¿Qué significa un porro en la mochila?

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Si seguimos considerando que el problema de las adicciones afecta solo a una franja etaria de la población, como es la juvenil estamos a fojas cero, y con malas perspectivas de éxito de cualquier programa preventivo. También si insistimos en privilegiar la droga sobre la persona y sus conflictivas sociales y personales, no solo no remediaremos el problema, sino que además seremos serviles publicistas de la continuación del tráfico ilegal.

Debemos de una vez por todas sincerarnos los adultos y declarar que somos tan vulnerables al actuar como co-adictos de la adicción a las drogas o al alcohol. Por lo tanto, todos los programas y estrategias para combatir la adicción tiene que dirigirse a la población sin distinción de clase social ni edad..
 Este preámbulo viene a colación el haber hallado recientemente en una institución educativa de la ciudad de Córdoba, un alumno de 12 años con un porro en su mochila;
¿Qué significa un porro en la mochila? ¿Significa una moda? O no será una manifestación de que en espacios que tendría que primar la normativa, esta no existe?, como no se cumple, es como cuasi natural que lleve un porro. Si le preguntara a ese niño, seguro me contestaría ¿qué tiene de malo? ¿porque ud. se asombra?. Me pregunto, porqué no lo asociamos con la corrupción, la mentira y el fraude, que son los elementos con lo que estamos conviviendo; la actitud del niño es coherente con la actitud de el mundo social de los adultos; no tiene que ser noticia; parte de un imaginario instalado, establecido. Hasta ahora se hace todo para que ese imaginario persista: el poder lo obtengo si tengo tal zapatillas, si fumo un porro (por ahí compartiendo con un adulto), si tomo alcohol. Los padres están pagando por el sí fácil;  ¿O no se entromete con la institución educativa cuando ésta se involucra en una sanción? Hemos visto que hasta recurren a la justicia. Ocurre que cuando la escuela comienza a trabajar con los límites y sanciones, aparecen los padres (culposos) “defensores” de la víctima-hijo, aliándose con ellos en contra de las autoridades del colegio. Pareciera que se pone la vida en el adolescente, y no poner la vida de los jóvenes en la responsabilidad adulta del desarrollo de ese adolescente. Al ser consultado los jóvenes, sobre que opinión tenían del control del poder público para la venta de alcohol a menores implementado recientemente en la ciudad, simplemente dijeron “que debería instrumentarse también para los adultos”.
Hay un desfase entre padres e hijos, en donde el padre tiene que establecer pautas y límites. Lo debe y tiene que hacer porque en este mundo nada de lo obvio es obvio; además lo obvio para un padre puede no ser lo mismo para otros padres. Todo tiene que ser aclarado y definido. No se puede delegar a la institución educativa toda la educación primaria de los hijos.. La escuela recibe a un niño supuestamente con una socialización primaria (familiar) efectiva, sin embargo se encuentra que no puede desarrollar la socialización secundaria al recibir a un niño cuyos padres delegaron su socialización primaria al docente. Los padres tendrían que asumir su responsabilidad y hacer un mea culpa; hemos creído que eso era lo mejor y hemos cedido a un sí del cual muchas veces nos tenemos que arrepentir. Estas situaciones, de tolerancia de conductas de los jóvenes, la hemos dejado avanzar tanto que actualmente son difícil de manejar; existe cierto descontrol instalado en la sociedad; y este descontrol se está naturalizando en la sociedad como una costumbre.   
 Muchos padres viven la relación con sus hijos “atados” a ellos. No contemplan lo que los chicos quieren, sin guiarlos o escucharlos, con respuestas surgidas de sus modelos anquilosados o inseguros productos de otro tipo de formación ya no vigente. El joven con todas sus turbulencias, propias de una etapa que se inicia, hoy no sabemos cuando se cierra:(la adolescencia) esta interpretación no le sirve hoy para la comprensión de la vida. Pierde así el joven, alguien que lo puede interpretar, que lo puede comprender, entonces vienen las conductas extremas (porro, armas, en el colegio) para llamar la atención, como un llamado a que se sienten a hablar con él, que lo interpreten, que le está pasando algo. Tenemos que estar conscientes que vivimos en un modelo social que se construye sobre matrices visibles y otras invisibles (de esto no se habla), entonces los chicos avanzan buscando métodos para comunicar, y como no hay reflexión, lo que tienen a mano es la acción. Toda conducta tiene un significante. Nosotros, los adultos, tenemos que significarla, no solo reprimirla.
Para concluir dejaría asentado esta apreciación: “en términos generales en las escuelas se prefiere un tipo de literatura anodina, sin conflictos profundos (para no pensar), donde nada grave pasa. Al ser educados de esta manera se pensó que nuestros jóvenes llegarían a la adultez formados para la felicidad, solidaridad y la benevolencia. Pero, como dicen los cuentos, al crecer y salir a la calle, les fue mal. Se dieron contra el muro de la realidad que no esta tapizado de papel picado ni de musiquita fácil” (Barylko).
Hemos cometido un grave error, y hay que rectificarlo con urgencia. En términos de Bettelheim, en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas: está muy extendida la negativa a dejar que los chicos sepan que el origen de que muchas cosas vayan mal en la vida se debe a nuestra propia naturaleza; es decir a la tendencia de los hombres a actuar agresiva, asocial e interesadamente incluso con ira y ansiedad… 

 Dr Eduardo Medina Bisiach
eomedinab@hotmail.com
DNI 7.976.139
Psiquiatra Universitario (UBA) MN 35099; MPBA 32440;MPC 5552
Master Internacional en Adicciones (USAL y DeustoEspaña)
09/11/06

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