La historia de angustia y fe detrás el hallazgo que terminó con 18 años de encubrimiento

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Horacio Zorzini, el trabajador que encontró los restos de Alejandro Flores al final de una alcantarilla en un predio baldío, afirma que regresó al lugar «infinidad de veces». En el sector se creó un santuario con imagenes del niño, flores y juguetes. Tres meses antes del hallazgo, en la vivienda de Zorzini fotografiaron lo que aseguran es la imagen de una virgen. «Cuando tomé el cráneo dije que se trataba de Ale y no me equivoqué», aseguró.

Foto: Imagen de la Virgen fotografiada en la vivienda de Zorzini.

El recuadro con una imagen que parece descubrir el contorno de una virgen ocupa un espacio central en el hogar de los Zorzini. Horacio adjudica a aquella postal tomada en abril del 2008 sobre el cemento del garage de su casa una premonición, la señal que anticipó el hallazgo que cambió su vida y terminó con 18 años de encubrimiento.
El hombre de barba de varios días y gesto apesadumbrado, es la razón por la que el caso que desnudó la más absurda impunidad policial y judicial.
Hace exactamente dos años, al final de una alcantarilla en un terreno baldio próximo a la quinta de AATRAC, Horacio Zorzini apoyó su rostro sobre el contorno superior del cráneo de una criatura. Ante la mirada sorprendida de un compañero de trabajo ubicado a pocos metros no dudó en afirmar que se trataba de Alejandro Flores, el niño de cinco años desaparecido el 16 de marzo de 1991.

– ¿Cómo recuerda la mañana del 2 de julio, exactamente hace dos años?
– Realmente como si fuera hoy, cómo si recién tuviese la cabecita del niño en mi mano. Igual, exactamente igual. Ese día me habían llamado de AATRAC por un robo que habían cometido. Mi cuñado me convocó para arreglar el tejido que habían roto. Fuimos a ver si habían tirado algo en el terreno y por alguna razón inexplicable me dirigí a la alcantarilla. Llegué al lugar, me apoyé sobre el hueco, empecé a excavar y con el rostro toqué el pedacito de cráneo.

– ¿Cómo fue toparse con ese hallazgo?
– Lo tuve en mi mano y apenas pude verlo se me vino la imagen de Ale. Le dije a mi cuñado que era Alejandro Flores. Después llamé a la Policía

– Hay una situación previa que tiene que ver con una interpretación mística de otro hallazgo…
– Viendo tiempo atrás cómo sufrían los padres hice un pedido especial a la virgen de la que soy devoto. Esto fue en febrero de 2008. Dos meses después apareció en mi casa la imagen de una virgen y según dijeron los curas que la vieron había una misión que tenía que cumplir. No se sabía que era pero se inició un camino que me llevó a encontrar los restos de Ale.

– Para usted esa imagen fue un anticipo de lo que pasó después
– Pedí tanto para que me llevase a donde fuere, que se cumplió.

– Aquella fue una jornada extensa, de mucho frío, en la que los padres de Ale presumían que la búsqueda había terminado. ¿Cómo vivió esas horas con ellos?
– La verdad no se cómo pasé ese día y los que siguieron. No entendía nada, pero tenía una paz muy intensa. Al tercer día se me vino todo de golpe y me puse a pensar en lo que pasó.

– A dos años del hallazgo el caso sigue impune. ¿Qué sensación tiene de lo que hizo la Justicia?
– Siempre dije que la Justicia es un cartelito perdido en el desierto. Acá se habla de leyes que se acomodan. No existe. Los padres van a tener que seguir luchando 10, 15 años y así seguirán.

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