Las tres razones y la sinrazón – La Biblia y el Calefón

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Los jueces continuaron una lógica en la lectura de los hechos que solo sufrió un revés en la visión del fiscal Medina. Ante la presión social los jueces dictaminaron el fallo menos popular. «Estamos obligados a una lectura objetiva de los hechos y los elementos probatorios», sentenció Testa ante la maraña de micrófonos y cámaras que lo rodeaban en los pasillos de Tribunales luego de la lectura del veredicto…

Por Pablo Callejón (pjcallejon@yahoo.com.ar)

Razón 1

Los testigos coincidieron en señalar que la tarde del 12 de mayo del 2005 avistaron el auto que levantaba polvareda por la calle que divide las vías del tren del populoso barrio Alberdi. Observaron como una figura que confundieron con una «bolsa de papas» voló por el aire tras ser colisionada por el automóvil de Mariela. En realidad, advirtieron que era ella cuando la mujer comenzó a llorar al lado del cuerpo agonizante y aseguró que no lo quiso matar. Conocieron su nombre horas después, cuando el mote de justiciera  estigmatizaría su conducta para siempre.
Fernando Quiroga escapaba en su bicicleta intentando sostener algunas prendas sin lavar que le había robado a los Galíndez. El auto Volkswagen gris que lo perseguía logró evitar que alcanzara la calle Guayaquil, un atajo que lo acercaba a su domicilio. Los testigos afirman que el vehículo no bajó la velocidad, ni intentó frenar y ni siquiera optó por esquivar al joven y su bicicleta. Fue un impacto recto sobre la rueda trasera del rodado que sentenció la vida de Quiroga y la suerte de Mariela.
La acusada afirma que salió a buscar a su marido, quien se había trenzado en lucha con otro delincuente y que se topó sorpresivamente con «Yeyé». Fernando Vidal, su esposo, había partido en otra dirección pero Mariela asegura que no lo sabía. Su intención fue  incorporar el factor sorpresa y accidental en lo ocurrido aunque testigos indicaron que salió decidida por la calle donde escapó Quiroga.
Añadió Mariela en su defensa que no sabía manejar con destreza pese a que los vecinos indicaron que utilizaba el automóvil habitualmente. 
Luis Avecillas, el ladrón que acompañó a Quiroga en el robo a los Galíndez, jura que Mariela fue tras el joven fallecido y que le advirtió a su marido sobre lo que haría. Avecillas, condenado por el robo, nunca fue citado a declarar en la causa.
El fiscal Jorge Medina relató con detalles periciales y frases testimoniales lo ocurrido. Sostuvo que está probado el hecho, como sucedió y quienes participaron. Sin embargo, destacó que no se pudo precisar con absoluta certeza que Mariela lo haya querido matar. «Esto solo se puede comprobar si la mujer admite su intencionalidad ó las pruebas no dejan lugar a dudas», señaló en su alegato. El argumento es usualmente utilizado en los accidentes de tránsito y Medina citó el caso Cabello -el joven que atropelló a una mujer y su hija mientras corría una picada, provocándole la muerte a ambas- como ejemplo. Cabello quedó en libertad por que la Justicia no logró determinar el dolo eventual -la intención de matar-. ¿Fue este caso un mero accidente de tránsito? ¿Los datos que el fiscal de Instrucción, el juez de Control y hasta la propia Cámara sostuvieron para evitar el cambio de carátula no alcanzaban en esta etapa del juicio?

Razón 2

El Tribunal dictó una condena que contrastó la visión del fiscal Medina, ausente en la sala de audiencias el día del veredicto. Por unanimidad, los jueces Carlos González Castellano, Oscar Testa y José Varela Geuna, evaluaron que hubo intencionalidad  y pidieron 8 años de prisión para la mujer acusada de homicidio simple.
En 15 días se conocerán los argumentos de los magistrados para su resolución pero el quiebre de la visión del accidente es el dato sustancial del veredicto.
Los jueces continuaron una lógica en la lectura de los hechos que solo sufrió un revés en la visión de Medina.
Ante la presión social los jueces dictaminaron el fallo menos popular. «Estamos obligados a una lectura objetiva de los hechos y los elementos probatorios», sentenció Testa ante la maraña de micrófonos y cámaras que lo rodeaban en los pasillos de Tribunales luego de la lectura del veredicto.
«Nosotros resolvemos con base en la ley y las pruebas de la causa; la opinión pública se puede manejar con emociones, con sensaciones o elementos que no obran en la causa y que nosotros no podemos tener en cuenta», recalcó.

Razón 3

Un planteo mayoritario del «vecino común» que respalda a Mariela es reconocer en su rol inicial de víctima la potestad para una reacción posterior y creen que no se la debería culpar por ello. «Si el ladrón no hubiese ido a robar estaría vivo», afirman en una expresión literal. El análisis sostiene que quien provoca la situación no debe reclamar por sus consecuencias, más allá de su magnitud. No importa el tipo de delito, su gravedad ó el valor de lo robado. «Para la víctima los pantalones que les sacaron pueden significar mucho. Ellos son una familia humilde y les costó poder conseguirlos», señaló el doctor Felíx Nieto,  abogado defensor de Mariela, durante su alegato. El abogado se planteó si no hay una intención implícita «de algunos» en solicitar actos de «cobardía» de las víctimas ante el ataque delincuencial. Incluso fue más allá en su evaluación y hasta consideró que el propio Quiroga provocó el marco de riesgo al continuar su fuga en bicicleta generando las condiciones de una colisión que concluyeron con su muerte. «Cualquier otro automóvil pudo haberlo chocado por la situación en la que iba. Es muy difícil mantener la estabilidad a la velocidad que llevaba y tratando de evitar que se le caiga la ropa», indicó. La fundamentación, claro, no habla de choque intencional sino de un accidente que surgía como alternativa a la huída iniciada por el ladrón.
La opción que valida todo accionar de la persona que sufre inicialmente un acto delictivo promueve la discusión sobre la existencia de un hecho de justicia por mano propia. No se trata solo de quien se defiende del ladrón sino de quien decide sustituir el acto posterior de Justicia institucional por el que dictan sus propios medios. No me refiero solo a Mariela y sus intenciones en la búsqueda de la ropa que le sustrajeron. No se reduce  a este caso y su resonancia pública. Sino a la validación social y hasta la argumentación legal sobre esta parcial evaluación de los reparos legales.
La opinión mayoritaria de la gente en las encuestas de los medios de comunicación y la participación en foros de opinión emite un claro mensaje de adhesión a este razonamiento. Emerge un descreimiento a la efectividad de la Justicia y cuestionan el rol del Estado en el combate de la inseguridad.
Nunca se habla de las causas sino de los efectos.  
Mariela Galíndez dijo que no quiso matar a Fernando Quiroga, pide que no hagan lo mismo que ella y afirma que está arrepentida. La mujer educada, sin antecedentes penales, ojos humedecidos y discurso políticamente correcto fue definida por su propia abogada como «una persona común, ni buena, ni mala». Es la imagen típica de la víctima de la delincuencia  que se configura la clase media asediada por la sensación de inseguridad. Muchos de quienes la respaldan en sus horas más difíciles creen que actuó correctamente y que harían lo mismo en su lugar. No puntualizan en el arrepentimiento de Mariela sino que revalorizan lo que advierten como un acto de Justicia.  No se preguntan si la mujer actuó ó no en forma deliberada. Se sienten castigados por su castigo. Piden por ella y reclaman por si mismos. Asumen el poder de la razón individual por sobre el derecho que nos rige a todos. Es el riesgo de la sinrazón. 

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