Entre el consumo y la fragilidad del ser

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La lectura del nuevo libro de Zygmunt Barman Vida de Consumo lo hace a uno reflexionar. Mientras en Argentina se destrozan los bosques talando un árbol por segundo, mientras Botnia se lleva el 10 % del agua que utiliza y contamina el resto, mientras tenemos el record latinoamericano de suicidios, mientras hay ejemplos de personas discapacitadas criadas entre cerdos, la sociedad parece cada vez más alejada de la solidaridad y la preocupación por el otro.

Hay un proceso de redefinición de las relaciones interhumanas en base al consumo. Atrás ha quedado la imagen que los economistas nos daban de consumidores maximizadores y racionales que potencian su bienestar. El cuadro que surge parece cercano a personas dopadas u obnubiladas por el consumo superfluo en el medio de mucho sufrimiento. Es un escenario, que parece un cuadro hecho por tarados culturales.
 
 Consumir Para Venderse

 ¿Donde habrá quedado aquel consumidor que exhibía racionalidad, autonomía, capacidad de decisión y autoafirmación? ¿Por qué asistimos a este consumismo compulsivo que ha convertido al consumidor en un producto? ¿Por qué se consume para poder venderse el consumidor como alguien que vale algo mediante la diferenciación de ser alguien por el consumo realizado? ¿Cómo es esto que nadie puede convertirse en sujeto antes de convertirse en producto?
 Vivimos una era donde consumir cosas promete convertir al consumidor en un artículo vendible. El consumo nos transforma en cosas apetecibles. Consumir es invertir para aumentar el atractivo de los compradores. Se busca obtener valor social con el consumo. Se materializa vulgarmente la construcción de la autoestima. El límite, tal vez, sea que ni el propio cuerpo se respeta al cosificarlo con prótesis y cirugías mutilantes. En esta era los cuerpos en “crudo y sin adornos, no reformados ni intervenidos son vergonzantes, ofensivos para la vista y siempre dejan mucho que desear.”El cuerpo desnudo es el cuerpo que no ha sido trabajado. Es preferible ser un clon sometido a la saturación de colágeno y succión del propio cuerpo a sufrir la invalidez social de fracasar en la tarea de ser diferente, de no ser alabado socialmente. De no lograr el cuerpo para cantar, patinar o bailar por un sueño.
 Es la exageración exacerbada de mostrar el uno mismo. De sobresalir con labios deformados. Con pechos artificiales. Todo vale en ser vendible. En tener las cualidades transitorias que el mercado demanda. Ahora el ser es apenas un valor de cambio.

 
 Cyber-vida y Apariencia de Ser

 La televisión nos inunda a diario con tonterías descerebradas donde lo que importa es aparecer. Ser exhibido, ser mirado, ser tema de conversación. Es como si en la era de la información, no ser visto, ser invisible fuera sinónimo de morir. Se hace cualquier cosa para estar en la consideración de la gente. Los jóvenes viven su cyber-vida. A cuestas con sus confesionarios portátiles, sus PC. Ellos viven conectados. Estudian con un ojo y chatean con el otro. Definen y exhiben sus fotos y secretos en los sitios de la Web. Todo implica el sueño de ser un producto deseable y deseado. Las citas se hacen por Internet. Mientras la seguridad se da en el relacionamiento con otros, este se desvanece en el espacio virtual. Solo se busca controlar la situación desde la punta del Mouse. Se vive una vida de retroceso evolutivo. Una vida de niños incapaces, de riesgo mínimo, responsabilidad reducida y el resultado es una notable discapacidad social. Salir del mundo virtual y enfrentar personas maduras llenas de emociones produce desconcierto e incomodidad. Los sujetos se han transformado en pura apariencia. Compro, luego existo. En el límite se llega al absurdo querer buscar compañeros de por vida a través de la web. De la despersonalización. Del abismo del autómata individualizado que a toda relación real le tiene miedo.

 La Renuncia al Arte de Vivir

 Todo se ha transformado. Una conexión basada en la utilidad y la gratificación es lo opuesto de la amistad, la solidaridad, el amor. Se vive en el medio del hambre emocional. Se busca estar libre de toda responsabilidad sobre el otro. Se embaraza y se deja. Los niños sufren luego las consecuencias del desapego involutivo de la sociedad de alto crecimiento. Saber que crear buenas relaciones de respeto, gratificantes y duraderas demanda un esfuerzo enorme, simplemente espanta. Es como si en la sociedad de débiles y atrofiados humanos emocionales se hubiera renunciado a lo más elemental del arte de vivir, la construcción del amor

 Hedonismo Conducente a Ninguna Parte. 

 Lo peor de todo sin embargo, es que la vida de consumo es equivocada. Promete la felicidad pero no logra aumentar la satisfacción de los sujetos. La capacidad del consumo de aumentar la felicidad es precaria porque no se extiende más allá del nivel de satisfacción de las necesidades básicas. El consumo demuestra ser inoperante como factor de felicidad. Al contrario la lucha para consumir endeuda, alarga los horarios de trabajo, deteriora los vínculos, en un contexto de difícil construcción del sentido de lo que se hace. La ética de ser para ha sido desplazada por la ética de ser con. La vida de sujetos mediante objetos es pobre, gris, auto-centrada, egoísta y auto-referente. Todo empieza y termina en el yo amputado de sociabilidad. En ese escenario, los problemas que nos aquejan parecen tan lejanos que poco importan. En realidad los problemas no están lejos, es la despersonalización deshumanizada como mecanismo de control lo que nos está venciendo. Los líderes sin embargo, reducen lo que se necesita, la política en serio como reconstrucción social,  a cuestiones de obra pública, a billeteras presidenciales, a subsidios mal habidos.  Es difícil creer, que no reaccionaremos a tanto desparpajo. Ojalá…
Roberto Tafani

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