Universidad y la formación ética cívica

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Siempre creí que el paso por la universidad forjaba un hombre integral, no solo técnica sino cívica y  humanísticamente. Como comienzo de mi anhelo, la Conferencia Mundial sobre Educación Superior en el siglo XXI, convocada por la UNESCO y celebrada en París en octubre de 1998, ya planteaba: “las instituciones de educación superior deben formar a los estudiantes para que se conviertan en ciudadanos bien informados y profundamente motivados, provistos de un sentido crítico y capaces de analizar los problemas, buscar soluciones para los que se planteen a la sociedad, aplicar éstas y asumir responsabilidades sociales”.

De allí surge como prioridad el elemento necesario para los establecimientos de enseñanza superior: el de comenzar con una intensa política de formación del personal docente, tratando de establecer pautas claras, que hoy en día no deberían tomar el papel solo de “sujetos de ciencia”, sino empeñarse, sobre todo, de enseñar  a tomar iniciativas y practicar la ciudadanía. La universidad actual tiene, además de su papel docente y de investigación, una posición privilegiada en cuanto difusora de conocimientos y proveedora de servicios a nuestra sociedad. Cosa que sucede actualmente con nuestra universidad. Por otra parte, su influencia se amplía sobre todas las esferas del pensamiento y la actividad de la comunidad a la que se dirige; sería como la actora principal encargada de la “construcción del universo valorativo” que rige las creencias, conductas y actitudes de nuestra ciudad. Por lo tanto debe asumir la responsabilidad de actuar consecuentemente. Así, tiene que contemplar en su actividad formadora y de investigación, la incorporación de contenidos éticos propios para cada profesión, de forma tal que el futuro egresado además de conseguir ser un versado en su materia, estuviera en condiciones de actuar como ciudadano con base a criterios éticos. Para ello, la formación del futuro profesional no puede reducirse a incrementar su conocimiento sobre deberes y derechos, sino también debe incorporar aprendizajes que permitan su desarrollo ético y moral como persona, tanto desde una perspectiva individual como social. Estoy intentando desde estas disquisiciones, contribuir con elementos y perspectivas que enriquezcan no solo el proceso de la relación entre ética y formación universitaria, sino también el de las cuestiones derivadas, como son las que vinculan a la ética con el ejercicio de las profesiones, con la función no-profesional de los egresados universitarios y con las consecuencias, tanto públicas como privadas del accionar de estos profesionales. Adela Cortina (España) aborda desde la perspectiva de las éticas aplicadas, tres cuestiones que las relacionan con el papel regulador/funcional/orientador que están adquiriendo en la actualidad las universidades: 1- Son referentes teóricos que reemplazan o complementan a los «códigos únicos» que permiten explicar ciertas cuestiones que aquejan a las sociedades múltiples.            2- Como lanzadores de los procesos de deliberación en la esfera pública, imprescindibles en sociedades «moralmente republicanas» para descubrir los principios de una ética cívica. 3- Como elementos impulsores en la construcción de «una ética cívica transnacional  núcleo de una ética global». Del análisis de la relación entre ética y economía, surge la propuesta de una nueva estrategia y la de unos nuevos proyectos educativos que contribuyan a la generación de valores éticos en las prácticas sociales y productivas, basados en una alianza entre empresas y la universidad  dentro de una perspectiva pluralista y moral. Entiendo, junto a otros educadores que la “formación de profesionales” se entiende como un desarrollo armonioso de las capacidades cognoscitivas, técnicas, pero también morales, contribuyendo a un mejoramiento de la sociedad en general. Termino con Savater“La ética no puede esperar a la política. Todo proyecto ético parte de la libertad, y el sistema político deberá respetar al máximo las facetas públicas de la libertad humana”.
LIC ELENA FARAH

 

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