Reflexiones sobre el problema económico de la distribución

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En estos últimos tiempos nos hemos acostumbrado a que los referentes sociales y los medios de comunicación estén siempre de acuerdo en que “hay que mejorar la distribución de la riqueza”. Más allá de que los economistas hablan normalmente de “distribución de la renta”, pensando en la participación en los flujos periódicos, más que de la proporción del stock de riqueza que nos toca a cada uno de nosotros, parece que en este tema habría un acuerdo científico básico sobre cuál es “la mejor distribución de la renta”. Los argentinos estaríamos privados de este estado ideal en razón de alguna oscura conjura en la que participarían activamente economistas y políticos que odian a nuestro país.

 
A poco que el lector se adentre en el tema descubrirá que, como en tantos otros casos, no hay acuerdo generalizado entre los economistas sobre cuál es la mejor distribución. Más allá de que coinciden en que es mejor generar una mayor cantidad de bienes y servicios en una comunidad sin degradar los recursos utilizados para lograrlos; sólo se observan muchas posturas disímiles en el mundo de la distribución. En las sociedades modernas, en las que convive la acción del mercado y del Estado, estamos acostumbrados a decir que la distribución que realiza el mercado es corregida por el Estado que redistribuye la renta de manera de que el resultado final sea más justo, pero la discusión se desata al tratar de señalar el sentido de esta redistribución.
 
Ahora bien, volvamos al principio. La pregunta sería: ¿cuál es la distribución más justa? Es fácil decidir entre una sociedad en la que todos comen caviar y otra en la que todos están al borde de morir de hambre, pero ¿qué es mejor: una sociedad en que todos obtengamos un mínimo de recursos para la subsistencia, convivamos con la desnutrición y a duras penas no muramos de hambre u otra sociedad en que todos salvo una persona excluida manejen BMWs y coman caviar, mientras que ese único excluido muere efectivamente de hambre? La solución del problema será posible sólo si definimos cuál es el contenido efectivo de la justicia distributiva de la renta.
Pidámonosle ayuda al Derecho. Seguro que los juristas deben saber qué es justicia. Desde la Roma antigua Ulpiano (170 -228) nos ilumina: “Justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo suyo”. A poco de reflexionar, otra vez estamos en problemas.  ¿Qué es lo suyo de cada quien? Lamentablemente Ulpiano no lo dice. Necesitamos llenar de contenido este concepto de justicia. Actualmente son las normas jurídicas las que intentan precisar qué es justo en cada sociedad, pero existen miríadas de normas que a veces entran en contradicción entre sí.  ¿Cómo llenar de contenido objetivo la justicia distributiva de la renta? Si lo supiéramos, podríamos discernir si es justo o no que Messi obtenga miles de veces más renta que un abnegado maestro de escuela,  que el hijo de Bill Gates goce durante su vida de un nivel de renta infinitamente mayor que el de un obrero de la construcción o que un vago a quien no le guste trabajar reciba un subsidio durante toda su vida para que no se muera de hambre. 
 
Propongamos entonces dar a cada uno “según sus necesidades” como contenido objetivo de la justicia. El problema será entonces quién será el encargado de discernir cuáles son las necesidades de cada uno de nosotros. En una sociedad moderna el límite entre necesidades primarias y secundarias es muy vago, y todos podríamos firmar una declaración jurada en la que digamos sin dudar que “necesitamos un celular y un DVD” o aún que “que necesitamos unas vacaciones anuales en un resort en Papeete”. No es posible actualmente satisfacer todas estas necesidades al mismo tiempo para todos los integrantes de la sociedad. Simplemente no alcanzan los bienes y servicios existentes.
Quizás utilizando la ciencia política encontremos la solución. Demos una solución democrática al problema. Así como todos “valen uno” al momento de votar, dividamos la renta en partes iguales entre todos. Hagamos que todos y cada uno de nosotros obtengamos exactamente la misma e idéntica porción de renta. El problema aquí será que el sistema económico se quedará sin incentivos para instarnos a producir bienes y servicios. Si todos tenemos asegurada una porción idéntica de la renta, no habrá incentivos económicos para mantener y aumentar la cantidad de bienes y servicios que se generan en una comunidad. Una prueba poco científica, pero muy práctica, de esta afirmación fue un ensayo que realicé en la universidad. Propuse el primer día de clases que todos los alumnos de una materia que dicto tendrían asegurado el “Aprobado” como nota final sin necesidad de examen ni de obligaciones. Luego de ser aclamado por los alumnos, les pregunté si en ese contexto iban a estudiar y aprender algo de los contenidos del programa. Fueron sinceros y me dijeron que no.  Aún el Evangelio cristiano basado en la máxima caridad entre los hombres tuvo que incluir la frase de “que el que no trabaja, que no coma” (2 Ts. 3.10).
 
Que no haya sido posible hasta ahora determinar en la ciencia económica cuál es la mejor forma de distribuir la renta, no quiere decir que no podamos decir nada sobre el tema. Puedo sí sostener que una excesiva concentración de la renta en manos de un grupo de personas no está de acuerdo con mis principios éticos y que tratar de reducir esa concentración por todos los medios lícitos es un razonable plan de actividad comunitaria. Puedo también analizar la viabilidad política y sociológica de una comunidad democrática moderna en la que el 10% más rico de la comunidad tiene por ejemplo ingresos 50 veces superiores al 10% más pobre (datos cercanos a la realidad de la Argentina post-devaluación). ¿Cuánto tiempo podrá soportar esta situación el grupo más pobre sin transformar las tradicionales tensiones sociales en una abierta violencia generalizada? Aún los más ricos que viajan en un avión en primera clase, saben que si estalla una bomba en clase turista, todos terminarán muertos. 
 
Han existido y se siguen produciendo muchas propuestas y sesudos estudios teóricos sobre el problema de la distribución en la ciencia económica que me permiten pensar que alguna vez alcanzaremos respuestas cada vez más válidas para el problema de la distribución de la renta entre los seres humanos. ¿Merecerán quienes las descubran un aumento en su propia participación en la renta o simplemente se conformarán con el Nobel de Economía?
 
Por Sergio Hauque
Contador Público. Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales,  Profesor Titular UNL (FCE), UN E. Ríos (FCE). Profesor Titular de Post-grado en distintas universidades

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