Pensando sobre la apatía en los ámbitos escolares

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«La pasión no solo es constitutiva del ser humano sino principio de toda comunidad y sociedad, la misma se relaciona con la creatividad y la acción. Es decir, la pasión se pone en juego en la acción”. Enrique Carpintero
«Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión»
Walt Witman
Los que nos ocupamos aledaño con docentes tratando de escoltarlos mediando de co-pensadores en la dura tarea de desarrollarse como educadores y de efectuar contribuciones para la mutación de la educación, recibimos a menudo consejos respecto a la conducta de niños y adolescentes denominado «apatía».

 Estos educadores rotulan a este fenómeno que se ha desarrollado en estos últimos tiempos y que afecta a un sinnúmero de alumnos de todas las edades, como «una falta de interés» en el colegio, en las diligencias, en el futuro, etc. Por supuesto que la apatía como afección ha sido muy estudiada suficientemente por profesionales de todas las ciencias humanas, y tratada en espacios terapéuticos de prevención de Salud Mental. Lo que me lleva a desarrollar este armazón de reflexiones es la necesidad de brindar una respuesta que esperan estos docentes respecto a la posibilidad de hacer algo en la tarea cotidiana respecto a este fenómeno que además, parece írsele la mano del ámbito escolar para instalarse en la misma sociedad.
Pero, qué representa «apatía»?  Ninguna consideración debería obviar la pregunta ya que esta nos transporta al significado profundo del término y nos permitirá desprender de ella las razones. El término «apatía» procede de dos vertientes etimológicas: el verbo en griego significa en primer lugar, «estar afectado por una pasión o sentimiento; experimentar alguna impresión placentera o dolorosa» De allí se deriva, pathos, que significa «pasión (en todos sus sentidos); sentimiento, sensación, emoción. En la vertiente latina, muy emparentada con la griega, y que luego pasará al castellano, se utiliza el verbo «patior»: padecer, sufrir, soportar, tolerar, consentir, permitir» y sus derivados: «patiens»: el paciente y «patientia»: tolerancia, sumisión. Nótese las sutiles diferencias entre las dos vertientes, la griega y la latina. El alumno que transita los escabrosos caminos (curricula) del sistema educativo, también distingue la dicotomía entre aprendizajes escolares y extra-escolares (abismo) Vive el aprendizaje como algo cuya justificación y utilidad está enclaustrada en si misma; despliega acciones organizadas por profesores cuyo propósito muchas veces desconoce. Tiene presente «qué tiene que estudiar», algunas veces no tiene idea de «cómo», ni «para qué» lo tiene que hacer. Percibe objetos frecuentes y naturales de la vida escolar: libros, papeles, pizarrones, tizas, etc. y también el despojo de lo que le es «propio». Si se le preguntara para que sirve lo que está estudiando, las respuestas rondarían alrededor del modelo de sociedad: un modelo de «acumulación» y de «marginación»: «pocos llegan, solo los dotados». Los contenidos los siente como impuestos y ligados rígidamente al contexto en el que fueron aprendidos y su aplicación es posible en contextos similares: el aula. La prioridad excesiva a un reducido sector de la personalidad, hace que el énfasis esté puesto en algunos factores intelectuales: el «retener» y el «repetir»: requerimientos casi exclusivos de los exámenes finales que por algo se llaman finales: toda la educación apunta y termina en ellos. No es excepcional que muchos docentes se indaguen con razón qué es lo que el alumno «retira», «suprime» en su vida escolar. Es precisamente lo que queda afuera de estos exclusivos factores antes mencionados: el sentir, el experimentar, el observar, el investigar, el intuir, el querer, la pasión por el descubrir, etc.
Hace poco se realizó una investigación en un colegio de educación técnica entre alumnos de los últimos años.. Una de las preguntas consistía en señalar «¿qué características de la escuela son más importantes para Ud.?» Algunas contestaciones mostraban la tendencia de casi todos los interrogados, como por ejemplo: «Una de las características que me parece importante es que cada vez que paso de año, te dan menos ganas de estudiar». Esto de «menos ganas de», ¿no hace recordar a algo? ¿Cuál es el rol del docente en la situación de aprendizaje? La situación de aprendizaje es social. Los docentes tenemos «socios» en el aprendizaje, no «súbditos». La tarea educativa consiste en organizar las experiencias a través de la comunicación:
 Dejar que el alumno hable y se exprese
 Impedir que repita lecciones aprendidas de memoria
 Inducirlo a utilizar otras capacidades además de las intelectuales
 Promover la expresión de vivencias personales (qué viste, qué sentiste, cómo lo viviste?) y sobre todo sus opiniones (qué pensás sobre lo que estamos tratando?
 Procurar que el alumno establezca con sus compañeros una comunicación «constructiva» y no Crear un clima donde cada uno se sienta valorado
 Buscar el modo en que cada alumno triunfe en algo
 Presentar a la educación como el desarrollo de capacidades (auto despliegue) y no como una carrera de obstáculos o de vallas que hay que saltar
 Procurar que al alumno aprenda a «amarse a si mismo»
 Impulsar el crecimiento de la identidad: potenciar y promover más el SER que el TENER
 Procurar que el «estudiante no se coma a la persona»
 Acompañar el desarrollo TOTAL de la persona
Cuanto más estimado y admitido se sienta el alumno más le auxiliará a prosperar en sus aprendizajes. Si el docente consigue tener una relación genuina y cristalina, de cálida aprobación, de apreciación como persona diferente, donde repare al alumno tal cual es, posiblemente esto ayude al alumno a sentir y a vislumbrar aspectos de si mismo, a iniciar y afrontar mejor los problemas. Sería muy incauto por otro lado, esperar y intentar que todo se dé en forma mágica. Es un compromiso dificultoso y no constantemente se avistan los resultados; por eso se ha comparado la tarea del educador con la del jardinero:
«Podemos pensar de nosotros mismos no como maestros, sino como jardineros. Un jardinero no hace crecer flores, él trata de darles lo que cree que les ayudará a crecer y ellas crecerán por si mismas. La mente de un niño, al igual que una flor, es una cosa viva. No podemos hacerla crecer metiéndole cosas, al igual que no podemos hacer que una flor crezca pegándole hojas y pétalos. Todo lo que podemos hacer es rodear la mente en crecimiento con lo que necesita para crecer y tener fe en que tomará lo que necesita y crecerá» (John Holt)
LIC ELENA FARAH

 

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