La Biblia y el Calefón – La verdad es triste

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Por Guillermo Geremía – No es posible comprender que los ojitos levemente desalineados de un gurrumín de pelo renegrido generaran menos compasión que rostros identificados con otros patrones de estética. El origen social no puede ser condicionante del estímulo de respuesta. 

Es triste saber que la Justicia tiene nulas o casi nulas posibilidades de hacer pagar las culpas a los responsables. Pero se instala de inmediato la convicción que si la Justicia no puede, será la política la que pueda, cambiando lo que haya que cambiar. 

Es triste imaginar que una, dos o varias personas se organizan en un pacto de silencio para ocultar la muerte de una persona. Más triste si se trata de un niño de cuatro años. 
Es triste pensar que nuestra Justicia es incapaz de encontrar a una persona y sólo el hallazgo fortuito de un vecino que buscaba otra cosa logra lo que no pudo uno de los poderes del Estado en 17 años y 6 meses. Más triste aún constatar que fueron ignorados o subestimados desde el poder judicial los indicios directos e indirectos que fueron apareciendo. 
Es triste pensar que quienes están llamados por vocación para dar seguridad a nuestras vidas se confabulan para ocultar las responsabilidades de algunos de ellos. Que puede más la conveniencia corporativa que el humano sentimiento de bien nacidos. 
Es posible confiar ciegamente en una organización de personas en donde se premia el mutismo cómplice y castiga sin dudar la valiente revelación. Es imperioso cambiar la lógica de la promoción. Es el profesionalismo, el compromiso con la verdad y los valores humanos quienes debieran primar y no la genuflexión obsecuente. 
Es triste constatar que como sociedad no levantamos hasta el último ladrillo buscando a ese niño que de por vida nos seguirá interrogando desde la repetida fotografía  con su mirada de «no me dejen sólo». Tuvieron que pasar siete años para darnos cuenta con Lorena Micaela que otra actitud era posible. 
No es posible comprender que los ojitos levemente desalineados de un gurrumín de pelo renegrido generaran menos compasión que rostros identificados con otros patrones de estética. El origen social no puede ser condicionante del estímulo de respuesta. 
Es triste saber que la Justicia tiene nulas o casi nulas posibilidades de hacer pagar las culpas a los responsables. Pero se instala de inmediato la convicción que si la Justicia no puede, será la política la que pueda, cambiando lo que haya que cambiar. 
Es triste la verdad. Alejandro Flores apareció muerto. No tiene remedio.

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