Vocación de estar ausente

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Nuestro blogger invitado el médico psiquiatra Eduardo Medina Bisiach retoma el análisis de la etapa adolescente y la necesidad de la guía de los padres. La figura del adulto y la del joven en una tarea educativa de acompañamiento.

Si partimos de la base que los jóvenes de hoy son los que nos van a gobernar en el  mañana; que la edad adolescente es una de las etapas más vulnerables de la evolución hacia la adultez; que la misión de los adultos es resguardarlos en esa etapa para evitar daños irreparables en esa personalidad en formación de los jóvenes; y por ende asegurarnos el futuro de la patria. ¿Cómo puede ser que los “abandonemos” para que ellos dirijan las nuevas tecnologías informáticas y comunicacionales, con pedantería, por el solo hecho de que para los padres son muy complejas? ¿Acaso no es darle parte del poder, privilegiando a una generación en detrimento de las otras dos. A veces, socarronamente, afirmamos con admiración, que saben más que los adultos y viejos? ¿Cómo vamos a influir en la tierna inmadurez en riesgo, si de entrada nos apartamos del mundo paradigmático y complejo que nos toca vivir? ¿No nos colocamos activamente como “expatriados” tecnológicos?.Los dejamos gobernar hoy, pero el plan establecido por la evolución  de miles de años de vida del ser humano, es otro; son nuestros futuros gobernantes, no nuestros gobernantes del presente.¿No estaremos anquilosando, al decir de Ortega y Gasset, el progreso de la humanidad que exige la convivencia activa de las tres generaciones: jóvenes, adultas y adultas mayores? Solo así se producen los verdaderos cambios que caracterizan a una humanidad en marcha. Siguiendo a Alejandro Piscitelli, Director de Educar, de cómo inciden las diferencias generacionales de los usuarios en su relación con las nuevas tecnologías, distingue a los “inmigrantes digitales” es decir, los usuarios que tienen más de 20 años, de los que se consideran como “nativos digitales”, los menores de 20 años. “Los consumidores y próximos productores de todo lo que existe (y existirá) son los nativos digitales, y entre ambas macro generaciones las distancias son infinitas, y la posibilidad de comunicación y de coordinación conductual se vuelve terriblemente difícil, a menos que existan los mediadores tecnológicos intergeneracionales”, para Piscitelli. La alternativa que se plantea en este contexto parece bastante clara y en resumen sería: “o los inmigrantes digitales aprenden a enseñar distinto, o los nativos digitales deberán retrotraer sus capacidades cognitivas e intelectuales a las que predominaba dos o más décadas atrás”. En la actualidad existe, como dijimos, una distancia enorme entre dos generaciones en los que los hijos no se ven como continuadores y perfeccionadores de la vida que llevaban sus padres. Una crisis histórica. Parafraseando a Ortega y Gasset: “ El que se resista, el que no quiera comprender la nueva fisonomía que toma el vivir, quedará sumergido en la resaca irremediable del pretérito”. Cuando una generación queda como la privilegiada y ejerce parte del poder por ausencia activa de la anterior,  paralizada en el pasado, no puede generar la historia de los hechos significativos cotidianos, del que tienen poco o nada de saber, ni les llega información alguna vía informática, a la legión adolescente. Estamos produciendo con nuestra actitud activa el anquilosamiento del desarrollo de nuestra vida y por ende de nuestra comunidad.Si bien tenemos la “fatalidad” y necesidad de convivencia de las tres generaciones, no todo está perdido si reparamos las escisiones que estamos provocando entre ellas, solo hay que tener presente que en la fatalidad de convivencia en nuestra vida, hay posibilidad de cambio. El camino no es el alejarse. Tenemos que tomar conciencia que entramos en un juego de valores en las que nosotros no abandonamos a los jóvenes, sino que tenemos realmente la vocación de estar ausente en un momento crucial y vulnerable del desarrollo humano. Esa vocación de ausencia debilita el núcleo primario mas importante, que es la familia, socialmente hablando. El joven buscará alguien fuera del ámbito familiar que reemplace la difícil tarea de comprometerse con los nuevos paradigmas del desarrollo juvenil. Es muy probable que lo encuentre, pero ¿con que intereses y valores? El libre albedrío en una sociedad donde prima lo mercantilista, lo econòmico, es una lotería encontrar alguien con verdaderos valores humanos, en las grandes urbes, por un lado, prima el valor estético, el del dinero y poder; y en nuestra comunidad, por el otro, donde prima el interés a rajatabla de mantener una posición social envidiable. Aunque sepamos que la vida no es un juego, éste llena espacios y tiempos de nuestros jóvenes, buscando los sabores vitales que por ese camino no encontrarán. Los jóvenes tienen que aprender que la vida tiene un  sabor, el sabor de la cerezas, solo hay que estar presente física y espiritualmente con ellos, nuestros hijos, para que puedan encontrarlas y saborearlas. El desafío no será ¿ Cambiar de vocación…?
Dr. Eduardo O. Medina Bisiach                    
eomedinab@hotmail.com
DNI 7.976.139
Psiquiatra Universitario (UBA) Matrícula Especialista Nº 11375
Master Internacional en Adicciones (USAL y Deusto- España)

 

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