Lecciones del Ajuste Europeo

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 En Argentina la palabra ajuste no existe. Al menos así lo dicen desde la Presidencia de la Nación. Aquí todo va bien se nos informa, pues estamos desenganchados del mundo financiero internacional. Con una cosecha record de soja y Brasil traccionando con la industria automotriz que nos impulsa industrialmente, Argentina tiene un funcionamiento de su economía a toda máquina.

Cercana al pleno empleo la demanda genera inflación. El gobierno no restringe el gasto y los aumentos salariales de 35 % anuncian que los precios no bajarán. Con un dólar planchado debajo de 4 pesos desde hace 7 años todo se encamina a una situación insostenible a largo plazo. Atraso cambiario e inflación resulta una mezcla explosiva para la economía. Es aquello que los empresarios saben y sienten. Hoy nos va bien dicen, pero nos sentimos mal. La Presidenta les recomienda el psicólogo.

     Es que muchos miran lo que pasa en el mundo. En Europa por caso las cosas han tomado otro rumbo. El continente está haciendo un ajuste. Así con todas las letras. Busca reducir más de 100.000 millones de euros. Desde las tierras donde a menudo nos dan lecciones de comportamiento económico ha quedado claro que la indisciplina era la regla. Era aquello de hagan lo que yo digo no lo que yo hago.  Quedó claro de repente, que nadie respetaba el 3 % de déficit fiscal tolerado por el tratado de Mastrich que era la norma de estabilidad europea. Italia tiene un déficit mayor al 5 %, Grecia del 13,6 %, Alemania superior al 5 %, España del 11,2 %, Portugal del 4,6 %, y la lista sigue. En ese contexto el Euro se vino a pique. Todos hacian “como si” cumplieran las reglas de la economía sana. De repente la realidad se presentó.  Europa vió como el mercado provocó la devaluación. No hubo voluntad política que lo evitara. La fiesta se acabó. Allá tampoco parecía existir la palabra ajuste. Ni los textos Franceses de Rene Passet contra la “ilusión neoliberal” que criticaba los supuestos de la economía de mercado pudieron contener lo indetenible. Ahora los sueldos de los funcionarios se bajan, los propietarios deben pagar impuestos por los terrenos no registrados, se eliminan horas extras, se aumenta el IVA, se congelan las vacantes en el sector público, se bloquea que las administraciones contraigan deudas, se terminan las ayudas para los recien nacidos, se paralizan inversiones y en Irlanda directamente se eliminan 17000 empleos públicos. Así de simple un ajuste con todas las letras. La conclusión sigue siendo obvia, no se puede vivir de fiesta en forma permanente. 

     ¿Qué significa esto para la Argentina?, por un lado que Europa devaluó y que ahora nuestras exportaciones hacia allá pierden competitividad. Al mismo tiempo Brasil devalua levemente y nos hace sentir aún más la presion de una economía regional que nos supera. Ante tamaña complejidad Argentina reacciona con el cierre de las importaciones. Brasil se enoja y la Presidente sigue dando clases en sus discursos por doquier. En Argentina seguimos pensando que nada nos pasará. Que la relación cambiante, evolutiva y complicada entre mercado y Estado ha dado lugar a la primacía del Estado sobre el mercado. Que este último está ahora enmarcado en la política y no en el vacio de poder que supuestamente hubo en los 90s. La verdad, es que tanto el mercado como el Estado son formas opuestas que coexisten de organizar la sociedad. Pero que su interacción es delicada y compleja. Que si bien el Estado construye poder y el mercado riqueza, no es menos cierto que la riqueza del mercado construye poder y el Estado sirve para acumular riqueza. Es una pulseada permanente. Hoy las condiciones son tales que a muchos les va bien pero se sienten mal. No es apenas una cuestión de los psicólogos. Es la sensación fundada de que ante el dólar anclado nominalmente, la base monetaria creciendo, el gasto en aumento, la inflación rampante y el mundo devaluando en algún momento la ilusión de un país aislado de los principios económicos elementales terminará con una sorpresa previsible. Teniendo que devaluar, licuar salarios, licuar deuda pública en pesos y dejar a quienes hoy viven la ilusión del Estado poderoso en la realidad que los mercados a la corta o la larga imponen. Los mercados quebraron la resistencia al ajuste de Europa, ¿será entonces que nuestro Estado está mejor preparado que los Europeos para resistir los ajustes del mercado? , francamente parece  improbable, para decirlo suave…
 Roberto Tafani

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