«… los problemas que tenemos precisan imperiosamente de gigantes del arte de lo posible, no liliputienses oportunistas».
PARTICIPA DEL FORO DE GUILLERMO GEREMIA
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El viciado escenario de la partidocracia vernácula esperaba oxigenarse con la reforma política impulsada desde nuestro parlamento.
Una de esas modificaciones, por falta de tiempo o convicción, no pudo aplicarse. Que en elecciones internas y con listas de concejales y tribunos presentadas se pudiese ir semblanteando a quienes aspiran a las bancas legislativas o los sillones de revisores de cuentas. De los dos partidos mayoritarios uno cumplió con el requisito y el otro no. Pero radicales y peronistas realizaron alianzas que alteraron el orden comunicado o callado, ocupando algunos de esos lugares con desconocidos representantes de sus aliados circunstanciales.
Décadas atrás, políticos de profusa oratoria y aquilatada experiencia integraban los parlamentos. Luego el Concejo Deliberante comenzó a perder brillo cuando se pagaron cuentas territoriales con los lugares disponibles. Con la política frivolizada se buscó a extrapartidarios para parlamentar. Dos períodos legislativos acreditaron el fracaso de la experiencia. Se pensó en que las mujeres con la ley de cupo iban a mejorar la cosa y tampoco resultó. La eficacia o ineficacia no es una cuestión de genero. Hoy es la lealtad y el compromiso de campaña el que se paga con bancas, asesores y contratos en el Concejo Deliberante.
No se trata de nombres propios sino de prácticas impropias que lejos de engrandecerla deterioran la calidad de la política. Y los problemas que tenemos precisan imperiosamente de gigantes del arte de lo posible, no liliputienses oportunistas.
Cuando vaya a votar el 22 de junio, ¿va a tener en cuenta a quienes integran las listas para elegir al hombre que sentará en el Sillón de Mójica?
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