Las añoranzas de las fiestas de fin de año

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Cuando me propuse escribir un artículo sobre las fiestas de fin de año no pude soslayar una inflexión melancólica ante la inminencia de las mismas. Es que, según observamos los especialistas, se trata de una temporada cargada de gran afectividad tanto positiva como negativa, y que en términos de salud mental se la ha considerado siempre como un periodo especialmente de riesgo para aquellas personas que sufren de depresión, ya que posibilitarían la puesta en escena de una verdadera melancolía.

Palabras como “Navidad”, son como espejos de feria que devuelven de manera múltiple la imagen semántica, pues más que otros significados, su raíz encarna profundo sentimiento familiar. Estas fiestas de fin de año tienen un componente especial, al ser un periodo de tiempo prolongado pueden exacerbar con mayor potencia aquellos trastornos obligando a inquirir la consulta especializada. Los símbolos y mensajes alusivos a las mismas están presentes en todos los medios de comunicación convirtiéndose en un factor adicional difícil de eludir. La idea de felicidad que aparece en esos mensajes comunicacionales, no tiene nada que ver con la realidad que viven muchos individuos y familias con problemas, ya sean económicos, personales, laborales, de pareja, etc., pero con mayor intensidad en aquellas personas que sufren de nostalgia profunda; un sentimiento de dolor ante algo que la memoria busca recuperar, y de esa búsqueda solo queda el fruto de la añoranza. No estamos hablando de depresión, nos referimos a la melancolía o tristeza mayor que invade a esas personas en las épocas festivas. En general se desencadena en parte por las exigencias y  presiones de dar regalos (sobre todo en tiempos de mala economía), asistir a varios compromisos, intentar siempre verse bien, además de excesos de desvelo, bebida y comida. Las de fin de año son las fiestas más grandiosas. Es que todo es imposición, debe y tiene que ser alegría, paz, felicidad y buenos deseos ¿Es así, no? Me pregunto ¿Entonces porque muchas personas se deprimen con las mismas? Ya los ingleses la llaman «Christmas Blues» o la “melancolía de las celebraciones”.Los ajetreos y gastos de las fiestas navideñas y los recuerdos del pasado, provocan efectos emocionales en personas susceptibles, reactivando su melancolía o depresión. La mayoría de las veces estos problemas son ligeros y pasajeros, y lo pueden controlar ellos mismos, pero en otras ocasiones la situación es más severa y se necesita consultar a su especialista en salud mental. Muchas personas están en proceso de duelo por la muerte de un familiar, suelen desarrollar durante las festividades un llanto fácil y disminución de su estado de ánimo. Sin embargo, la nostalgia que en ocasiones provocan, suscitan el recuerdo de familiares ya fallecidos, pueden ser de gran importancia como desencadenantes de procesos negativos de la vida aún no resueltos. Al fin y al cabo, estas celebraciones son “ineludibles” y vienen a ser una manera “fiestas de dolorosa de felicidad”.
Para Pamuk, escritor turco, utiliza la palabra hüzün para definir melancolía, como un “mal común de todos aquellos atrapados entre el borroso recuerdo de una lejana gloria y el incierto presente de una modernidad que huye hacia delante”. Para nosotros los especialistas, sería el precio que se paga por vivir en la frontera donde se tocan y se rechazan dos mundos: el pasado y el futuro. La persona melancólica, sobrepasada por el transcurrir del tiempo, es lanzada hacia el mundo pasado. Se trata de una enfermedad del tiempo, por ir negativamente en relación al mismo. Tiene la impresión de girar en sentido inverso a la tierra. El tiempo es y no puede ser más que una especie de “eternidad del pasado”. El pasado no pasa y no se sobrepasa. La conciencia temporal del melancólico está anclada en el pasado. Sería como una identidad incierta. Un mundo perdido que no se puede recuperar, pero cuyo espíritu vaga por calles de incertidumbres e incógnitas, iluminadas por la luz lánguida de la nostalgia. La melancolía es una enfermedad, y tiene que ver no solamente con la pérdida o la muerte de un ser querido, sino también con otras aflicciones espirituales, sobre una base fisiológica de vulnerabilidad psíquica. Siempre buscamos decodificar ese sentimiento en la mente de cada persona. Porque cada una tiene su propio hüzün. Y son, en estas conmemoraciones, el juego favorito de los protagonistas de estos encuentros familiares anuales, el re-vivenciar una y otra vez, la lista y el recuento de todo lo transitado, lo que se volvió para siempre invisible: amores perdidos, esquinas felices, ciudades o barrios, etc. A veces se refuerza la negación de lo sucedido, otras veces aparece de pronto una discusión, porque no hay acuerdo sobre los borrosos recuerdos. Ejercicios constantes en contra del olvido, la terquedad infinita de recuperar lo perdido recordando. Y todo empezó en una “celebración” familiar.
DR EDUARDO MEDINA BISIACH

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