Rio Tercero y su verdad

0
Compartir

¿Sorpresa? No existió sorpresa alguna en Río Tercero luego de conocerse la resolución del conjuez Diego Estévez que dictó el sobreseimiento de los seis militares imputados por las explosiones que hicieron temblar como un papel a esta ciudad en noviembre de 1995. “Yo sabía que esto terminaría así”, señaló alguien. “Era obvio que nunca los culpables pagarán por lo que hicieron”, reclamó una mujer. “Si nos quedaba una esperanza en la Justicia, este hombre (Estévez) terminó por destruirla”, concluyó molesto otro habitante. 

Desde hace años, la gran mayoría de los riotercerenses están convencidos de  que aquella calamidad no respondió a un hecho fortuito, sino que alguien se encargó de empujar al destino. De por si, muchos asumen que las medidas de seguridad en la industria pudieron haber estado distendidas pero sostienen que también eso pudo ser funcional al “atentado”. “Fue a medida”, señalan.
En todo caso, no generó sorpresa el tenor de la resolución del conjuez; pero si provocó  variadas sensaciones de bronca, hastío e indignación en la sociedad golpeada por explosiones cuyos hongos se elevaban como fantasmas irritados, mientras vomitaban sobre la ciudad miles de proyectiles de guerra en 1995, el 3 y el 24 de noviembre. En realidad, la resolución fue como una tercera gran explosión. Ahora no fueron las esquirlas las que en su loco vuelo lastimaron a los riotercerenses, sino fueron los fundamentos para sobreseer a los únicos seis imputados por las explosiones. “Me mataron la esperanza; la sensación es similar a la que tuve cuando perdí a mi hermano”, graficó Noemí, hermana de un joven que murió cuando un pedazo de hierro alcanzó su humanidad. 
Muchos ni siquiera conocen el nombre de todos los militares que resultaron sobreseídos. A lo sumo, saben que uno de ellos era el director de la Fábrica Militar, Jorge Cornejo Torino, cuando estalló el establecimiento que dirigía.  Pero se interrogan, luego de hacerse pública la resolución y de interiorizarse sobre la potencial prescripción de la causa a los 12 años, por qué el conjuez no indagó en los niveles políticos implicados en el tráfico de armas en aquel momento. Por qué no citó, por caso, al ex presidente Carlos Menem ni a algunos de sus ministros. Para muchos, las palabras de Menem, cuando llegó a Río Tercero, a horas de las explosiones, asegurando que había sido “un lamentable accidente”, cuando la investigación aún estaba en pañales, fue el prólogo de esta funesta y larga historia. La reciente resolución fue su epílogo. 
Más allá de los cargos jerárquicos que tenían los militares tanto en la industria como en la Dirección General de Fabricaciones Militares, se concuerda en que fueron el último eslabón de la cadena que concluyó con la explosión del arsenal. Esto, claro está -sostiene la mayoría- no los hace inocentes ni mucho menos, sino cómplices o ejecutores, por acción u omisión. Y más aún, considerando que están implicados en el tráfico de armas a Croacia y Ecuador. Para muchos aquí, que el conjuez hubiera ordenado el procesamiento de los mismos, le hubiera permitido avanzar hacia niveles políticos superiores. Es una deuda -sostienen muchos- que dejó el juez primigenio, Luis Rodolfo Martínez, y que no saldó quien lo sucedió por un sorteo, el abogado Estévez. Los carteles en las marchas que aluden al propio Menem como el responsable de lo que ocurrió, es la muestra más elocuente de este análisis casi colectivo.
Si bien Estévez sostiene que no hay pruebas para deducir que las explosiones respondieron a un atentado ni tuvieron relación con el tráfico de armas, en Río Tercero todos tienen por seguro que esas pruebas fueron perfectamente borradas apenas sucedidos los estallidos o que debería haber buscado más. Indagar, por ejemplo, si el fuego que supuestamente inició los estallidos no sirvió como “cortina de humo” como señalan algunos seguidores de la causa, para ocultar el verdadero detonante de la masacre. En todo caso -se asegura- los indicios de que no fue un accidente son abrumadores. Y no solamente a los habitantes de esta ciudad  les cuesta  comprender como la pericia ordenada por un Tribunal Oral, que determinó que fue un atentado, fue desvirtuada por este magistrado, que recibió el expediente pero para investigar sobre esa hipótesis.
El conjuez, se pregunta en una parte de su resolución porque algunas personas prestaron sus testimonios después de tantos años. Y la respuesta más lógica que encuentran algunos a ese interrogante, es la sensación de miedo. Cuando los testigos, por ejemplo de la causa armas, morían en sospechosos suicidios o supuestos accidentes aéreos, el temor era el detonante perfecto del silencio.
El conjuez señala que se podrán  “hacer conjeturas sobre conjeturas, y sobre más conjeturas, pero esa metodología solo nos conducirá a un mayor nivel de incertidumbre; con la posibilidad cierta de generar explicaciones asombrosas, propias de todo pensamiento mágico, que podrían llegar a satisfacer nuestras necesidades místicas pero nunca las lógicas y racionales que resultan propias de una decisión judicial”. Sobre este párrafo, hecho público por los medios, no fueron pocos los riotercerenses que lo interpretaron como poco menos que una afrenta. ¿Es que todo un pueblo puede fabular? ¿Qué interés pueden tener vecinos comunes en declarar en uno u otro sentido? ¿Qué explicaciones “asombrosas” o pensamientos “mágicos” puede tener esta sociedad? ¿Se trata de una fábula colectiva? Por lo menos suena extraño. Estévez dice haber llegado a una supuesta verdad. Es su verdad relativa jurídica. Pero los riotercerenses presentan una verdad diferente. No solo sustentan su convicción de que fue un atentado por los comentarios que se puedan realizar en las calles, esquinas y veredas, sino por las pericias que así lo determinaron, más allá de que el conjuez las haya intentado derrumbar en sus fundamentos resolutorios. En una entrevista por Radio Río Tercero, aseguró que colocó todo su esfuerzo en llegar a la verdad real para llevarle tranquilidad a las víctimas de aquellas explosiones. Muchos consideraron que hubiera sido interesante preguntarle a los familiares de Aldo Aguirre, Hoder Dalmasso, Laura Muñoz, Leonardo Solleveld, Romina Torres, José Varela y Elena Quiroga, que tranquilidad les otorgó. Que sería interesante preguntarle eso a Juan Barrera, que desde hace 11 años tiene una pierna menos producto de aquello. Mientras el conjuez ofrece y expone su verdad, similar a esa que esgrimió siempre como estrategia el abogado de dos de los militares sobreseídos, Río Tercero, en hipótesis de pública y oral coincidencia, hace años sostiene la suya, muy distinta a la del conjuez, pero en si coincidente con la del tribunal que le ordenó a Estevez investigar sobre la teoría del atentado.

Fabian Menichetti
Periodista de Rio Tercero
19/12/06

Commentarios

commentarios

Compartir