Algo habrá hecho…

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Néstor Kirchner, el político desmesurado. Por Guillermo Geremía.«Excesivo, mayor de lo común.(2)Descortés, insolente y atrevido».(diccionario RAE)

Ahora que la imágenes de la televisión regresan a la habitualidad alterada en las últimas 72 horas. Ahora que la conmoción inicial por la muerte y la sorpresa posterior por la reacción social generada comienzan a aquietarse. Ahora que «el rico vuelve a su riqueza, el pobre vuelve a su pobreza» y los argentinos volvemos a sentir la sensación de tener que empezar de nuevo conviene preguntarse que hizo Néstor Carlos Kirchner para provocar la reacción colectiva más multitudinaria desde la muerte de Perón a nuestros días.
Conviene admitir desde estas líneas que mis primeros pasos como analista político y social coincidieron con la presencia de Kirchner en Río Cuarto en octubre de 2002. El por entonces casi desconocido gobernador de Santa Cruz y precandidato a la presidencia -todavía De la Sota estaba en carrera aupado por Duhalde- vino a nuestra ciudad y generó escaso entusiasmo. En aquellos días aseguré, luego de verlo y escucharlo en la tribuna del Centro Cultural Viejo Mercado, que dificilmente Kirchner lograra conectarse con el electorado.
Su escaso magnetismo, el poco carisma, la reducida capacidad oratoria y la debilidad política que trasuntaba su figura para un país que estaba asqueado de todos hicieron presumir a este periodista que ese pinguino nunca podría levantar vuelo. Eso es equivocarse.El 25 de mayo de 2003 Kirchner estaba sentado en el Sillón de Rivadavia y empezaba a hacer malabares con el bastón presidencial. Con anemia electoral comenzaba a transitar lo que el mismo llamó el «infierno de Argentina» y prometiéndo ser un «hombre normal con responsabilidades excepcionales». A las dos semanas de estar en el poder y luego de aprender a tocar los botones de la Casa Rosada dio la primera señal de que no iba a ser un político normal.
Mostró los dientes de su desmesura como líder político. En cadena nacional la emprendió contra la Corte Suprema de Justicia que con la mayoría automática menemista venía haciéndo de ese poder un reducto jurídico de los intereses económicos dominantes antes que el resguardo legal de la Constitución Nacional.
Despues, la bienvenida desmesura de sus decisiones le marcaron la cancha a los militares, a la cúpula de la Iglesia Católica, a los grupos concentrados de la economía, a los organismo de crédito internacional e incluso a aquellos que le habían prestado la estructura partidaria para que llegara al poder. Lo pudo hacer a medida que iba logrando alimentar la caja de una escuálida economía nacional que dejó de seguir los dictados de las potencias que manejan el FMI y apostó, beneficiada por los precios internacionales, a la producción de las manufacturas básicas y a la recuperación de la industria nacional que el neoliberalismo con su adláteres había destruído en las últimas tres décadas.Pero la desmesura de sus acciones no encontraron límite en la institucionalidad. Es la paradoja de los argentinos. Sino acumulan poder no los dejamos gobernar y tomar las decisiones de cambio que el país necesita.
Con el poder concentrado empezamos a lamentarnos, a asustarnos del mismo animal político que alimentamos en el patio de la casa. Total siempre es más fácil culpar al que asume las decisiones que nosotros no nos animamos a tomar en nuestro deber ciudadano.
El sur de Córdoba supo de la desmesura de sus promesas. Fue el único Presidente que vino dos veces a Río Cuarto durante un mismo mandato. A Benigno Rins , Intendente de Río Cuarto y aliado K en aquellos días, le prometió no cien o doscientas viviendas, sino 2.500. No hay un sólo ladrillo puesto de aquellas ilusiones del techo propio alimentado en miles de familias. A la ciudad también la entusiasmó con una autovía que nos uniera a Córdoba como exige la escala demográfica y productiva de dos de los centros urbanos más importantes del interior del país. Sólo el repetido anuncio en actos políticos queda de la obra. Kirchner aplicó el modelo del premio y castigo según el grado de lealtad manifiesta. Villa María disfruta de la obras que 130 km al sur no se hicieron. Es por eso que las desmesuradas promesas incumplidas le hicieron morder el polvo de la derrota electoral. A él en las legislativas y a su sucesora en la elección presidencial.
La oposición también quedó cautiva de las desmesura de sus decisiones y desde su irrupción no pudo hacer otra cosa que jugar el juego impuesto por sus tiempos políticos. Sólo encontró el limite de sus pretenciones en la batalla contra el campo, que lo enfrentó paradójicamente con uno de los sectores más beneficiados con el modelo iniciado por Kirchner y continuado por Cristina. La clase media urbana del interior del país percibió las ambiciones excesivas del matrimonio del sur y ayudó al campo a levantar sus banderas pese a que era difícil de comprender como una empleada doméstica que apenas llega a mitad de mes aplaudía al dueño de tierras que valen millones de dolares y que protestaba en una caravana subido en su auto importado. Sólo la desmesura de Kirchner en su arremetida logró semejante identificación social entre opuestos.
Las consecuencias de su batalla con la ruralidad la pagó en las urnas. Pero lejos de amilanarse apostó el doble en una jugada que todos percibieron como desmesurada. Kirchner culpó a las corporaciones mediáticas por la factura electoral que le pasó la mayoría de la sociedad por su pelea con el campo. La nueva ley de medios terminó por completar la dimensión del riesgo político en su paso por el poder. Fanatizó a su seguidores y arrinconó a su opositores en un mismo espacio político: quienes no piensan como yo son mis enemigos. La forzada definición de estar con él o contra él es otra dimensión de su desmesura.
Cuando la muerte que a hasta el más cuestionado santifica, cuando la pasiones despertadas den paso al análisis equilibrado, cuando en las lecturas históricas se pongan en perspectiva la trascendencia de algunas decisiones por él adoptadas, tal véz comprendamos que Néstor Carlos Kirchner algo habrá hecho en el ejercicio del poder para que viejas y sobre todo nuevas generaciones encuentren en el ideario del hombre hoy físicamente ausente el alimento de sus acciones.
El tiempo y las circunstancias dirán si se hará realidad lo que le pidió en una reunión a jóvenes dirigentes militanes de su proyecto político semanas antes de su muerte: «no quiero ser el último de lo viejo, quiero ser el primero de lo nuevo».

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