Tentativas de escape en la vida cotidiana

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Las cifras de los conductores que manejan alcoholizados va en aumento. El último fin de semana en Río Cuarto arrojó evidencia contundente. La policía verificó que más de la mitad de las pruebas dio positivo. ¿Qué es lo que está pasando con la gente que voluntariamente ingiere sustancias para debilitar sus frenos inhibitorios y se sube luego a un vehículo que se transforma entonces en una potencial maquina de matar? ¿por qué es que las multas que orillan los 500 pesos no consiguen su efecto disuasivo en los infractores que exponen la salud, la integridad física y los bienes de los demás a grave riesgo?

 En primer lugar por irresponsabilidad individual. No hay otra explicación que justifique tremenda falta. Quien tiene madurez para obtener una licencia de conductor es conciente de que hace algo grave. Es una opción por el desvío y la infracción de la norma. Como tal, no hay atenuantes a su responsabilidad.
  Segundo, todo el mundo está expuesto como dice Bauman al absurdo de una vida finita en medio de un cosmos infinito. Aquello, de que ser una chispa entre dos oscuridades provoca angustia como elemento constitutivo del ser. En todo caso, si esas son las consecuencias de la secularización de las creencias, no es menos cierto que la solución individual no puede ser acortar la finitud del otro manejando alcoholizado.
 Tercero en sociología los autores hablan de “Tentativas de escape” de la dureza y la rutina cotidiana. En Inglaterra, se observaba en las prisiones de máxima seguridad como los presos condenados a perpetuidad administraban su tiempo. Como hacían para sobrevivir ante una realidad de encierro de por vida. Luego los investigadores empezaron a percibir que la sociedad de consumo era una especie de prisión abierta. Donde había permanentes tentativas de escape y de busca de la identidad personal. De la singularidad distintiva. Así se descubrió que había que sufrir los lunes, tolerar los martes y comenzar desde los jueves a transitar por los laberintos de la fantasía que da el escape del alcohol y otras drogas.
 Cuarto como ha mostrado Francis Fucuyama en su libro sobre las consecuencias de la revolución bio-tecnológica hay un proceso de sobre-medicalización de la vida cotidiana. Un mundo donde la gente acude a elementos exógenos para sobrellevar la cotidianeidad. Desde fármacos contra la depresión, pasando por medicamentos para controlar la hiperactividad en niños hasta el caso de jóvenes tomando viagra para manipular su propia condición humana. Un mundo en suma, donde la búsqueda de la satisfacción hace que las personas se deshumanicen. Que no se esfuercen por tener aspiraciones, que flaqueen cuando se cruza una piedra en el camino, donde se dejan de lado elecciones morales insustituibles, donde se pierde la responsabilidad por la familia y donde se teme al amor por el dolor que lo acompaña y produce crecimiento en la propia vida.
 El alcohol es parte de todo eso. Una mezcla explosiva cuando se lo asocia a la conducción irresponsable. Resulta claro entonces que con la mundialización de las relaciones interpersonales en el espacio y en el tiempo los patrones de conducta se generalizan. Lo que resta ahora es tomar también los patrones de control que existen en los países desarrollados. Manejar alcoholizado por caso y producir un daño grave a las personas tiene en Inglaterra una pena semejante a la violación. Queda claro entonces que no alcanza con multas de 500 pesos. Las autoridades deben asumir lo que les toca y tratar a los conductores ebrios con todo el rigor que merecen como individuos responsables que optan por desviarse de toda norma de prudencia y respeto por el otro.

Dr Roberto Tafani

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