Crimen de Nora Dalmasso – A 3 años del perejilazo, Gastón Zárate sigue imputado sin pruebas firmes

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La libertad de Zárate no significó su sobreseimiento pero obligó al fiscal a indagar en otras presuntas hipótesis. Surgió entonces la acusación en carácter de sospecha leve de Facundo Macarrón y el hallazgo de 3 ADN que todavía no provocaron un avance real en la causa. Zárate continúa imputado, le cuesta conseguir trabajo y pena por la lentitud judicial. Sin querer permitió develar el desvarío de una causa que a tres años se obstina a quitarle el mote de sospechoso y todavía se pregunta: «¿Estaría hoy libre si no se hubiese gestado la marcha del perejilazo?»

Se cumplen tres años del surgimiento del «perejilazo», la marcha popular por la liberación del pintor Gastón Zárate quien sigue imputado por la violación y el crimen de Nora Dalmasso, la mujer asesinada el 25 de noviembre del 2006 en su vivienda de la calle 5, en la exclusiva Villa Golf.
En las primeras horas del 8 de febrero del 2007 quienes eran abogados del viudo Marcelo Macarrón, los penalistas cordobeses Benjamín Sonzini Astudillo y Tirso Pereyra, solicitaron formalmente al fiscal de instrucción Javier Di Santo la imputación del pintor de origen humilde que pasaba a convertirse en el principal sospechoso.
Pocos creían en la versión que generaba el temor y el malestar de los ciudadanos que seguían cada capítulo de una novela de amantes, desvaríos sexuales y traspiés judiciales que hicieron de Río Cuarto la vedette periodística del país.
Di Santo mantuvo al mediodía una reunión en Córdoba y al regresar encabezó una inspección ocular en el chalé de la Villa Golf. La decisión de pedir la detención de Zárate estaba tomada pero aún no se había dado a conocer a la prensa que esperó hasta después de la medianoche en las inmediaciones del lugar del crimen.
El abogado de Zárate, Enrique Zabala, trasladó a su defendido hasta una vivienda que seleccionó especialmente para que pudiera aguardar el resultado del accionar del fiscal.
En la mañana del 9 de febrero Zárate se presentó ante la Justicia y fue derivado en un caótico operativo policial hasta la Unidad Penitenciaria Número 9. Allí observó a través de la televisión como se comenzaba a gestar una de las mayores movilizaciones populares en contra de la Justicia: Nacía el perejilazo.
La denominación de la bronca contra la detención del pintor describía lo peor de la causa. En el crimen donde se conjugaban el poder, el dinero y el ocultamiento social pagaba las culpas el perejil que difícilmente hubiese sido capaz de orquestar tamaña maniobra de encubrimiento como la que permitió que el homicidio siguiera hasta hoy impune.
Las pruebas en contra de Zárate surgían de una charla de amigos, en la que el acusado fabuló una historia que creyó había sido tomada en broma por el resto de los participantes. Se sumó a las sospechas el presunto robo de un celular que nunca fue hallado.
Miles de riocuartenses, convocados en forma espontánea, se sumaron a la primera marcha para pedir por la libertad de Zárate, que se concretaría horas después por decisión del juez de Control Daniel Muñoz.
Con perejiles en la mano, algunas pancartas y gritos de bronca contenida fueron la expresión visible del consenso colectivo en favor de Zárate.
Tras la excarcelación hubo otras movilizaciones que escracharon a funcionarios judiciales y al abogado que asesoraba a los Macarrón, el doctor Daniel Lacase.

Escaso margen

El perejilazo devoró el escaso margen de credibilidad social con el que contaba la investigación y el poder político observaba que el descreimiento también los golpeaba.
El entonces gobernador José Manuel De la Sota se sumó a las críticas de los fiscales del caso al señalar: «yo tampoco les creo». Su sucesor, Juan Schiaretti, pidió celeridad a los investigadores al afirmar que «el gobierno no puede estar ausente si se incendia la segunda ciudad de la Provincia».
La libertad de Zárate no significó su sobreseimiento pero obligó al fiscal a indagar en otras presuntas hipótesis. Surgió entonces la acusación en carácter de sospecha leve de Facundo Macarrón y el hallazgo de 3 ADN que todavía no provocaron un avance real en la causa.
Zárate continúa imputado, le cuesta conseguir trabajo y pena por la lentitud judicial. Sin querer permitió develar el desvarío de una causa que a tres años se obstina a quitarle el mote de sospechoso y todavía se pregunta: «¿Estaría hoy libre si no se hubiese gestado la marcha del perejilazo?»

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