Parricidio, una advertencia de lo que subyace en la sociedad

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¿Cuáles serían los motivos que lleva un hijo matar a su/s padre/s? ¿Qué compromiso tienen los adultos y la sociedad en su conjunto? Quizás esos crímenes nos advierten lo que está ocurriendo en lo subyacente de una sociedad y en lo invisible de cada uno de los jóvenes y sus familias.

Solo podemos afirmar, desde una visión ulterior a los sucesos acaecidos recientemente en nuestro país, como son los de Villa Golf o Concordia, que la comunidad marca a esos jóvenes para toda la vida (tengan o no condena legal). Es que la sociedad los posiciona en una “adultización patológica”, dejan de ser niños-adolescentes repentinamente. ¿Que ocurre? A partir de la supuesta implicación en los hechos, se los comienza a considerar como seres “desaparecidos” social y culturalmente.
Por otra parte desde una visión cósmica, no podemos analizarlo exclusivamente desde una patología mental, ya que las causas son multifactoriales y su origen está situado en historias impregnadas de subjetividades propias y del contexto familiar. No hay nada que pueda explicarse de modo simple y unidireccional: cada incidente se produce en función de una serie casi infinita de contingencias biográficas que confluyen en forma desordenada en actos. Un ejemplo lo puede clarificar: si un joven no tiene incorporada en su mundo interior la real importancia de la función de la figura paterna, como el encargado de la ley y los límites familiares, y además co-existe en una cuestión de simetría entre ambos (como si fueran pares), ese hijo no reconocerá a los padres como poder y, en consecuencia, a ninguna figura social como autoridad. Lo no deseado es que esos padres pueden quedar en total estado de indefensión ante él, pudiendo llegar a producirse un descontrol en la relación padre/madre-hijo y en casos extremos, como lo que estamos analizando, producirse hechos de violencia entre ellos. Lo que apreciamos en nuestras observaciones de las conductas humanas, es que esos padres no tienen un buen conocimiento e información de las pautas de crianzas de sus hijos, tanto evolutivas como de las situaciones de riesgo. Por allí ocurre que aquello en lo que habían creído y construido, se revela menos sólido de lo que habían previsto. Habían creído construir una casa, cuando solo habían elevado un monumento a la gloria de valores distorsionados, por lo cual para continuar conviviendo de esa forma adoptan esquemas disfuncionales. Se transforman en familias disfuncionales.
Los especialistas en salud mental, intentamos inclinarnos hacia teorías sólidas que nos permitan acercarnos a explicar lo previo de las conductas criminales. Coincidimos como base interpretativa que existe siempre una “socialización inadecuada”. Consideramos que los parricidas (o/y matricidas) pueden haber  sufrido, durante su infancia, por un lado sentimientos persistentes de impotencia y desamparo, situaciones extremas de privación social o psicológica, abuso y abandonos tempranos, o por el otro, falta de afecto manifiesto por parte de los padres y con frecuencia acercamientos corporales que pueden llevar a relaciones inusuales o no naturales con sus madres. En estas variables influye el nivel sociocultural de la familia. En síntesis, una disciplina familiar inconsistente junto a un débil control social formal, establecen un bajo autocontrol de impulsos en los jóvenes.
Como indica la historia, el homicidio del padre, madre o ambos, es un comportamiento que ha estado presente a través de la evolución de la humanidad y quizá figura como un acontecimiento de importancia histórica; hasta aparece en la literatura psicológica con Freud, que utilizó la leyenda de Edipo Rey quien mata a su padre para quedarse con la madre, situación que le sirvió para explicar lo que el denominó el “complejo de Edipo”.
Lamentablemente los especialistas no tenemos respuestas terminantes a todos los interrogantes que se nos pueden presentar. No obstante, ampliando mí opinión agregaría que estas tendencias homicidas parecieran más personales que de especie, no están determinadas por la esencia humana, es decir que dependerían más de vivencias subjetivas individuales y de la influencia del micro-ambiente que lo rodeó en su desarrollo psicológico. Sería como una construcción distorsionada de la convivencia, en donde crimen y drama se entrecruzan. Sobre todo en un escenario que no logra sobreponerse a las imperecederas pasiones humanas, en donde estos actos pueden ser el símbolo de una sociedad llena de contradicciones; hijos con ansiedades por desear salir de la miseria socio-cultural familiar, y al mismo tiempo con incapacidad e impotencia de poder liberarse de ciertas formas de vida prejuiciosa, ligadas a la cultura fundamentalmente “pueblerina”.
Como especialistas en salud mental y como personas, estamos llamados a priorizar como  elemental el pretender llegar a la raíz del mal que aflige a esos jóvenes. Es necesario y fundamental, un parsimonioso estudio y análisis integral de “lo no manifiesto”, de la agresividad latente y contenida que presentan, que se hace visible solo a través de esos comportamientos. Creo que es el único dispositivo formidablemente eficaz para comprender a un joven retraído en soledad, o a una sociedad en crisis de valores o a una comunidad  enferma por su propio “desarrollo”.
Y eso es intentar anticiparse a la aparente “imprevisibilidad” de las acciones humanas.
«De las cosas invisibles tienen clara conciencia los dioses, a nosotros, en cuanto humanos, nos está permitido sólo conjeturar».(Alcmeon, discípulo de Pitágoras)
 
DR EDUARDO MEDINA BISIACH

 

 

 

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