectual por reproducir un libreto que condenaría al museo textual las mejores páginas del autor de Otras inquisiciones, cuatro escritores aceptan el convite de revisar el inventario borgeano, rehuyendo la monumentalización complaciente y la estampita escolar. Desde un umbral de cierta “incorrección” pertinente para conjurar “la placa bruñida”, Sylvia Molloy sugiere aprender a ver a Borges como veía Pierre Menard a Cervantes: como un escritor “contingente”, “innecesario”, para volver a leerlo. Edgardo Cozarinsky repara en un único texto desperdigado “en innumerables fragmentos contradictorios”, que solos no representan la complejidad de una obra. Juan José Becerra plantea la existencia de “literaturas autónomas” que quizás hayan surgido de la onda expansiva de Borges, como las de Ricardo Piglia y César Aira, para convertirse en “otra cosa”. Guillermo Martínez rechaza las simplificaciones académicas que postulan a un Borges como organizador o divisor de aguas del canon y propone rescatar un puñado de lecciones que no deberían perderse de vista, como la precisión, el papel de la corrección, la búsqueda del adjetivo certero y la ambición de llegar a una forma “última y perfecta”.

“Esto, señor, es una digresión”

“Borges es el hecho radiactivo de la literatura argentina –afirma Becerra–. Lo único que se puede hacer al respecto es escapar de él. Si hay un horizonte borgeano, ese horizonte está atrás; es el horizonte que preferimos no ver. Aunque está claro que por acción de fuga u omisión de su importancia, Borges sigue siendo una presencia fuera de lo común. Pero es bastante visible que a la hora de escribir los escritores argentinos, en general, prefieren la negación de Borges, hacer como si nunca hubiera existido, antes que someterse a la tragedia artística de descubrirse teniendo una vida o una obra borgeana.” Cozarinsky, en diálogo con Página/12, destaca que siempre lo cautivó “una imagen de la literatura, o la historia, o la filosofía, o el cine, como un único texto desperdigado en innumerables fragmentos, aun contradictorios, que solos no la representan ni juntos la agotan”. Al listado de prodigios borgeanos también agrega otra enumeración medular. “Borges borroneaba con elegancia, hace más de sesenta años, los bordes del ensayo y la ficción; leemos Otras inquisiciones como libro de ensayos porque se nos presenta como tal, pero algunos de sus textos –‘La muralla y los libros’, por ejemplo– no son menos ficciones que ‘Examen de la obra de Hebert Quain’ o ‘Tres versiones de Judas’”, compara el autor de La novia de Odessa. “Además, no sólo esas lábiles categorías pueden deslizarse, confundirse, sino que podemos leer como literatura textos que no pretenden pertenecer a esa augusta disciplina, pero donde un ardid narrativo, una felicidad de adjetivación, confieren a alguna crónica periodística o histórica, una anotación en un diario de viaje, un exabrupto –el famoso ‘Esto, señor, es una digresión; espero su argumento’ de un doctor Henderson, citado por De Quincey, a quien en una discusión le arrojaron un vaso de vino a la cara–, una dignidad de la que son huérfanos muchos esforzados ejercicios que aspiran a la literatura. Atento a la variedad del mundo, el joven Borges lo estuvo a las inscripciones de carro y a las letras de tanto en tanto, como a la Encyclopedia Britannica.”

Opinión de Silvina Friera (Página 12)
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  1. coincidoenlopspostuladosvertidosenestainteresantenotaytambienenlaperspectivadesdeue se la trabajo.los maravillosos tiempos atemporales de borges nos llevan a replanteos filosoficos llenoas de metaforas apasionantes y navegar por su mundo o sus mundos de ficcion
    muy buena la nota
    LIC ELENA FARAH

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