La escuela que habría que construir

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Para mí es el corolario extraído de la lectura de una entrevista realizada al pedagogo italiano Francesco Tonucci, y que surgió en mí, la necesidad de expresar una opinión con respecto a esas ideas. Tonucci logra con sus afirmaciones, a mí entender, sintetizar un poco lo que cada docente siente en su interioridad con respecto a la labor pedagógica. ¿Qué quiero decir con esto? Que cada docente se siente  registrado como empleado en tareas burocráticas y administrativas, que le quitan tiempo de enriquecer y recrear sus verdaderas prácticas educativas.

Es como estar no solo cautivo sino impotente de modificar la estructura dogmática de nuestra escuela. Todo lo que solicita este pedagogo, debe servir para reflexionarlo, repensarlo e intentar construir un postulado diferente al actual, que permita la consonancia con las complejidades actuales educativas, que el discrimina muy bien priorizando el aprendizaje con lo que llegan los chicos a través de las nuevas tecnologías, y lo arcaico y oficinesco de los contenidos curriculares. Todo este enfoque distinto, no desplaza al accionar de la enseñanza en las nuestras escuelas, sino que las coloca en una posición diferente a la que venía desarrollando, y que a todas vistas era obsoleta, sin creatividad y entusiasmo. El postula que “el colegio no debe asumir un papel absorbente en la vida de los chicos” agregando que al contrario, “la escuela necesita de ellos para salvarla”.
¿Con que se encuentra la escuela entonces?  Retoma la idea de los griegos de incorporar a los juegos como elementos de enseñanza. Porque mediante el juego comienza una tarea socializante, fomentando el conocimiento crítico, aprendiendo a cooperar y trabajar en equipo. “Aprender siendo con los otros”, al decir de Labakè, que es la base de una buena convivencia necesaria para cualquier aprendizaje. Propone un desafío muy interesante: el uso de las tecnologías unido a la incorporación de metodologías de investigación, postulando el método científico como base cierta y positiva. El papel del maestro es el de facilitador  y orientador de todos los saberes adquiridos de la experiencia infantil a través de las tecnologías, llevarlas al aula para un debate enriquecedor, evitando así la fragmentación de saberes: tecnologías extramuros por un lado y enseñanza áulica por el otro. Para Tonucci nunca deben competir sino complementarse.
Expone como práctica tres propuestas 1- La escucha activa de los maestros hacia los alumnos Una habilidad social que prioriza. Para él allí está la clave. . «No hay que considerar a los adultos como propietarios de la verdad que anuncian desde una tarima” Coincido con el maestro italiano, ya que nadie es propietario de los conocimientos ni tampoco dueño de la verdad. 2- Que “las escuelas sean bellas, con jardines, huertas donde los chicos puedan jugar y pasear tranquilos; y no con patios enormes y juegos uniformes que no sugieren nada más que descarga explosiva para niños sobre-exigidos». También coincido, como educadora, que la sobre-exigencia coarta la creatividad y bloquea el fluir libre del entendimiento. 3- La escuela no debe ocupar todo el tiempo de los niños, dándoles tiempo para jugar y compartir otras actividades. Pareciera que Tonucci tiende a una sabia utilización de las tecnologías, pero a la vez emplea un criterio show life (una vida pausada), en contramano con fast life (vida vertiginosa) que propone la cultura planetaria actual, a la decir de Edgar Morin.
Ante la pregunta de ¿Cómo concibe usted una buena escuela?  “La misma debería pensarse a sí misma como un lugar que ofrezca una propuesta rica: un espacio placentero donde se escuche música en los recreos, que esté inundado de arte; donde se les lean a los chicos durante quince minutos libros cultos para que tomen contacto con la emoción de la lectura. Los niños no son sacos vacíos que hay que «llenar» porque no saben nada. Los maestros deben valorar el conocimiento, la historia familiar que cada pequeño de seis años trae consigo”. Eso es para mí la creación de un clima áulico coherente donde lo funcional, arquitectónico y afectivo evita mundos aburridos. Sin aprendizajes, sin vida. Estimo que todo docente percibe lo que estoy relatando.
Ante la pregunta ¿Es positiva la doble escolaridad? Tonucci expresa que “es absorber demasiado la vida de los niños, no tiene valor pedagógico, ya que no sirve para profundizar ni para recuperar conocimientos”  En nuestras realidades socio educativas coincidimos la importancia que tiene para cierta franja escolarizada, la extensión del horario, con el cuidado que no se transforme en una “banda ancha cuantitativa” en desmedro de una “banda estrecha cualitativa”. De allí la importancia de discriminar hacia que población escolar va dirigida. Para terminar, viene bien con lo relatado, un proverbio sufi “¿Se encuentra ahí el pastor para el rebaño, o el rebaño para el pastor?”
LIC ELENA FARAH

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