A un año del crimen de Nora Dalmasso – Se cerró el círculo de sospechosos pero permanecen las contradicciones

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La Justicia apunta a Facundo y su entorno. Sin embargo, la acusación es solo en sospecha leve. Gastón Zarate, a quien ya no investigan, tiene una imputación más grave pese a que no hay pruebas en su contra. Magnasco, el imputado que fue, avanza en la búsqueda de una millonaria indemnización.

INFORMES ESPECIALES: SEGUNDA ENTREGA

Pablo Callejón – El próximo 25 de noviembre se cumplirá un año del crimen de Nora Dalmasso que conmocionó a Río Cuarto y al país, y puso en jaque a la Justicia de Córdoba. Nunca antes un homicidio había provocado tal repercusión. Nunca antes un hecho delictivo pudo condicionar durante meses la actividad policial y judicial hasta devorar tiempos y acciones. Nunca antes se expusieron, como ahora, las limitaciones y flaquezas de la estructuctura de investigación. Nunca antes se dedicaron tantas charlas de café, tantas especulaciones y juicios, tantas horas de televisión y radio y tantas páginas de diarios.
El homicidio en la Villa Golf develó mezquindades clasistas, especulaciones políticas, limitaciones judiciales y un morbo social. La impunidad es un final al que muchos temen y la mayoría presagia.
Hace un año asesinaron a Nora y Telediario Digital ofrecerá una serie de informes sobre el crimen que aún esconde a su asesino. El desarrollo de las pesquisas, los imputados, los otras protagonistas, las pruebas que restan conocer, las mejores frases, las mejores fotografías, la ola de rumores, las curiosidades,  el impacto social y político y, fundamentalmente, el desempeño de la Justicia.

LOS IMPUTADOS

El pasado 9 de mayo el fiscal Javier Di Santo anticipaba a TD Digital que se encontraba desde hacía 48 horas en Córdoba, en momentos en que se creía que el proceso había caído en una abrupta meseta sin avances en la investigación por el crimen de Nora Dalmasso.
Di Santo confirmó que había viajado para tomar  declaratoria a amigos de Facundo Macarrón y desde la querella -en aquel momento a cargo de los abogados Benjamín Sonzini Astudillo y Tyrso Pereyra- admitían que la hipótesis de un pintor homicida y violador había perdido peso para los investigadores.
El fiscal ya había obtenido tras una comunicación telefónica la notificación desde el CEPROCOR que los análisis genéticos permitieron el hallazgo de un haplotipo Y que coincidía con el de los hombres Macarrón. Faltaba el informe preliminar escrito pero la causa asumía un cambio abrupto: Facundo se convirtió en el principal sospechoso.
Sonzini Astudillo consideró “inconducente” la nueva pesquisa que Di Santo intentaba mantener en reserva pero que tenía múltiples filtraciones, sobre todo en la Fiscalía General.
La llegada de un informe preliminar el 24 de mayo de este año motivó un secreto total de sumario durante dos semanas. Los medios de comunicación nacionales se instalaron en Río Cuarto y el caso, como en los primeros días posteriores al crimen, fue la noticia que conmovió al país.
El pasado 7 de junio se develó el misterio pese a que se profundizaron las dudas sobre el final de la novela judicial y política: Facundo Macarrón fue imputado de un hecho aberrante, aunque con la irascible calificación de la sospecha leve que instala la acusación pero genera confusión sobre el real valor de las pruebas.

