¿Qué es la postmodernidad?

0
Compartir

Reflexiones y definiciones sobre la postmodernidad y su impacto en la cultura según la Lic Elena Farah.

Cada filósofo que se ha ocupado del polémico tema de la postmodernidad nos revela una posición o bien traza los rasgos característicos que tiene esta época hasta el extremo de concebirla como un estado de ánimo crepuscular, como una melancolía. Asimismo, el término “postmodernidad” ha tenido avatares acordes con el maestro pensador que se afana en darle un significado.
Al respecto de las posiciones, la caracterización y la terminología, podemos resumir algunas de las perspectivas de los propios filósofos, entre ellos, Jean François Lyotard, Gianni Vattimo y David Harvey.
Lyotard aborda el concepto así: “El posmodernismo no es el fin del modernismo sino su estado naciente, y este estado es constante. (…) Lo posmoderno sería aquello que alega lo impresentable en lo moderno y en la presentación misma; aquello que se niega a la consolación de las formas bellas, al consenso de un gusto que permitiría experimentar en común la nostalgia de lo imposible; aquello que indaga por presentaciones nuevas, no para gozar de ellas sino para hacer sentir que hay algo que es impresentable. Un artista, un escritor posmoderno, están en la situación de un filósofo: el texto que escriben, la obra que llevan a cabo, en principio, no están gobernados por reglas ya establecidas y no pueden ser juzgados por medio de un juicio determinante, por la aplicación de este texto, a esta obra, de categorías. Estas reglas y estas categorías son lo que la obra o el texto investigan. El artista y el escritor trabajan sin reglas y para establecer las reglas de aquello que habrá sido hecho. De ahí que la obra y el texto tengan las propiedades del acontecimiento; de ahí también que lleguen demasiado tarde para su autor, o, lo que viene a ser lo mismo, que su puesta en obra comience demasiado pronto. Posmoderno será comprender según la paradoja del futuro (post) anterior (modo)”.
El término postmodernidad vendría a ser paradójico, al menos en el sentido estético tal y como lo define en este caso Lyotard.
En cambio, para Vattimo ﷓quien además identifica la modernidad con la fe en el progreso﷓ la postmodernidad es un concepto con el que hay que guardar distancias, pero:
“Con todo, yo sostengo que el término posmoderno sigue teniendo un sentido, y que este sentido está ligado al hecho de que la sociedad en que vivimos es una sociedad de la comunicación generalizada, y la sociedad de los medios de comunicación (mass media)”.
Para Vattimo, ciertamente, la modernidad ha concluido porque su aspecto esencial, el valor determinante que es el hecho de ser moderno, ha terminado.
Igualmente propone la hipótesis que no se puede seguir hablando de la historia como “entidad unitaria” e incluso de la idea de la historia porque juntamente con el fin del colonialismo y el imperialismo ha irrumpido un factor nuevo: la sociedad de la comunicación de masas.
Con la irrupción de la telemática aparece una causa que incide en el fin de los metarrelatos o grandes relatos como los llama el propio Lyotard.
En relación a la tesis del fin de la historia es pertinente traer a la referencia al heterodoxo E. M. Cioran, pensador de amargos silogismos que dice: “El fin de la historia está inscrito en sus comienzos ﷓la historia, el hombre presa del tiempo, llevando los estigmas que definen, a la vez, al tiempo y al hombre-. Así como los teólogos hablan, y con justa razón, de nuestra época como de una época postcristiana, así se hablará un día de las ventajas y desventajas de vivir en plena post﷓historia. (…) El tiempo histórico es un tiempo tan tenso que es difícil no ver cómo podría no estallar”.
Por otra parte, David Harvey provee una tabla de diferencias entre la modernidad y la postmodernidad, basándose en el esquema de Ihab Asan, que es necesario observar a fin de comprender la flexibilidad de estos términos que se adversan o se complementan. Por ejemplo, en tanto el modernismo es romántico, el posmodernismo es dadaísta, mientras uno es jerárquico el otro es anárquico y si el primero predomina la metáfora en el segundo domina la metonimia y de esta forma sucesivamente se establece que en la modernidad prevalece lo genital y lo fálico, la posmodernidad se diferencia por el polimorfismo y la androginia.
En todo caso, Harvey ve la postmodernidad como la fragmentación, la discontinuidad y lo caótico.
¿Qué es en síntesis la posmodernidad? ¿Una actitud o una ideología, una filosofía, un estilo o una condición ineludible? Pues hay quienes le pondrían día, hora y minutos al comienzo de la postmodernidad, por ejemplo Charles Jencks, citado por David Harvey, data el paso a la arquitectura posmoderna a las 3.32 pm. del 15 de Julio de 1972 cuando el Pruitt﷓Igoe fue dinamitado por considerarse a estas construcciones modernas como inhabitables.
O en efecto, el “post” de postmoderno indica una despedida de la modernidad. Más bien se puede hablar de un doble rostro de la postmodernidad, ya que el extremo de la modernidad sea su disolución o su abandono es la postmodernidad. Filosóficamente la postmodernidad es la denuncia y la crítica de la razón ilustrada.

