¿Cómo debe ser la escuela del futuro inmediato?

0
Compartir

Al analizar la escuela actual, sus aciertos y desafíos, no debemos sortear indagarnos por la compleja relación entre docencia y tecnologías. Entiendo que estas incógnitas intentan analizar el lugar de la escuela para el futuro, ya que ella tiene como una de sus primordiales intenciones la construcción de la ciudadanía para las jóvenes generaciones. Me pregunto ¿Qué procedimiento utilizaríamos para la eficacia de la inclusión de las tecnologías en las aulas? Siguiendo a Edith Litwin, experta en estas temáticas, “es dable dar la razón a cuatro actos que dan cuenta de los modos en que los docentes han incluido las tecnologías en las aulas, resignificándolas con fines educativos: la escena de la ayuda, la escena optimista, la de la producción y la escena problematizadora”.

Así se permite concebir los juicios de los docentes y el sentido que le dan a su agregación en las aulas. Los docentes entienden que su uso les propondría una ayuda frente a los dificultosos contenidos de la comprensión y beneficio frente a los arduas cuestiones de enseñanza. La ayuda también se formaba porque las tecnologías reparaban un problema complejo, que según Litwin era “cómo sostener el interés de los estudiantes”. Quizás el tema de la motivación podía ser el gran desafío cual era y sigue siendo, “sostener ese interés con la suficiente fuerza como para que acompañe todo el proceso de enseñanza, y no quedarse como un interés reactivo”. A mi entender, utilizar la computadora para presentar un tema, es uno de los modos de motivar o mantener la atención de los alumnos, fuente esencial del sostén de la acción. Las tecnologías parecen tener vida cual fetiche para certificar la superación del aprendizaje de los estudiantes. Los afectos juegan mucho en esto, ya que tanto se repiten sus creencias en torno a los efectos de su uso y su apego al mecanismo tecnológico. Voy a utilizar una metáfora de Howard Gardner “maravillosa puerta de entrada al conocimiento”. En la cultura multimedial los alumnos acompañan códigos y contenidos que han sido escogidos con cuidado junto con  nuevos lenguajes y contenidos audiovisuales. Los lenguajes audiovisuales muestran al  mundo cual es,  fragmentado y veloz que desencadena fisonomías cognitivas desconocidas: “pensamiento atomizado, no relacional, no explicativo, no argumentativo, sin jerarquización semántica; rasgos conocedores totalmente enfrentados a los que pretende desarrollar la educación formal sistemática, en cualquiera de los niveles de la enseñanza”. A la vez, son también problemáticos los rasgos que definen un escenario en que los niños y jóvenes tienen un gobierno mucho mayor de las nuevas tecnologías que sus docentes, porque tienen la posibilidad de recurrir a un inmenso caudal de información en las que hay que establecer criterios evaluativos permanentes para que la dirección sea lo más indiscutible posible. Así ya el docente recobra trascendencia y preeminencia. Actualmente en los sistemas tradicionales de educación, la relación docente-alumno se entiende a partir de considerar al docente como proveedor de información y al estudiante como un “usuario consumidor”. Pero estas orientaciones modernizadas permiten analizar críticamente los papeles activos y pasivos planteados. A partir de la expansión de Internet, las tecnologías pasaron a jugar, además, un papel nuevo en tanto aseguraron la provisión de información, sobre todo, permanentemente actualizada. Por esta razón, nos preocupa como docentes, la posibilidad de enseñar de forma crítica a reconocer el valor de la información y generar discernimientos de exploración y validación de la misma. Es clave aquí el papel que los docentes le establecen a las tecnologías, pues necesitan tener a su práctica ofertas renovadas para ayudar al proceso de formación que mejor se adecue a sus necesidades, intereses y posibilidades. Es valiosa la escena de la producción. La  difusión del saber, por fuera de la escuela, para Litwin “es uno de los retos más fuertes que se le plantea al sistema educativo”, porque involucra enseñar la complejidad de escrituras y lenguajes en los que se engendran las informaciones. Aprender a leer significa, en estos casos, “aprender a distinguir, a discriminar, a valorar y elegir la información reconociendo dónde y cómo se fortalecen los prejuicios o se renuevan las concepciones democráticas”. Para terminar diría que  las instituciones educativas juegan un papel medular en la promoción de la conciencia del valor del conocimiento en la sociedad contemporánea.

LIC ELENA FARAH

Commentarios

commentarios

Compartir