De joven brillante a principal sospechoso

Facundo Macarrón tiene 20 años y es un destacado alumno del tercer año de abogacía, “con un futuro brillante”, según argumentan quienes recuerdan sus altas notificaciones universitarias. Cursó sus estudios secundarios en el aristocrático colegio San Ignacio y en el 2004 se radicó en Córdoba.
El joven, según sus tías Silvia y Gabriela “es un chico solidario que nunca le levanta la mano a nadie”. Recordaron también su paso por el Rotary Club, una actividad que heredó de su madre.
”Siempre actuaba de mediador con sus primos. Nunca fue violento y tenía una muy buena relación con su madre. En todo este proceso tuvo una gran templanza y nos dio fuerza a todos”, aseguraron. Al ser consultadas sobre la preferencia sexual de Facundo, Silvia admitió: “Nora sabía de la elección de su hijo y lo aceptaba”.
Facundo siempre mantuvo un bajo perfil, aunque acompañó en todo el proceso de exposición pública a su padre, con quien algunos aventuran no mantenía una buena relación. En la primera y única conferencia de prensa en el hall de ingreso a la vivienda de la familia estuvo al lado de su padre, el traumatólogo Marcelo Macarrón, aunque no habló. Nunca dio una entrevista personal a la prensa y siempre intentó evitar el contacto con los periodistas, sobre todo tras la imputación que lo convirtió en el personaje más buscado del país.
El hallazgo de haplotipo masculino solo comparable con el ADN de Facundo, Félix y Marcelo Macarrón cerró el círculo de sospechas y enfocó el trabajo de los investigadores hacia el hijo de Nora. Una ventana temporal que coincide con el tiempo en el que fue asesinada su madre, provocaron la imputación de homicidio calificado y abuso sexual con acceso carnal en grado de sospecha leve.
Facundo asegura que la noche del homicidio compartió una reunión en el Rotary Club y una cena con su amigo íntimo, Andy Peralta. Luego, según relata en su testimonial, se retiró a dormir en su departamento. Su celular estuvo apagado o no contestó llamadas por lo que no pudo ser determinado su ubicación. Aunque expresó que pasó el día estudiando para un examen, se pudo determinar que no estaba inscripto para rendir materias en ese periodo.
Di Santo nunca pudo fijar la causa que podría haber provocado la reacción criminal ni pudo avanzar en la confirmación de que efectivamente Facundo estuvo el sábado lluvioso del 26 de noviembre en Río Cuarto. Tampoco existen certezas en la investigación sobre porqué el fiscal consideró que pudo ser violación y no una relación consentida la que habría mantenido el joven con su madre antes de matarla. El testimonio de amigos de Facundo sobre la reacción y los dichos posteriores a la muerte de Nora agudizaron la presunción de su autoría, pero no resultaron claves.
Ahora, el fiscal analiza la pericia psicológica a Facundo, la que consideró como “muy importante” pero que estaría cargada de subjetividades sin definiciones excluyentes. Los abogados de la defensa, Marcelo Brito y Soledad Nieto, aseguran que respiraron con alivio al advertir que el perito oficial no hablaba de conductas patológicos propias de un psicópta sexual y homicida. También Di Santo cuenta con un informe socio ambiental realizado por una asistente social de Córdoba que verificó conductas y vínculos de la familia Macarrón y su entorno.
Facundo rechazó la defensa del juez Daniel Llérmanos que había sido convocado por su padre y tras el alejamiento de Sonzini Astudillo apeló al abogado Marcelo Brito, de dilatada y reconocida actuación de Córdoba y calificado por su notable aptitud para “embarrar la cancha”. Allí comenzó una nueva estrategia defensiva. Brito refutó todo y a todos. Las pruebas genéticas, principal valor probatorio en contra de Facundo, quedaron sometidas a un pedido de nulidad que aún debe definir la Cámara del Crimen Número 2 de los Tribunales de Río Cuarto. “Voy a llegar hasta la Corte Suprema y los organismos internacionales” amenazó el letrado con la convicción de que la dilatación en el tiempo jugará a favor de su defendido.
Si el FBI logra obtener un patrón genético completo que reduzca el nivel de probabilidades a la de Facundo Macarrón, la elevación a juicio de la causa estará muy cerca. Si el organismo norteamericano fallo en su intento, la sensación de un nuevo crimen impune dominará el futuro de la causa. 

