Otro desprecio a la clase media

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Cristina Kirchner lanzó un plan de becas universitarias. Una gran idea sin duda. Sin embargo aún en esa ocasión su conocido resentimiento la traicionó y en el discurso atacó a la clase media. Dijo textualmente que es “una clase media Argentina, que muchas veces se cree solamente producto de su propio esfuerzo, sin advertir que es el producto de un modelo económico que la ha generado como tal”.  Nuevamente tenemos que escuchar como en la percepción de los Kirchner la clase media es determinada desde macrofuerzas externas.

Toda una proposición sociológica sin duda, que los va pintando como lo que son, personas que no creen en la libertad. Que no creen en la acción humana. Prefieren a Marta Harnecker antes que a Von Mises. El matrimonio Presidencial, se empeña en insultar a la clase media caracterizándola siempre como un resultado del destino. De fuerzas que operan desde afuera y donde su voluntad no interviene. No hay acción social sino determinismo estructural en su paradigma conceptual. No hay voluntad ni elección, sino apenas impulsos exógenos que la determinan como si fuera una bola de billar que se mueve porque otros la manipulan. Es puro determinismo social que se empeña en negar cualquier individualismo metodológico.
Su marido el ex Presidente en el último acto durante el conflicto agrario había tenido una visión similar. Describía a la clase media como “instrumentada” por otros sectores para atentar contra sus propios intereses. Nestor Kirchner la acusaba en definitiva, de tener algo así como una “falsa conciencia” de clase. Ahora la Presidenta, la caricaturiza como confundida y sin capacidad de acción autónoma. Recuerdan sus palabras, aquella juventud peronista de los setenta en la Universidad de Córdoba cuando a quienes estudiaban arduamente para recibirse con el sacrificio enorme de sus padres eran despreciados como “soldaditos del sistema”o pobres jóvenes confundidos. El mismo tufillo pedante propio de la prepotencia simplista, estereotipada y superficial.  Por supuesto, en el nombre del “cambio progresista” y la acción política “revolucionaria”. El resultado equívoco de lo que representa como nadie aquello que decía Sábato “no hay nada peor que algo de cultura”. 
La Presidenta ofende porque la clase media piensa y actúa a favor de sus propios intereses. Es honesta, y trabaja todo el día. Siente orgullo de su sacrificio. De décadas de esfuerzo de levantarse temprano, correr a dejar sus hijos en la escuela y creer en la meritocracia. La clase media Argentina hoy pese al mal ejemplo del gobierno actual de distribuir dinero sin contraprestación alguna  y mediante una maraña de subsidios opacos y a gente poderosa, le inculca a sus hijos la disciplina en el estudio, en el valor del esfuerzo y la contribución del deporte para la hombría de bien. Pero la Presidenta no lo entiende. Cree que todo se debe al modelo económico. Justamente ese que le saca a la clase media su capacidad de crecer por la inflación creada por el propio gobierno.
Se resiste la Presidenta a que la clase media le diga no a su ideología populista. No admite, que la clase media de la cual ella misma viene la haya rechazado con su voto masivo en las grandes ciudades del país en Octubre del 2007 y desde Marzo del 2008 apoyando la protesta del campo por las retenciones móviles. Más que falsa conciencia, la clase media conoce sus orígenes. Sabe que nació como una ensalada ocupacional en el marco del modelo agroexportador de inicios del siglo 20. Sabe que fue el proceso de urbanización y educación que le permitió vivir ajustadamente pero con una esperanza para sus hijos. La clase media Argentina no fue una burguesía industrial que destronó a la aristocracia terrateniente. No hubo aquí atracción desde la ciudad por las nuevas posibilidades que brindaba la industria. En nuestros países las personas eran expulsadas desde lo rural por el latifundio producto de las propias conquistas militares. Al llegar a las ciudades la industria no ofrecía el empleo esperado. Por eso la estructura social de América Latina tiene sus especificidades propias con grandes latifundios, industrialización dependiente y una sobre-representación del lumpenproletariado en las ciudades.
La clase media nació al abrigo de la sociedad donde el capital agrario era hegemónico.  Nunca lo desafió ni hizo una revolución contra él. Cuando pretendió una fracción de la clase media cambiar la sociedad mediante la violencia, lo hizo desde el terrorismo del izquierdismo infantil.  Nunca pudo ser vanguardia del proletariado. La ilusión actual de que actúe de esa forma existe solo en la mente extraviada de malos estadistas. Como Nestor Kirchner por ejemplo.
Nuestros países al intentar replicar “la transición original” como se llamó al pasaje de la sociedad estamental (feudal) europea (basada en la sujeción interpersonal, el atraso tecnológico y la saturación religiosa en todos sus ámbitos) al capitalismo basada en contratos desiguales que impone la tenencia de la propiedad por parte de pocos fracasaron si esa transición significaba quitarle el poder al capital agrario. Aquí los industriales fueron siempre protegidos del Estado que con inflación empobrece a la clase media. Esa industria tiene una tradición rentista, proteccionista, y dependiente de devaluaciones que licúan salario y obligan el consumo caro y de baja calidad. Es una industria que no se acostumbra a la competencia ni a la disciplina que impone el mercado. Una industria dependiente de la tecnología externa. La clase media sabe todo eso. No está confundida y sabe el sacrificio que debe hacer desde el esfuerzo personal para progresar. Encima de todo tiene que aguantar el insulto Presidencial de una dama que gastó 8 millones de pesos en 24 días. De quien se aloja en hoteles de 800 dólares la noche. Claramente esas no son costumbres de la clase media Argentina, que sabe que lo que tiene, es por el trabajo duro, y no por la expoliación a sus propios connacionales como parece hacer el propio poder ejecutivo en la actualidad.

Dr Roberto Tafani

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