Violencia urbana Cuarta y última parte

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La violencia urbana , la última serie de cuatro entregas, el análisis de la Lic Elena Farah esta vez se centra en la falta de oportunidades laborales en los jóvenes y sus consecuencias en una conducta alejada de ideales de superación.

La plena conciencia de que sus oportunidades laborales se limitan a empleos precarios e inestables se ha adueñado de estos jóvenes. Ven frente a ellos un horizonte de precariedad duradera. Quizás más perjudicial que los bajos ingresos actuales de un eventual empleo, es la dificultad de vislumbrar una carrera laboral signada por algún tipo de ascenso social. Imaginan –en el mejor de los casos– una carrera laboral conformada por una sucesión de puestos de baja calificación y bajos ingresos, todos inestables, interrumpidos por períodos de desempleo. La pérdida de la idea de carrera al interior del mundo laboral, ya los condena de antemano –por tener baja calificación– a los peores lugares del mundo del trabajo. En tal sentido, no hay posibilidad de soñar con ninguna movilidad ascendente; lo único posible es la mera supervivencia.

La coerción individualista

R. Castel (1995) distingue entre el individualismo positivo y el negativo. El primero se refiere al creciente margen de autonomía y libertad que van ganando las personas en lo que A. Giddens llama «sociedades post-tradicionales». El segundo es un individualismo coercitivo: el que sufren aquellos obligados a valerse únicamente por sí mismos debido a un déficit de los marcos de protección materiales y simbólicos. En la posguerra, el Estado de Bienestar, al disminuir los riesgos sociales, permitió acrecentar los grados de libertad individual. Décadas más tarde, la crisis de la sociedad salarial hizo recrudecer un individualismo negativo que afecta hoy a los grupos más vulnerables, cuyo horizonte es la atomización, el aislamiento y la desafiliación.
“Necesitás dinero si o si. Buscás trabajo, si trabajo no hay, salís a robar” esta afirmación cándidamente desprovista de cinismo de un joven, resume bien los avatares del individualismo negativo. Estos jóvenes están “condenados a ser individuos”, más específicamente a tomar en sus manos la resolución de todas sus necesidades. Sin posibilidad de apoyo familiar ni institucional, sin marcos colectivos, la coerción al
individualismo es significativa. Es sobre aquello que es lo único que tienen, su cuerpo, que recae la total responsabilidad de asegurarse la satisfacción de sus necesidades. La policía es la amenaza constante, el juego del gato y el ratón por momentos, pero a veces con lazos insospechados, como en los circuitos ilegales de armas. De todos modos, al nivel en el que se encuentran estos jóvenes tampoco hay eventuales negociaciones con la policía. Al mismo tiempo, en el ocio pos-industrial de los sectores populares, hay una fuerte
apelación a la rebelión frente a la policía y otras conductas, como puede verse en las letras de canciones de grupos de moda. En el análisis de Semán y Vila (1999) sobre las letras del rock que escuchan estos jóvenes, surge la valoración positiva de la barra del barrio. En su visión, las distintas barras se disputan espacios sociales, pero todas ellas se oponen en conjunto al poder establecido. Aparecen también en sus letras, la deslegitimación del mundo del trabajo, una imagen de la sociedad post-populista en la que serían corrientes el alcohol, la disponibilidad de las armas y el odio a la policía. ¿Cuánto de esto influye en las conductas concretas? No podemos saberlos, pero sin dudas muestra la disponibilidad de estos contenidos en el universo cultural de estos jóvenes.

El uso innecesario de la violencia

Lo que más preocupa a la sociedad en relación a las nuevas formas de violencia urbana es lo que aparece como un uso “innecesario” de la violencia. En efecto, periódicamente nos anoticiamos de que en robos en la vía pública, una víctima que no ofrecía ninguna resistencia fue asesinada por el victimario. Intentamos en este punto
elucidar el porque de este innecesario uso de violencia. Varios de los elementos anteriormente presentados, sumados a otros aún no discutidos parecen permitir algún tipo de explicación. Una primera constatación es que la muerte de un par es parte del universo de estos jóvenes. Ya sea por el SIDA, a manos de la policía, cuando no por accidentes de tránsito, la muerte de alguien de su generación no es algo desconocido. La muerte se instala, entonces, en el territorio de las opciones imaginables para alguien como ellos. Pero tomemos como punto de partida la centralidad de la lógica del ventajeo que señalamos anteriormente. Ventajear en toda interacción incluye, por sobre todo, a las situaciones delictivas. En concreto, habrá una predisposición a usar las armas si en un momento parece necesario para ventajear. Y ventajear usando las armas aparece como una opción necesaria cuando los actores son concientes de el aumento de la población civil armada. Y es aquí donde entra en juego el ventajeo. Ante cualquier movimiento que denote la posibilidad de que el otro “ventajee” (en este caso, que el otro tenga un arma y dispare), uno debe disparar primero. Por ello parten de la convicción de que el umbral de riesgo es muy alto, lo que los lleva a estar predispuesto al uso de la violencia, como afirmaba un joven “antes se te asustaban con sólo mostrarle el bulto del arma en el pantalón. Ahora tenés que andar con el dedo en el gatillo, por la cantidad de perejiles armados que andan por ahí”. Un factor central para minimizar la sensación de riesgo es lo que podríamos llamar suspensión de la conciencia. ¿A que hacemos referencia? Si bien puede haber un repentismo en tanto falta de planificación, hay por el contrario, una preparación subjetiva, en ese sentido no se trata de arrebatos, sino que existe un trabajo sobre si mismos. Así, cuando preguntamos sobre la manera de sobre llevar el temor que les causa la situación, la sobre inversión subjetiva implica un trabajo sobre si mismos que caracterizan como el “no pensar”. Una forma de detener la conciencia de si mismo a fin de cometer un hecho que, en algún lado, saben que implica grandes riesgos. Tal suspensión de la conciencia no se realiza de forma aislada, es el grupo el que con su influencia lleva a este trabajo, permite que el individuo lleve adelante acciones que, de otro modo, posiblemente no encararía.

LIC. ELENA M. T. FARAH
elenafarah78@hotmail.com
DNI 6.396.189
Lic. En Administración y Gestión de la Educación
Egresada de Univ. Nacional de Gral. San Martin (BA)

 

 

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