Un año de Jure en el poder – La Imagen y la Sed

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La Biblia y el Calefón – Por Guillermo Geremía. Con la encuesta encargada para autoevaluarse, Jure tuvo en números lo que la gente hablaba en la calle y retransmitían los medios. Más allá de las dificultades económicas, muchos de los problemas del primer año se generaron en una falta de gestión evidenciada tanto en el frente político como el operativo. De allí los cambios impulsados en el gabinete. Eso explica porque la imagen del propio Intendente está por encima de su capacidad para gobernar.

 

«La verdad es que pensaba que llegaba al primer año mucho peor», admitió Jure en la intimidad. El Intendente empezó a transitar el segundo año de su gestión en una tranquilidad que le costó encontrar en sus primeros 12 meses de gestión. Tanto por las acciones de terceros como por los propios errores debió sortear una sucesión de obstáculos, algunos de los cuales lo asechan todavía a la vuelta de la esquina.
Su primer año se asemejó a esos juegos de computadoras en donde el personaje debe gastar tiros y tiros para enfrentar a todos los rivales que se le presentan para lograr llegar al nivel siguiente.
Jure está en el segundo año pero gastó en el primero mucho del capital político que la diferencia en las urnas le había acreditado.
Desde la enfermedad, pasando por el conflicto con Gamsur, la deuda con la mixta vial, su estéril porfía por acotar al juego, el déficit y el impuestazo, los autoconvocados por las construcciones, la pelea con Rins y la tirantez con su aliado Alonso. Hasta las dificultades para estar cerca de los radicales y no muy lejos de los K. Por último la polémica por los derechos de las minorías sexuales y el imprevista irrupción de la gripe A. Jure no se privó de nada.
Algunos de esos conflictos fueron y son producto de hacer del poder una herramienta de cambio. Otros-claramente- son la consecuencia de una desacertada manera de gestionar, de la inexperiencia y del estilo impuesto para la resolución de los problemas. Las marchas y contramarchas en cada conflicto hablan de que la dinámica de estos dominaron a la autoridad política y no viceversa. Hubo mucho ensayo y error antes que soluciones anticipadas.
Los primeros 365 días en el Palacio de Mójica del actual Intendente se asemejan más a los de Alberto Cantero que a los de sus antecesor y correligionario, Benigno A. Rins. Si se quiere también pueden encontrarse similitudes en algunos rasgos ideológicos. ¿O acaso las políticas sociales, elogiadas hasta por los adversarios, no son una prioridad en esta gestión como lo fueron en la del ex Rector?. ¿O no tienen detrás parecidas convicciones el plan de analfabetismo cero de Cantero que el proyecto de extensión educativa impulsado por la actual gestión?.
«El turquito es bueno», dicen por lo bajo quienes minimizan su volumen político pero admiten su vocación dialoguista. En el haber del actual Intendente está la política de apertura a los diversos sectores sociales. Haber roto con los personalismos que dividieron durante años a la ciudad en montescos y capuletos (rinsistas y canteristas). Jure se sentó a dialogar con todos, incluso con aquellos que plantearon inaceptables condiciones sectarias en desmedro de los intereses del conjunto de la sociedad.
Es esa política la que permitió establecer -por primera vez en mucho tiempo- un camino de ida y vuelta entre la Municipalidad , la Sociedad Rural y la Universidad. Falta todavía incorporar la cuarta pata de la mesa social: empresarios y comerciantes miran con recelo a los nuevos habitantes del Palacio de Mójica.
Con la encuesta encargada para autoevaluarse, Jure tuvo en números lo que la gente hablaba en la calle y retransmitían los medios. Más allá de las dificultades económicas, muchos de los problemas del primer año se generaron en una falta de gestión evidenciada tanto en el frente político como el operativo. De allí los cambios impulsados en el gabinete. Eso explica porque la imagen del propio Intendente está por encima de su capacidad para gobernar.
El pasado reciente de la ciudad habla de un Intendente con buena imagen que no pudo conseguir su reelección porque la gente quería ver obras y soluciones. Más acá en el tiempo otro con muy mala imagen se fue con el reconocimiento de un hacedor. No es nuevo el dilema, se repite a lo largo y ancho del país. El desafío es hacer coincidir la imagen con la gestión.
Jure dispone de tres años para saciar la sed de los vecinos de soluciones para sus problemas. Como dice la publicidad de una conocida gaseosa, «la imagen no es nada, la sed es todo». El Intendente debiera probar la bebida y hacer realidad su slogan.

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