RASGOS DE LA POSTMODERNIDAD

– Como término es polisémico. La polisemia como la propiedad de un término de poseer varias significaciones.
– Fin de la historia. Tesis que defiende Francis Fukuyama pero que Jean Baudrillard descalabra diciendo que la ilusión del fin es la más grande de las ilusiones, puesto que “En el fondo, ni siquiera se puede hablar del fin de la historia, ya que no tendría tiempo de alcanzar su propio fin”.
﷓ Una época de nostalgia.
﷓ Nihilismo.   
﷓ Crisis de paradigmas.   
﷓ Pluralismo como episteme.
– Vivencia del tiempo aión. En el tiempo aión el presente es la intersección de pasado y futuro, aion “es el instante sin espesor” que dice Deleuze. La actitud resultante es epicúrea y horaciana, podemos representarla en el Poema del Otoño de Rubén Darío:
“Cojamos la flor del instante;
¡la melodía
de la mágica alondra cante la miel del día!”
﷓ El retorno de lo sagrado.
﷓ La liberación de las racionalidades y las diversidades (gays, negros, mujeres, etnias).

CRISIS DE LA ÉTICA

Para nuestro análisis de la relación ética, postmodernidad y globalización es preciso que recuperemos algunos de los rasgos anteriores.
En una época en la que se está cumpliendo lo que dijo F. Nietzsche, “la llegada de nihilismo” cuando la ética es una ética light, pareciera que nuestro destino como humanidad es el nihilismo. Nihilismo es “Que los valores supremos pierden validez”.
La ética está separada de la política y de la ciencia y estamos en capacidad de aseverar que vivimos más la estética que la ética. Como estamos en un tiempo en el que los absolutos están tan desacreditados (de igual forma se podría predicar del logos y del ethos), el hombre (o los hombres) han caído en la actitud nihilista, sobre todo en Europa y el mundo anglosajón.
Sin embargo la crisis de paradigmas, la desaparición de los referentes políticos y religiosos, no ha dejado de afectar profundamente a esta parte de la humanidad que es Latinoamérica. Nuestros pueblos viven una acumulación de crisis irresolubles a la vista de quien intenta superarlos. Cuando se quiere ser moderno el tiempo de ser concluyó y nos acontece que estamos en la tarde de un día que ya pasó.
Pero igual, el derrumbe, el crepúsculo de los ídolos se nos presenta. Carecemos de verdad y fundamento (la noción de verdad ya no subsiste y el fundamento ya no obra, pues no hay ningún fundamento para creer en el fundamento, ni por lo tanto creer en el hecho de que el pensamiento deba “fundar”, dice Vattimo.
Somos una especie de vagabundos metafísicos. A esto se suma el hecho de no tener una nación porque cada vez que lo intentamos, nos encargamos de destruir el proyecto de nación que sería una vía de la construcción de la identidad. Por otro lado, los filósofos de la posmodernidad aseguran que el proyecto ilustrado no ha fracasado sino que lo hemos destruido e invalidado, así según Lyotard, Auschwitz refuta la doctrina especulativa de que lo real es racional; Berlín, Budapest, Checoslovaquia rebaten al materialismo histórico, pues los trabajadores se rebelan contra el partido y la crisis de 1974﷓1979 las enmiendas poskeynesianas al liberalismo económico. (cf. Lyotard: La postmodernidad explicada a los niños)
G. Vattimo es quien hace ver desde el principio que la “historia unitaria y centralizada” llegó a su fin. Los mass media hacen que vivamos “en el éxtasis de la comunicación y éste éxtasis es obsceno, es lo que acaba con todo espejo, toda mirada, toda imagen”.
Ahora bien, a la crisis de la racionalidad moderna hay que agregarle la pérdida del fundamento de la ética.
La postmodernidad produjo una ética hedonista. Y en un tiempo en el que la ontología se desvanece y se anuncia la muerte de la filosofía. ¿A qué puede recurrir la ética? A la aceptación del pluralismo ético. El antiguo eudemonismo griego fue superado y por otra parte si la misma ética atraviesa una profunda crisis en Occidente. ¿Por cuáles caminos transitar? ¿Por una ética universalista? ¿O debemos pensar aún si podemos renunciar a la autorrealización y la felicidad? ¿O bien asumimos una ética comunitaria?
