¿Qué hacer para controlar la inflación?

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Esta semana, las noticias económicas internacionales tienen que ver con la escalada de precios del petróleo, que en el promedio de los dos precios de referencia en el mundo está en el nivel de los 110 dólares por barril; la continuidad del debilitamiento del dólar frente al euro, llegando éste a ubicarse en 1,59 dólares por unidad; la inflación en ascenso en el área del Euro; y las preocupantes consecuencias de la crisis financiera internacional sobre países como Irlanda, España y el Reino Unido.  

 
A nivel interno, sigue el diálogo, que por momentos parece cortarse, entre el Gobierno y la dirigencia agraria por los nuevos valores de las retenciones y la movilidad de las mismas. El requerimiento del campo, que es dejar sin efecto la medida, es de difícil aceptación por el Gobierno, porque la verdadera motivación de ésta es mejorar la performance fiscal. Al ritmo de gasto presente, el superávit fiscal primario tiende a reducirse de manera preocupante, y el trienio 2009 – 2011 viene cargado de compromisos de pagos externos y el país sigue sin acceso al mercado internacional de fondos prestables. Se entiende así que el Ministro Martín Losteau se predisponga a avanzar en las negociaciones por la refinanciación de la deuda con el Club de París, como lo manifestara en la reunión reciente del FMI y el Banco Mundial en Miami. Pero tan importante como lo anterior es el recrudecimiento de las expectativas de inflación que vive el país. Cada día se hace más evidente que el Gobierno hace agua en esta materia. La nota que se desarrolla a continuación trata de este último tema y las modificaciones que deben hacerse en la política económica.

El agobio de la inflación local
La inflación de marzo según el INDEC, del 1,1%, muestra la continuidad de la política oficial de ocultar la magnitud del fenómeno, como lo viene haciendo desde hace 14 meses. El Gobierno Nacional tiene la creencia que actuando así, finalmente las expectativas inflacionarias de la sociedad se acomodarán a los guarismos que produce el Secretario Guillermo Moreno, quien viene destrozando la credibilidad de las estadísticas oficiales sobre los precios de la economía.
La realidad viene marchando por un carril bien diferente. La tasa de inflación “no oficial” está ya en el orden del 25% anual, donde sólo 7 puntos –en lo máximo- podrían adjudicarse a la inflación internacional, siendo el resto de propia cosecha. En el año 2007, y tomando estimaciones conservadoras, la  inflación “no oficial” habría sido 20%, más del doble de la cifra informada por el INDEC. En el mes de marzo, la variación efectiva de los precios superaría al 4%, receptando la influencia del paro del campo, y para abril el número que se estima es de alrededor del 3%.
Estos números se compadecen de la encuesta de expectativas de precios que realiza la Universidad Torcuato Ditella entre la población, y que en su salida más reciente dio el valor 32,8% para la inflación esperada en el año 2008.
Con estos registros, las autoridades económicas no pueden seguir soslayando al flagelo, y lo más preocupante es que no se puede resolver un problema si a éste no se lo reconoce. El silencio oficial en esta materia no hace más que alentar la expectativa de que la inflación está desbordando a las posibilidades de las autoridades. Es hora de empezar a hacer algo antes que el problema se vuelva ingobernable.

Las consecuencias de la inflación alta
Si bien no son los únicos, la inflación y las diferencias con el campo por las retenciones, son los problemas más urgentes a resolver. La inflación elevada actual está siendo letal para el esquema económico vigente. Con éste, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en una continuidad con el gobierno de Néstor Kirchner, pretende, a través de complejas medidas de intervención gubernamental –y cada vez lo son más-, sostener el ritmo elevado de crecimiento económico, reindustrializar el país y mejorar sustantivamente la distribución del ingreso a través de alzas en las retribuciones reales del sector del trabajo. Son todos loables objetivos, que a veces pueden resultar contradictorios, pero que tienen al tipo de cambio real alto como pieza central de sustentación. No habrá superávit externo ni superávit fiscal primario de envergadura, y que son requeridos, en el futuro si esta variable perfora cierto nivel crítico, y la tasa de inflación actual lo único que hace es acelerar el momento en que ello empiece a ocurrir. Por otro lado, el mantenimiento de este ritmo inflacionario torna cada vez más difícil que los aumentos deseados en los salarios reales efectivamente se concreten, por lo que la conflictividad social puede ir en ascenso.

¿Qué hacer para reducir la inflación?
La experiencia indica que habiéndose entrado al juego de la inflación, como el gobierno anterior lo ha hecho, salir del mismo no es sencillo. Han fracasado los precios máximos (o precios permitidos o sugeridos); las retenciones y la política de subsidios que se le ha adosado; los cupos o suspensión de exportaciones. El accionar del Secretario Guillermo Moreno ha sido poco útil para el país, y su tiempo debería ser considerado agotado. Los puntales de una estrategia contra la inflación deben ser otros. 
En primer término, la dimensión del problema impide que se siga la receta de bajo perfil de Roberto Lavagna, que era ir haciendo sin decir mucho. Aquí, el momento y la urgencia son distintos; por ello deben haber anuncios y convencer a la ciudadanía que hay un plan coherente de medidas, con decidido apoyo político desde la Primera Magistratura. Para calmar las expectativas inflacionarias, es imperioso que la Señora Presidenta de la Nación reconozca en su plena dimensión el problema ante la sociedad.
En segundo lugar, el Ministro de Economía debe dar claras señales de su autoridad y de ocupación en el problema en consideración. Esas señales son:
• El cese de la intervención en el INDEC, con la designación de un Presidente por concurso internacional de antecedentes, que le devuelva la credibilidad perdida al organismo;
• El establecimiento de una meta relativa al gasto público nominal, que lo impida crecer en el año 2008 más allá del 15%, respecto al año anterior, y al año siguiente, no más allá del 10%;
• La fijación de una meta de crecimiento monetario, que acote la intervención de compras en el mercado cambiario y la emisión de títulos de esterilización por parte del Banco Central.
Dando contexto favorable a dicho plan, la autoridad debe anunciar que va a solucionar el diferendo con el campo; que está diagramando una nueva política energética, basada en brindar incentivos adecuados a los productores antes que en el voluntarismo actual (que ha conducido a subsidios e importaciones multimillonarias); que las retenciones son su expresión de la política comercial externa, por lo tanto que eliminará en un corto período las restricciones actuales a las exportaciones; que su meta es ir desactivando la parafernalia presente de intervenciones en los mercados, instrumentando a la par –y en acuerdo con la dirigencia laboral- una política social focalizada que atienda las dificultades temporales que sobre algunos sectores la nueva política pueda traer. 

Alguien podría decir que la propuesta anterior implica un esquema económico diferente, y puede que esto sea así. Sin embargo, permite recuperar muchas de las buenas cosas que el modelo vigente ha brindado: la revitalización de varios sectores productivos, la reducción sustantiva del desempleo y la recuperación del salario real en muchas fuentes de empleo. El esquema actual, como se viene gestionando, va por mal camino, y es preferible actuar ahora, cuando se tiene el tiempo y la oportunidad de hacerlo. 

Lic Santiago Gastaldi
Director Fundación EGE.

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