Violencia juvenil y amplificación del desvío

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La pelea entre dos adolescentes disparó hace poco una catarata de noticias y reportajes en la ciudad. Se enmarcó el hecho como una cuestión que parecía acercar la sociedad al borde de una nueva realidad y que debía se tratada por especialistas para contener la onda de violencia estudiantil instalada. Se mostraba la pasividad de los compañeros quienes, mientras otros se lastimaban, ellos filmaban la pelea y hacían dinero vendiendo la filmación entre pares.  

Estos hechos ocurren y deben controlarse sin duda. La cuestión sin embargo levanta una serie de preguntas que deben ser respondidas: ¿Es esta situación algo excepcional en Argentina o hay antecedentes en otras sociedades sobre el comportamiento agresivo juvenil? ¿En que contexto de sociedad actual ocurren? ¿No estaremos amplificando el problema en vez de solucionarlo?
 Primero, la evidencia criminológica desde hace décadas (ver por ejemplo el clásico del Dr Donald West “The Young Ofender”) indica que los jóvenes participan apenas en una pequeña fracción de la violencia social. Que no hay nada que se parezca a ese imaginario que muchos creen ver de una catástrofe inminente en manos de jóvenes desviados hacia la violencia irracional.   En segundo lugar, la evidencia muestra que la agresión aumenta con la edad, siendo insignificante antes de los 14 años, cercana al 5 % de todas las infracciones para menores entre 14 y 16 años y del 12 % para los varones entre 17 y 20 años. Como el promedio de violencia fue del 8 % para todas las edades, esto muestra que hay una franja etaria que aumenta su propio riesgo a medida que se acerca a la etapa final de la adolescencia para luego declinar con el propio crecimiento en el ciclo vital.  Si esto es así, hay que preguntarse si la rotulación y la exposición que de ellos se hace en los medios y en la respuesta exagerada de la propia sociedad no resulta ser en realidad, contraproducente. La tercera cuestión, que la sociología del desvío deja en claro, es que en muchos casos la agresión resulta de frustraciones crónicas derivadas de la falta de afecto parental, de jóvenes que son permanentemente tratados en forma autoritaria y que recibe nada o una escasa recompensa por los esfuerzos que realiza. Son jóvenes en definitiva, que están muy sensibilizados por sus propias experiencias frustrantes que a la mínima provocación reaccionan con una conducta agresiva. El problema entonces, empieza por casa y el entorno familiar antes que por los propios jóvenes.
 La segunda pregunta refiere al contexto de la sociedad Argentina hoy. No hay dudas que si un sábado a la noche cuando la familia está reunida frente al televisor lo que se observa es la repetición incansable una y otra vez de la pornografía disfrazada de competencias de baile, los reportajes repetidos sobre homosexualidad y películas basadas en pura violencia, entonces los valores propagados por los adultos resultan claros y explícitos. Si a eso se le suma el hecho de que las muestras de actividades de búsqueda más frecuentes en Internet señalan que entre las tres primeras están los sitios sobre sexo y fútbol entonces los valores quedan claros. Si a todo eso se le suma que la excusa para la insinuación sobre sexo, la cultura del cuerpo, el egocentrismo potenciado y la exacerbación de la belleza física es ayudar a gente que tiene problemas verdaderamente insufribles entonces todo termina en la peor ecuación posible: la de una sociedad que usa el dolor ajeno y la búsqueda de la caridad para proyectar la peor contracultura de valores visto en mucho tiempo en Argentina. En ese contexto, ¿se puede uno asombrar que nuestros jóvenes vendan sus videos sobre peleas de estudiantes cuando han sido sensibilizados en la cultura del comercio, del éxito falso y del individualismo enajenante por una sociedad cuyo Estado parece ausente?
 Finalmente la amplificación del desvío. Uno se pregunta ¿para que sirve pasar una y otra vez las imágenes de la violencia?, ¿Qué aporta a la solución del problema en los hogares sin afecto o la cultura de contravalores que vivimos? ¿Por qué ayudar a construir una realidad que ni es tan difundida, ni única, ni tan grave como se pretende al hacer creer que estamos en el desborde total de una juventud casi perdida? Dicho de otra forma, cuales son las definiciones de la realidad dentro de la cual ocurre esta reacción mediática? Desde hace mucho Leslie Wilkins demostró la existencia de mecanismos amplificadores del desvío por la propia sociedad de medios masivos. Nos enseñaba que cuando una sociedad define a un grupo como desviacionista, tiende a reaccionar contra ellos para aislarlos y alienarlos de la compañía de la “gente normal”. En esa situación, la persona que ha cometido la infracción tiende a desarrollar sus propios valores y normas lo que vuelve a potenciar una reacción aún peor de la sociedad y así por delante, para construir un espiral que termina en una profecía auto cumplida. Dicho en dos palabras, en una sociedad donde los ricos golpean a los pobres como se vio recientemente en el Chaco, en el seno de estructuras familiares autoritarias que frustran nuestros jóvenes, en una sociedad que fomenta contravalores como cultura, lo último que deben hacer los medios es ignorar el concepto de amplificación del desvío que termina por gratificar a quien arremete contra sus propios compañeros mientras el resto disfruta con el dolor ajeno. Triste y amargante, pero es nuestra propia realidad.… 

Dr Roberto Tafani
 

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