El autoconocimiento como base de la salud mental

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Creo que uno de los problemas centrales del ser humano en la sociedad actual, es el de articular las diferencias de ciertos principios universales de convivencia a través del auto-conocimiento para potenciar una buena salud mental a lo largo de su vida.

Y esto se demuestra en nuestras consultas especializadas, impregnadas de impotencia con un “querer” por un lado, y “un no poder” lograr por el otro, construir una con-vivencia satisfactoria. ¿Dónde reside el problema desde mi perspectiva?
El problema está en la dificultad de establecer el axioma de“ser siendo con el otro”, de Labaké; y esto surge de intentar imponer, por alguno de los protagonistas involucrados, modelos de convivencia rígidos y rutinarios, cuando la realidad nos muestra que la misma es cada instante que sucede en la inter-relación con el otro.
Como explicación, la reflexión nos lleva a los filósofos modernos que han retornado a cuestiones que absorbieron la atención de los antiguos: la cuestión acerca de ¿qué vida deberíamos llevar? y de ¿cómo una vida bien vivida debe ser algo más que una vida que solamente satisfaga nuestras preferencias? Una vez que tomamos en serio estos interrogantes, nos vemos obligados, junto a Anthony Appiah, a reconocer en principio las herramientas con que construimos nuestras vidas, y estas incluyen muchas formas y recursos provistos por la sociedad y entre ellos rescato los valores: es erróneo resistirse al discurso de los valores objetivos, algunos que son y deben ser universales (paz, amor, libertad, entre otros) y otros que son y deben ser locales, emergentes como productos de las creencias y costumbres de la comunidad donde vivo. En todos los valores está la aceptación de la diferencia. No el intento frustrante y obstaculizador de convivencia, que es no tratar al otro como persona diferente, sino que se “adapte” a su modo de ser. Y aquí comienza el fracaso del convivir, manifestado por angustia y tristeza muchas veces exteriorizada como “la necesidad loca de salir”de ese modo de hallarse: vacaciones para “desenchufarse”, adherirse a agrupaciones de cualquier tipo, ceremonias, sobrecargarse de actividades superficiales, o “salidas” de resultado efímero como las adicciones o la violencia. El Hombre de ese modo, es quien complica la co-existencia, porque siempre parte de la perspectiva de “individuo dedicado a hacer su propia vida”, no reconociendo que hay otro/s que está/n involucrado/s en el mismo proyecto, y que no se preocupa por preguntar qué significa la vida afectiva-social en ese propósito que se inicia como compartido, el ser/ siendo/ con el otro. Y esto es contradictorio con el con-vivir. Allí comienza la posibilidad de ayuda especializada respaldando esa necesidad de surgir, con señalamientos para cambiar una autopista indefinida y borrosa por un camino hacia la salud mental. Los especialistas tenemos que explorar y re-evaluar las reacciones de las personas ante las demandas vertiginosas que requiere nuestra sociedad actual, y que a veces es como dice Gilberto Noll, “que difícil es alcanzar la velocidad del día; siempre se me adelanta”.
Considero de suma importancia, y esa es mi tarea fundamental de ayuda, que se perciba como una necesidad fundamental el mayor conocimiento y reflexión posible de uno mismo. Es que todo lo que forjamos representa todo lo que somos, y  a medida que mejor nos conocemos, más sabremos que es lo que  proyectamos hacia el otro y a la sociedad. En general, el ser humano juzga esta tarea de comprensión como muy difícil y compleja, y prefiere huir hacia cualquier suerte de actividad infantil carente de madurez; todo es válido en vez de auto-conocerse. Sabemos que ser libres y creativos significa mayor auto-conocimiento. Sin embargo yo registro en la mayoría de las personas que me consultan, que tienen ocultos (o no desarrollados) el don de la creatividad, y solo se exponen como máquinas a repetición, o como dice Krishnamurti: “discos de fonógrafos que reproducen una y otra vez experiencias, conclusiones o recuerdos ajenos” Y eso no es creatividad. Hay ausencia de existencia creadora sumamente necesaria para la resolución de los problemas cotidianos que se presentan en este mundo complejo. Sin creatividad es difícil la calidad de vida. Cuidado! no confundir capacidad con creatividad. La creatividad surge del mayor conocimiento de uno mismo. Y hacia allí se dirige toda la ayuda psicoterapéutica. Para realmente producir un viraje de nuestra  tan mala calidad vida actual, hay que comprender todo el proceso del propio pensar y sentir en la vida de relación con el otro. Allí está la clave. Y ustedes me dirán ¿Porqué un profesional de la salud mental hace disquisiciones como éstas? Debe ser que cuando se percibe la perplejidad de nuestro propio saber, cuando la trascendencia de nuestra práctica diaria nos reclama como seres sociales, ¿qué hacemos en general?: nos preguntamos, investigamos, estudiamos y luego, reflexionando con sencillez, tratamos de transmitir al otro con prudencia sobre ello. Para finalizar un pensamiento del filósofo alemán Odo Marquard:
“Todo conocimiento debe no sólo extender su propia sombra, sino -además- ofrecer la posibilidad de saltar sobre ella”.
DR EDUARDO MEDINA BISIACH

 

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