Caso Ale Flores – Crónica de un hallazgo que podría develar lo que pasó con el niño después de 17 años

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A solo 4 cuadras de donde fue visto por última vez la tormentosa jornada del 16 de marzo de 1991, fueron hallados los restos óseos de una criatura menor de 6 años. Los datos obtenidos provocan la expectativa de los investigadores y el ruego de los padres por saber que pasó con Ale. En una tensa y larga jornada, quedó la inevitable sensación de una verdad previsible y trágica.

Observe el fotorreportaje del caso

Pablo Callejón (pjcallejon@yahoo.com.ar) – Horacio Zorzini asegura que es un hombre sin miedos. Tras comprobar que durante la noche habían robado en la quinta de AATRA, donde es empleado, decidió salir a buscar parte del botín que podría haber sido abandonado en la fuga. El terreno lindero al predio gremial aparece como un lugar propicio para que ladrones decidan, sin apuro ni riesgo, lo que valía la pena llevarse.
El hombre de barba desprolija y piel castigada por el sol y los años, revisó entre árboles y malezas y hurgó en cada hueco y desnivel que surgió tras la actividad de quinteros en la tierra hoy descampada. Poco después de las 10 de la mañana se topó con una alcantarilla al final de una acequia que servía de sistema de riego para la producción hortícola. Cuando revisó el interior oscuro y nauseabundo su rostro rozó parte de una esfera suave de color amarillento que confundió con un zapallito anco. Al tomarla observó una calavera pequeña que cabía en la palma de sus manos. La dejó nuevamente sobre la tierra humedecida y llamó al Comando Radioeléctrico. Minutos después sería advertido de que su azaroso hallazgo podría terminar con un misterio de 17 años, que comenzó a martirizar a los riocuartenses el 16 de marzo de 1991.
Parte del cráneo de una criatura fue desenterrado al final del sumidero rodeado de dos viejos árboles de ramas secas infligidas por los habituales cortes de leña durante el invierno. Estaba a 50 metros a la izquierda del límite con la propiedad de AATRA y 500 metros al sur del aristocrático Colegio San Ignacio. Los huesos aparecieron desplegados hacia el fondo, en una extensión de dos metros que obligó a romper las paredes de ladrillos y cemento que cubrían el macabro descubrimiento.
Nunca antes la Justicia había relevado el lugar, pero era una zona siempre sospechada del enterramiento. Esta ubicada a solo 4 cuadras de donde fue visto por ultima vez Alejandro y era, hace 17 años, un lugar cercado por árboles de gran altura.  La fuerte tormenta que se desató la tarde en la que desapareció el pequeño de 5 años, convirtió al sector en un lugar despoblado, sin espectadores ocasionales.
Después de 5 horas de excavación en la alcantarilla, de la que participaron 3 geólogos, dos peritos forenses, dos fiscales, dos odontólogos y varios policías, se determinó que los huesos pertenecen a un niño menor de 6 años y que los restos tienen una antigüedad mayor a 10 años.
El primer dato para definir la edad de la criatura al morir fue la comparación visual del cráneo con la cabeza de un niño que vive a pocos metros del sitio del hallazgo. Luego, se evaluó con rigurosidad científica el tamaño de los huesos y resultó clave observar en la dentadura de la calavera una muela que termina de emerger a los 6 años. 
Víctor Flores, el papá de Ale, estaba separado de Rosa, la mamá, cuando desapareció su hijo y no compartieron palabras en toda la jornada. A las 11:30, el padre fue una de las primeras personas en arribar al terreno. Antes lo habían hecho los fiscales y un móvil policial. Rosa lo hizo poco después acompañada por sus dos hijas, Johanna y Mia, y por su actual pareja. Solo se ausentaron por algunos minutos al mediodía y luego, al regresar, fueron celosos custodios de todo el procedimiento que se extendió hasta las 19, cuando la luz del sol se había extinguido y fue necesario el aporte de Bomberos Voluntarios para iluminar artificialmente la excavación.
Jorge Múo, el agente que denunció ante la Justicia a otros 3 policías de haber atropellado con un móvil de la fuerza a Ale y que luego habrían hecho desaparecer al cadáver, estuvo durante largos minutos observando la tarea de recuperación de los huesos. Intentó pasar inadvertido, pero no pudo. Rosa le dio un afectuoso abrazo y luego habló con Telediario. «Esto demuestra que no mentí» aseguró en un breve diálogo antes de retirarse definitivamente.
Cuando concluyó la agotadora tarea, los rostros de investigadores y familiares reflejaban expectativa y cansancio. «Nunca antes estuvimos tan cerca», afirmó el forense Guillermo Mazzuchelli, y su definición recibió la aprobación de los fiscales Javier Di Santo y Walter Guzmán. Víctor Flores fue cauto y advirtió a quienes habrían escondido el cuerpo de Ale que, «si los huesos no son de él todo esto debe afectarlos en sus conciencias». Rosa volvió a llorar, como lo hizo antes cuando observó por primera vez los restos, y aseguró «por intuición de madre» que «ese es el cadáver de Alejandro».

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