La broma pesada del perejil

“Yo estuve con la Nora porque estaba divina” dicen que dijo Gastón Zárate, un pintor de rostro aniñado y excesiva verborrea que pasó de ser un absoluto desconocido a convertirse en figura popular y confuso símbolo de la lucha social por una Justicia sin privilegios clasistas. Aquella frase – cuya veracidad nunca pudo ser comprobada – lo cambió para siempre.
Zárate trabajaba como albañil y pintor desde hacía un mes en la casa de los Macarrón. Ya se había enterado del embarazo de su novia adolescente cuando lo acusaron del crimen. Vivía, como ahora, junto a su madre y su hermana en una vivienda de barrio, en calle Río de la Plata al 300.
Quienes lo acusaron, investigadores y querellantes, lo describieron como un tipo fortachón, experto en artes marciales y obsesionado por la figura de Nora. Esa efigie se desvaneció en su primer contacto con la prensa y se derrumbó al conocer la endebles probatoria en su contra.
El pintor habría sido acusado, presuntamente, por su amigo de trabajo y de la vida, Carlos Curiotti, quien se convirtió en el “testigo clave”. Curiotti, quien padece de un coeficiente intelectual al borde del retraso y es permeable a las presiones, denunció aprietes en la testimonial donde habría complicado la situación del pintor. Su influencia en la causa perdió sustento como la novia del acusado, Natalia, quien dijo que Gastón le había intentado regalar un celular supuestamente similar al sustraído de la habitación de Nora. Hoy, ambas referencias parecen livianas anécdotas de una frágil inculpación.
La mañana del 8 de febrero en la que surgió la hipótesis de un trabajador homicida, Daniel Lacase, vocero de la familia Macarrón había pedido la renuncia del fiscal Javier Di Santo en una entrevista a Radio Río Cuarto sino ordenaba la detención de Zárate. Al mediodía se produjo una reunión en Córdoba entre el fiscal general Gustavo Vidal Lascano, los de instrucción – Di Santo, Fernando Moine y Marcelo Hidalgo – y los abogados de la querella. También habría estado presente Lacase.
Di Santo regresó con la convicción de que “se trataba de la pista más fuerte” y por la noche encabezó una inspección ocular de la escena del crimen. Fue una postal cinematográfica de una mala película de intrigas con final previsible. El fiscal ya había tomado la decisión de detenerlo más allá de que la pericia había aportado solo especulaciones. El abogado de Zárate, Enrique Zabala, trasladó al pintor hasta un departamento de Alberdi donde pernotó. A la mañana siguiente le condujo en su camioneta particular hasta Tribunales, donde hubo un intento por tomarle un frustrado testimonio. Pocos minutos después lo llevaron a la Unidad Departamental en medio de escenas de llanto, persecución periodística y policías desbordados por la presión. Menos de 24 horas permaneció en prisión. Una marcha espontánea y multitudinaria, de la que no hay antecedentes en la ciudad, puso en vilo al gobierno provincial y en jaque a la acusación. Se trató del “perejilazo”, un concepto que amenazaba la conciencia colectiva de quienes temían la búsqueda de un chivo expiatorio de origen humilde para lavar las culpas por el crimen de la mujer que residía en el exclusivo barrio donde conviven empresarios, acaudalados productores, jueces y políticos. El Juez de Control Daniel Muñoz ordenó finalmente la liberación de Zárate por falta de pruebas pero mantuvo la imputación.
Al recuperar la libertad, Gastón fue llevado en andas como un ídolo deportivo tras una hazaña inolvidable. Esta vez no hubo espontaneidad pero los coletazos de su liberación decapitaron la cúpula la Fiscalía General e impulsaron un fugaz pedido de jury para los fiscales de instrucción.
El transcurrir de la pesquisa develó que su imputación carecía de argumentos y quienes lo investigaron terminaron acusados por aprietes y recepción de dádivas. El fiscal ya no indaga en la hipótesis del pintor, pero la situación de Zárate es, en materia procesal, más grave que la de Facundo Macarrón.
Zárate no fue desincriminado y debió someterse a las mismas pericias que Facundo, el real sospechoso en la causa. Involucrado en un hecho por el que podría ser condenado a cadena perpetua, el joven espera la decisión final del fiscal. En el entorno de Di Santo aseguran que no pueden desvincularlo hasta que llegue el informe de ADN del FBI que elimine cualquier resabio de dudas. La justificación no logra excusar el origen mismo de la imputación: al pintor lo implicaron con poco y sigue imputando con nada.

