Grecia disparó una nueva crisis internacional. Europa ha reaccionado con un plan de salvataje financiero. Nuevamente se busca evitar pérdidas en los tenedores de títulos y bonos. La suerte de Grecia sin embargo no cambiará por el plan. Las razones son simples y conocidas por los Argentinos. Veamos:
Grecia tiene un déficit fiscal de 14 % del producto. Claramente no respetó al interior de la Unión Europea los parámetros acordados para estar en la zona del Euro.
Ese déficit se debe a una política de expansión de beneficios públicos a lo largo de muchos años.
Con semejante déficit Grecia ha acumulado una deuda superior a la totalidad de su producto. Si se le otorga el crédito del salvataje, la deuda sera una vez y medio su producto. Con tasas cercanas al 15 % será muy dificil manejarla.
El tercer problema es que para darle dinero se le impone a Grecia un ajuste en el gasto público. Eso implica impuestos y reducciones salariales junto a menores jubilaciones.
Para poder crecer Grecia necesita cambiar sus precios relativos y devaluar su moneda. Sin embargo no puede hacerlo porque está atada al Euro.
Como se ve todo recuerda a la Argentina de fines de los 90s. El país tenía déficit, eso aumentaba la deuda y cuando vino Machinea como Ministro de Economía en el Gobierno de la Alianza se aplicó un impuestazo que mató la recuperación incipiente de la economía Argentina. No hubo blindaje que resistiera. De nada vale aportar plata si el país no crece y el déficit no desaparece. Un préstamo apenas sirve para aumentar la deuda y renegociar vencimientos inmediatos. La solución entonces, era crecer. Para eso había que devaluar pero Argentina estaba atada al dólar. Lo hizo por muchos años. Pero Argentina no era Estados Unidos. Su productividad no evolucionaba al mismo ritmo que el país del dólar. Entonces no había alternativa. Mantener el 1 a 1 era como una soga que asfixiaba por el cuello al país. Las ec onomías regionales languidecían. En el norte el te, el tabaco, la yerba mate, nada de eso funcionaba. Las ciudades estaban desoladas. Los locales vaciós daban cuenta de una economía que no podía reaccionar bajo el mito de la convertibilidad eterna del uno a uno. De nada valieron las recomendaciones de muchos que ya en los años 96 y 97 bien antes de la devaluación brasilera pregonaban salir del cerrojo impuesto a la economía. La pretensión dogmática de que todos los precios bajaran en vez de devaluar puso al país en una encrucijada inevitable. Aquella lección de Milton Friedman sobre el tipo de cambio flexible y de que es más facil hacer subir un precio (tipo de cambio) que bajar todo el resto de los precios de la economía no se escuchaba en Argentina. En nuestro caso todo pasaba por cambiar una ley. Lo de Grecia es peor.
Grecia entonces no tiene alternativa. No alcanza con dar plata a una economía que debe cambiar sus precios relativos. Encima se le impone un ajuste. ¿Cuál podrían ser entonces las posibles soluciones para Grecia? En primer lugar salir de la Unión Europea esto es romper con el mundo del Euro y devaluar. La devaluación licua salarios y deuda. Es un ajuste que promueve la expansión del sector de bienes transables internacionalmente. Grecia ajustaría mientras crece el turismo y puede incentivar sus exportaciones por una mayor competitividad del sector externo. Segundo ajustar el sector público con cuasimonedas que flotarían contra el Euro. Esto implicaría concentrar el ajuste en el sector público y sería no menos duro. Tercero cambiar la moneda con una nueva relación con el Euro. En todo caso, la cuestión es que sin cambio en los precios relativos Grecia no resolverá sus problemas. Si los cambia, la transición será asimismo dura y amarga y nada garantiza una pronta recuperación. La lección entonces es doble: primero toda fiesta se paga y por lo tanto vivir más allá de los medios propios tiene consecuencias inevitables. Segundo la productividad importa y mucho cuando se ata la moneda a un patrón monetario externo. Creer que Argentina era como Estados Unidos o que Grecia es hoy como Alemania fueron y son ilusiones que solo pueden terminar como terminan: muy mal. Lo demás es fantasía pura.
Dr Roberto Tafani