Más allá de la tiza y el pizarrón

0
Compartir

La lic Elena Farah plantea la necesidad de docentes «alfareros», una especie de artesanos en la vida de sus alumnos.

Ante la preocupación y situación en que se encuentran  hoy las instituciones educativas, acerca  de la anomia y falta de respeto al docente, con agresiones verbales y hasta físicas a los mismos (incluyo además de alumnos-profesores, la de los padres a docentes), maltrato entre pares y últimamente el intento de formación de pandillas de alumnos con características similares a las pandillas urbanas, en un barrio de Río Cuarto, donde sus tres lógicas de acción se basan en la inmediatez, el ventajeo y el aguante equivalente a las observadas en la violencia urbana actual.  Justifica el transmitir y describir algunos conceptos y pensamientos.  Para el abordaje de esta problemática, hoy mas explícita y recurrente, nos preguntamos:, ¿Qué hacemos? y ¿Quién lo tiene que hacer?. Uno de los ejes de análisis nos lleva a replantear ¿Cual es la función del docente en esta sobremodernidad?. Entendemos, que hoy hay que construir un nuevo rol docente, sobre la base de ampliar la densidad cultural, es decir, actualizarse en forma permanente y adiestrarse en la transmisión de habilidades o saberes sociales, ampliando y mejorando el marco de convivencia, atemperando así las acciones violentas no solo en el ámbito escolar, sino también en todos los espacios donde se construye día a día la convivencia y el aprender a hacer y ser.  En la práctica no sólo se trata de manejar o controlar la disciplina, sino de administrar la convivencia, o, a lo sumo la convivencia y la disciplina, pero nunca esta última solamente. Ya sabemos que la convivencia, como la paz, se comienza siempre y no se termina nunca. Eso se logra vivenciando la con-vivencia, construyendo nuevos espacios de comprensión. Leyendo revistas educativas, nos informan que ya en la edad media el maestro artesano y oficiales compartían con los aprendices, no solo la producción sino también sus existencias, sus modos de vivir, para lo cual se involucraban en sus problemáticas emocionales y en sus habilidades para resolver conflictos. El maestro detentaba su autoridad ante el aprendiz sobre la base de su sabiduría y conocimiento, era un saber hacer que se transmitía en la misma acción cotidiana. El maestro convivía con sus discípulos, participando gradual e integralmente el aprendiz en la construcción de los modelos sociales y gremiales que iban gestando. El aprendiz recibía un saber no fragmentado de la vida, no se separaba los saberes de la escuela con los saberes de la vida, lo que eso le permitía construir normas de convivencia comunitarias, permitiendo ampliar la sabiduría del taller hacia su hogar y a  su vida familiar. Con el nacimiento de los Estados, surgen las escuelas oficiales. En estas escuelas la regla o norma y la ética pasan de la figura del maestro a la institución educativa. El maestro es fraccionado por la institución. Eso lleva a la ruptura, que aún hoy persiste, entre el aprendizaje de saberes escolares y los saberes para la vida. En este sistema diviso el docente va perdiendo paulatinamente el poder de conocer los saberes del alumno relativos a lo emocional y a las problemáticas del vivir cotidiano, a sabiendas que al decir de Lesoume “La cabeza y el corazón de los jóvenes estudiantes va mas allá del pizarrón”.Volvamos al maestro artesano, con la posibilidad que aparezca un“nuevo maestro artesano que se inserte en la educación con una práctica reflexiva y artística, el practicum ”  (Schon), y también volvamos al aprendiz, que tiene la necesidad de elaborar nuevas habilidades sociales para hacer frente a los nuevos modelos socioculturales, muchas de las cuales están signados por la violencia. Cabe toda esta introducción para exponer nuestras ideas con respecto a las preguntas enunciadas al comienzo. En primer lugar creemos que una doble escolaridad inteligente daría oportunidad a la institución educativa, y por ende al maestro, de tener una visión global del alumno, de guiar al compartir sus actividades, vivenciar su reacción y comportamiento ante diferentes problemáticas, analizar mutuamente la posición adoptada para resolver los conflictos de la interrelación con sus pares y con docentes; allí sí el maestro puede emplear su sabiduría para las enseñanzas de pautas para resolver situaciones, para prevenir, de esta manera  actos violentos mediante el aprendizaje y la práctica en conjunto.Se deben extender estos modelos de gestión, el prolongar la escolaridad, obteniendo de esta forma  un doble turno planificado, que si bien se aplican en nuestra ciudad con el fin de resarcir la pobreza, la desnutrición y la falta de trabajo, debemos cuidarnos que no termine esto en un ensanchamiento de la “banda ancha” cuantitativa del tiempo escolar, en detrimento de un estrechamiento de la educación logrando una “banda estrecha” en la calidad educativa; quedando estos espacios vacíos de enseñanzas,  sin obtener habilidades sociales, que evitarían en el futuro respuestas violentas en el ámbito educativo y fuera de ellas.Generar programas de participación familiar, de educación en democracia y tolerancia. Estrategias para aprender a escuchar, con paciencia que es la mejor manera de aprender, confrontar las ideas y sentimientos, respetar al que está hablando y pedir permiso para hablar, ceder el paso, escuchar un gracias, un permiso para entrar, etc.; son situaciones que, en nuestra ciudad, no vemos incorporadas como hábitos sociales ni en adultos y por supuesto menos en los jóvenes. Lo que antes lo considerábamos como obvio, hoy ya dejó de serlo. Las prácticas y observaciones que hemos registrado nos lo demuestran día a día en: alumnos, maestros, preceptores, empleados y demás personal de la comunidad educativa. Daría la impresión,. a veces, que dichas personas quieren ser invisibles para luego aparecer demasiado visibles y molestas cuando a la situación puede sacarle algún beneficio. Estas son las violencias silenciosas que, luego cuando una situación violenta se desencadena, carecen de las mínimas habilidades sociales para intentar desactivarla si uno es espectador, o poseer un mínimo de control emocional aprendido si uno es el protagonista.  Este mayor tiempo en contacto de maestros y alumnos en esta nueva aldea global, traería como producto una posibilidad de enseñar un nuevo estilo de vida, creativo y transformador que generen hábitos y costumbres logrando un perfil del alumno crítico, reflexivo, solidario y democrático en esta sociedad cambiante. Todo este andamiaje nos permitirá afrontar de una manera diferente las situaciones de violencia. A modo de cierre vaya aquí una anécdota de la tradición de los indios del noroeste “A orillas de otro río, un alfarero se retira en sus años tardíos. Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece la alfarero joven su mejor pieza. Así lo manda la tradición: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia. Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedazos, los recoge y los incorpora a su arcilla” (Isabel Mansione, “Las tensiones entre la formación y practica docente”).Queda abierta la propuesta para que todos seamos los próximos alfareros…

Lic. Elena M. T. Farah
elenafarah78@hotmail.com
DNI 6.396.189
Lic. En Administración y Gestión de la Educación                                         Egresada de Univ. Nacional de Gral. San Martin (BA)

Commentarios

commentarios

Compartir