El costo del rumor

La búsqueda encarnizada de un amante que desbordado por el despecho haya concluido con el asesinato de Nora inundó de rumores la ciudad. Cómo una entretenida práctica del azar emergieron nombres y conjeturas sobre vínculos de amores en secreto, que todos creían develar. El de Rafael Magnasco tomó fuerza rápidamente por presunciones judiciales y mezquindades políticas.
Magnasco tenía estrecha relaciones con un sector del círculo político de la ciudad, fundamentalmente vinculado al menemismo cercano al gobernador José Manuel de la Sota, pero carecía de poder. Se trataba de un mero asesor de su amigo y socio de buffet, el ex secretario de Seguridad Alberto Bertea.
Ante la creciente ola de hablillas que lo sindicaban como autor, Magnasco se presentó espontáneamente el 29 de noviembre del 2006 –3 días después del hallazgo del cuerpo de Nora – para realizarse una extracción de sangre que pudiera ser cotejada con los datos genéticos descubiertos en la escena del crimen. Surgió entonces la figura de la sospecha leve utilizada para su imputación.
Magnasco había participado el viernes 24 de noviembre de un asado en la casa quinta de Nicolás Curchod –Secretario de Faltas Gravísimas del Tribunal de Conducta Policial-, en la calle Misiones 2145, de Banda Norte. En el encuentro también estuvieron presentes Bertea, el ex concejal Ramiro Ferreira, el dirigente Esteban Gómez y los abogados Mariano Torres y Víctor Daniele. Todos debieron declarar en la causa, pero Daniele y Magnasco fueron quienes quedaron, con diferente vinculación, bajo el manto de rumores.
La presunción sobre un nexo entre el asado de Banda Norte y el crimen de la Villa Golf había surgido porque Magnasco fue el último en irse y regresó a su casa, después de las 5 de la mañana. Poco y nada. La verdadera razón, según estiman allegado al abogado es una es el aprovechamiento de una disputa política y esto habría derivado en una acalorada discusión en un restaurant céntrico entre Lacase y Bertea varios meses después.
”Estoy siendo víctima de un trasnochado y quiero demostrar mi absoluta inocencia”, dijo en su primera entrevista que concluyó precipitadamente cuando Magnasco optó por echar a los periodistas de su estudio. 
El abogado fue expulsado de su rol de asesor y Bertea también debió apartarse de la sensible secretaría de Seguridad.
Sin pruebas o indicios en su contra y con la demora en el arribo de los análisis de ADN, el tiempo transcurrió hasta agotar las instancias judiciales que sustentarán con un mínimo de razonabilidad su implicancia con la causa.
Finalmente, fue desvinculado del hecho. Una curiosidad: durante el tiempo en el que permaneció imputado nunca declaró ante los fiscales.
Magnasco, cuya imagen ocupó la primera plana de diarios y televisoras del país, consideró que su integridad moral fue dañada “injustificadamente” por el accionar de la Justicia, en particular del fiscal que decidió la imputación. Inició entonces un juicio por daños y perjuicios contra la Provincia por 1 millón 400 mil pesos. Si el dictamen le resulta favorable todos los cordobeses pagaremos una jugosa indemnización por el penoso accionar de los investigadores en uno de las más cuestionadas etapas de la causa.

 

 

 

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