Otro mundo es posible Solo hay que sumar a los que quieran construirlo

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Con sólo mirar un diario de hoy en día sabemos que la presencia de la violencia es una realidad en las instituciones escolares, y en los jóvenes en edad escolar. La misma violencia que sufre la sociedad, en la calle, en un estadio de fútbol, ha llegado a las aulas. En charlas informales o no, con docentes y directivos aparecen relatos de estas vivencias.

Vivimos en una sociedad violenta, pero sólo nos damos cuenta de ello cuando la violencia explota o hiere….el lenguaje de nuestro Presidente es violento, la corrupción que llena bolsillos e impide soluciones es violenta, la indiferencia de los que todo tienen es violenta, la exclusión es violenta, la promulgación del egoísmo en contra de la vida es violenta.
Este flagelo es siempre consecuencia de una multicausalidad, de una combinación de factores que generan una descarga violenta. Es entonces, necesario, conocer de este tema, hablar del mismo, analizar nuestras propias actitudes, y desde allí, ampliar la mirada y proponer estrategias de abordaje y acción desde la escuela, y para la sociedad toda.
Hay un acto: la agresión propiamente dicha, y como toda conducta es una forma de comunicación que tiene una dirección (el hacia qué o quién va dirigida) y una intención.
La violencia, en cambio, nos remite al concepto de fuerza, y el uso de la fuerza se relaciona con el concepto de poder. Históricamente la violencia siempre ha sido un medio para hacer ejercicio del poder, relacionada con el predominio a través de la fuerza. El objetivo, entonces, de una conducta violenta siempre alude a una lucha de poderes; el daño subyace, ya sea a nivel físico (el más evidente), psíquico o emocional, pero no es el principal objetivo.
F. Doltó dijo alguna vez que “Donde el lenguaje se detiene, lo que sigue hablando es la conducta”. Cuando en un grupo escolar se suceden hechos de violencia será necesario “leer” esas conductas, y para ellos hay diversos caminos.
Es simplista decir que los jóvenes son violentos. Existe este o aquel joven con conductas violentas, puntuales o reiteradas. Por eso hay que detectar al joven y poder abordar así la problemática personal, familiar y vincular que le esta provocando esa conducta anti-social. Detectar también los roles de los grupos, el modo de vincularse de los  distintos grupos, para poder detectar los lenguajes y los modos que utilizan
Los docentes pueden ser, al mismo tiempo, receptores, víctimas, contenedores y generadores inconscientes de hechos de violencia.  Por esto considero necesario trabajar este tema; el rol docente viene siendo desvalorizado, cuestionado y transformado por décadas, ¿qué más puede exigírseles a los maestros que, en infinidad de casos su trabajo excede el campo pedagógico y siempre por el mismo bajo salario?; pero esta es una realidad que hay que enfrentar por el bien de todos los que integramos la comunidad educativa. Es necesario formar a los  maestros para que puedan entender las situaciones de agresividad y violencia como una forma de comunicación, pudiendo leerlas de alguna manera, dándoles la importancia que se merezcan y realizando las orientaciones o derivaciones necesarias.
Exigimos disciplina y la  pedimos desde  la sociedad. Surgen gritos (los agoreros de la mano dura como solución) La disciplina no es un saber innato, se construye; por lo tanto debe considerársela como un contenido más del proceso de enseñanza-aprendizaje. Para el docente es importante contar con espacios donde revisar sus modelos internalizados de autoridad, de respeto, de obediencia, de saber… y donde compartir experiencias con sus colegas.
No tenemos que temer trabajar los valores “hoy en desuso”, hay allí un canal de transformación impensable. Trabajar con los alumnos valores como la cooperación, el respeto mutuo, la solidaridad, crea en ellos la necesidad de justicia. Hablar con ellos de estos temas les permite poner en palabras lo que sienten y así, mediatizar sus conductas. Creo necesario que como sociedad desde los ámbitos en los cuales cada uno actuamos, volvamos a preguntarnos sobre nuestra conducta personal y social (que el neoliberalismo intenta separar como ámbitos que no se tocan…) y que veamos que valores construimos o deconstruimos con nuestros mensajes y nuestras acciones.
Otro mundo es posible. Solo hay que sumar a los que quieran construirlo.

Fr Ramiro de la Serna ofm              
Franciscano

16/05/07

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