Las tizas no deben ser manchadas con sangre

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Siempre  he escuchado, y además algunas veces comprobado como la autoridad docente ha declinado, pero nunca la enfocamos  también desde los padres, más aún la de los políticos y la de las autoridades educativas. Esto es un problema social que se refleja en la escuela. Se están volviendo simétricas las relaciones que, para funcionar, tendrían que ser asimétricas.

Estoy queriendo decir que uno de los males del “caos” de muchas organizaciones, reside en ese cambio que desordena y vuelve acéfala cualquier organización. Ejemplos en las provincias hay muchos, en Santiago del Estero un chico de 15 años fue demorado en la comisaría después de arrojar una piedra a una escuela hasta adonde había ido con sus compañeros a mostrar sus buzos de egresados. Las autoridades del colegio agredido solicitaron la intervención policial y dijeron que los estudiantes de las dos escuelas se vienen enfrentando violentamente hace varias semanas. En Buenos Aires, la agresión de una alumna de sexto grado a su maestra se sumó a otros hechos similares que llevaron a algunos docentes a reclamar al gobierno provincial medidas disciplinarias contra los chicos. Para el caso, el secretario general de la Unión Docentes de la provincia de Buenos Aires expresó: que “hay chicos más grandes que son delincuentes en potencia”. Y siguió: “Gracias a Dios todavía algunos niños tienen la categoría de alumnos, cuando ya han perdido muchas otras”. Apuntó que “la violencia se ha constituido en un tema mediático por lo espectacular de ciertos episodios que de vez en cuando ocurren, como la masacre de Virginia Tech o el caso de Carmen de Patagones”.
¿Por qué de toda esta introducción? Porqué se ha llegado a un extremo en una comunidad del Partido de Gral. Rodríguez, en Bs. As., en que asesinan a un Director de un colegio, cuya acción valiente fue que denunció públicamente, ejerciendo su autoridad, es decir su posición asimétrica y su sentido social, el tráfico de drogas dentro y fuera de su colegio. Hay demasiada angustia y demasiado dinero invertido en el “nuevo infierno” para que conmueva a la sociedad los crímenes aparejados a su establecimiento. Parece, según los filósofos, que en los comienzos del siglo XXI, “se diría que ni los hombres saben vivir ni los Estados administrar sin el espectro agobiante de algún infierno”. Y ahora se muestra y ratifica al estilo mafioso, a quienes se oponen a ese infierno, por el solo hecho de mostrar la realidad que venimos criticando. Y es un docente-director a quien confiamos nuestros hijos.
Hoy el mercado de la droga esta dividido en blanco y negro, los que capitalizan esta cruzada como protectores y los “potenciales dementes” que se acomodan providencialmente para conseguir su beneficio, y el castigo a quienes denuncian o se oponen. Parecería haber llegado el momento de reevaluar todas las antiguas prescripciones, en interés de cada comunidad. Propongo incentivar encuentros, que según información que poseo, ya se están realizando, en las que participen autoridades de gobierno, directores de colegios, orientadores, profesores y estudiantes, en el entendimiento que la violencia ligada a la droga en el ámbito escolar, se han convertido en una emergencia social que se traduce en las más diversas formas. Desde acosos, maltratos, insultos, riñas, agresiones a profesores, patotas con armas y hasta, como dije anteriormente, hasta muertes en la escuela como la de éste valiente director
El desarrollo de una comunidad a través de la participación activa de sus integrantes puede lograr la transformación de una realidad como la que estamos describiendo. Esta intervención comunitaria promueve su autogestión y genera la capacidad de decisión y de acción que favorece el fortalecimiento comunitario. Cuando una comunidad se desarrolla, crece. No significa necesariamente volverse mayor o más rica, sino más compleja y fuerte. El desarrollo comunitario implica un cambio social, por el que la comunidad se hace más compleja, aumenta el número de sus instituciones, incrementa el poder colectivo y cambia cualitativamente su organización. Al fortalecerse, la situación cambia y su accionar destructivo se complica, por ejemplo, para aquel que trafica drogas con personas, llámese niños y adolescentes. Creo que si esto se produce, en la ciudad aludida, sería la mejor respuesta y el mejor honor para un director que simplemente ejerció su función. Vaya que la ejerció. Con ella se le fue su vida. “Las tizas se mancharon de sangre”, rezaba un cartelito de un alumno de ese colegio.
LIC ELENA FARAH

 

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