La historia del lujoso casamiento del hijo de Kadafi y la presencia de Maradona

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Hubo una noche, la del 14 de junio de 2001, en la que “El Diego” conoció a “El líder”. Un encuentro en una carpa gigante y casi sin testigos. En los alrededores del gazebo más custodiado del norte de Africa había una fiesta con pistas de salto para briosos caballos árabes y hasta con carreras de camellos. Era la boda del tercer hijo de Muammar Kadafi. Pero eran todos hombres.
“Un casamiento con dos mil hombres” , recordaba ayer Guillermo Coppola. Esa noche Maradona conoció al hombre que construyó 40 años de un poder que –hasta hace poco– parecía indestructible.
“Saadi es un loco por el fútbol. Un admirador de Maradona,” contó ayer a Clarín Coppola, uno de los pocos argentinos que accedió a la intimidad de la familia fuerte de Libia. La primera de las tres veces que lo hizo fue cuando acompañó a Maradona a Trípoli por una invitación del hijo de “El líder”, título que Kadafi ostenta desde 1969, cuando era un militar de 27 años y derrocó al rey libio.
“Nos contactó y fuimos”. Saadi Kadafi había soñado con ser futbolista, aunque su poco arte y un control antidoping le cortaron su carrera. Pero aquella primera noche de uno de los dos viajes que hizo Maradona a Libia se dio un gusto. “Saadi apareció con una pelota. Entonces, Diego empezó a hacer jueguitos y después se la pasó y los hizo él,” recordó el ex manager del “Diez”.
Al otro día, recorrieron una Trípoli tranquila. Visitaron la ex casa de gobierno bombardeada por EE.UU. en 1986 y que Kadafi decidió dejar sin reconstruir como símbolo de la resistencia. El escenario desde donde el martes llamó a perseguir a sus opositores “casa por casa”.
“Era muy impresionante. En el hall todavía estaba la bomba incrustada en una pared . Los techos estaban rotos y había una cunita con un colchoncito manchado. Ahí, murió la hija adoptiva de Kadafi. Diego estaba muy conmovido”.
Aquella vez, según Coppola, Maradona le dijo a Saadi que quería conocer a su padre. Pero la respuesta fue un “no”. “Nos explicó que a veces hasta a él se le hacía muy difícil verlo”.
Pero Saadi lo había invitado a su casamiento. La fiesta sería en un campo en las afueras de Trípoli. Una suerte de “las mil y una noche” con caballos árabes saltando obstáculos y y ollas gigantes con comidas exóticas.
“Comían directamente de estas especies de cazuelas gigantes. Eran 60 por olla”, contó Coppola quien llegó a la fiesta con unos candelabros que le habían traído de regalo al hijo de “El líder”. Pero eran todos hombres. “Dos mil hombres”, repetía ayer Coppola haciéndose todavía el asombrado.
“Imagináte, yo bailaba con Diego. ¡Imagináte! Entonces, Diego empezó a hacerse el fastidioso. A decirme que ‘acá no hay ninguna mina’; ‘que vamos al casamiento de las mujeres’. Porque según la tradición son fiestas separadas. Diego se hacía el enojado” hasta que las manos de varios guardias los agarraron de los brazos.
“Nos asustamos. No entendíamos nada. Nos subieron a un auto sin traductor. Pensábamos que se habían creído el enojo y nos estaban llevando no sé a dónde. El viaje duró unos cinco minutos”. Cuando el auto se detuvo, a Coppola le sacaron los candelabros. Entonces, vio un un camino y, al final, una luz. Comenzaron a caminar hacia ella.
“Entramos a una gran carpa. No tenía muebles. Nada. En el medio había un hombre parado. Solo. Cruzado de brazos”. Coppola se dio cuenta de que era Kadafi. “El líder”. Estaba vestido de marrón y rodeado por cinco mujeres. Su guardia personal. Las “amazonas” que, según la leyenda libia, son vírgenes guerreras.
“Diego se adelantó. Pero no había intérprete. Entonces, levantó los brazos, cerró los puños en un gesto de gol y dijo algo así como ‘yeah, yeah’. Lo hizo varias veces hasta que Kadafi levantó los suyos y lo imitó. Con voz grave dijo también ‘yeah, yeah’. Habrá pensado que así saludábamos en Argentina,” pensó Coppola. Al segundo, llegó el traductor. La charla duró un rato y antes de despedirse, Maradona le pidió a Kadafi el traje. No hubo respuesta.
Los dos argentinos caminaron solos hacia el auto. Alguien le alcanzó los candelabros a Coppola y, antes de abrir la puerta, un guardia le dio una bolsa a Maradona. Era la ropa de “El líder”. Entonces, volvieron a la fiesta. A bailar entre ellos.

Fuente: Clarín

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