A propósito de crisis y sobrevivencia es muy útil referir aquí lo que piensa el teólogo Hans Küng. Para éste no hay supervivencia sin una ética mundial, una ética global.
Para Küng el postmodernismo no es un reduccionismo o un relativismo. De igual modo la postmodernidad no debe implicar la pretensión de una “interpretación uniforme del mundo”. Para este teólogo tan lúcido, postmodernidad no es antimodernidad ni ultramodernidad sino es “una superación de la modernidad”.
Desde este punto de vista es necesario un nuevo talante ético global y en esto parece asistirle la razón al autor mencionado porque en realidad, problemas como la catástrofe ecológica que nos amenaza, el hambre, la guerra, el terrorismo, la peste, son problemas universales que requieren de una aplicación de los principios éticos globales.
Aunque estamos claros que los problemas no son generados por todos, los problemas son de todos. Por ello, se necesita una ética planetaria que resuelva incluso la problemática que plantea el mercado mundial.
Esto parece muy acertado en estos momentos en que la mundialización de la economía o lo que propiamente es la economía de mercado a escala global ha hecho surgir: una nueva religión, la religión del mercantilismo a la que refiere Juan José Tamayo, tomándolo de Leonardo Boff. Esta religión se caracteriza por tener como dogma fundamental el poder del dinero, sus sacramentos son los productos comerciales, los templos son los bancos y las sacerdotes son los banqueros y financieros.
La ética que sustenta esta religión mercantilista (que no es más que una nueva idolatría del capital) es competitiva y sustituye por supuesto a la ética del compartir. El dios trascendente del mercantilismo es el capital.
Es cierto que la globalización puede definirse como el reconocimiento de que somos una aldea global producida por la tecnología y las comunicaciones, pero como dice Antonio González en su texto “Orden mundial y liberación”: la paradoja está en que los países ricos recomiendan principios éticos y políticos que ellos no se aplican a sí mismos aún cuando hablan de democracia y liberalización económica.
Aparte de lo que afirma Küng acerca del doble rostro de las religiones, que hay religiones para la guerra y religiones para la paz y esto hace imposible la paz mundial, también podemos comentar las tesis justas de Raimon Panikkar.
Panikkar nos hace ver que más allá de la democracia como consenso y de otros valores, las culturas deben desarmarse para contribuir a la paz.
Sin desarme cultural no hay paz. Los elementos de la paz son: Armonía, Libertad, Justicia. Y, aunque todos estos valores dichos son difíciles de alcanzar, son la mejor combinación para rebasar las escalas de valores verticales y horizontales. Sin paz no hay libertad. Sin una paz que surge de la justicia tampoco se puede hablar de paz.
Debemos construir una cultura de paz que resuma los valores de un auténtico humanismo en el que armonice la pasión y la razón del hombre.
Para esto, tengamos en cuenta a esta altura del conocimiento científico que no puede afirmarse como en el pasado que existe un instinto de guerra, y adoptemos los mecanismos psicológicos y sociales para forjar la cultura pacífica que urgimos. Estos mecanismos van del idealismo a la planificación, del lenguaje al cálculo costo﷓beneficio de la paz, que ha descrito muy bien Felipe Mc Gregor.
Debemos tener como símbolos de nuestra paz, la amistad y la belleza. Podemos pensar como una contribución a la resolución de la crisis actual en un modelo de democracia que sin ambigüedades conduzca a la paz. Debemos crear una sociedad que se identifique por su cultura, por una ética nueva que contemple lo individual y lo comunitario. Una ética que permita practicar una nueva política y vivir una vida nueva. Realmente, para empezar a andar por este camino requerimos del deseo de paz.

Reflexiones y definiciones sobre la postmodernidad y su impacto en la cultura de la Lic Elena Farah.Lic. Elena M. T. Farah
elenafarah78@hotmail.com
DNI 6.396.189
Lic. En Administración y Gestión de la Educación
Egresada de Univ. Nacional de Gral. San Martin (BA)

20/06/06

Commentarios

commentarios

Compartir