La violencia en nuestro escenario educativo

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Mucho es lo que desde la docencia se piensa y se expresa en contundentes discursos con respecto a la violencia, fenómeno que irrumpe a diario en nuestras escuelas; pero sobre el que no siempre se sabe muy bien que hacer cuando adquiere entidad de realidad. Se reconoce que sus orígenes están en el campo de lo social, que tiene como sostén la dura realidad económica, que está relacionado, muchas veces, con las experiencias vinculares del entorno familiar. Pero estos discursos pocas veces rozan los modos de intervenir para revertir y transformar. La desesperanza sobre los resultados suele aparecer, entonces, como una regularidad.Como habitantes de Latinoamérica pero con los ojos puestos vaya a saber dónde, sabemos de la aguda crisis social y que ésta genera un aumento pavoroso de la pobreza y de la desigualdad social.

La brecha entre los más ricos y los que menos tienen es cada vez más importante, situación que abona con un clima social altamente conflictivo en el que se hacen evidentes las pocas posibilidades de modificación en tanto las estructuras sociales, el mercado y las políticas de intervención no transforman y muy por el contrario son grandes productores de violencia. Su repercusión no está ausente en el campo cultural y educativo de la población , si no que se pone en evidencia en los altos índices de deserción, repitencia y distintas formas de fracaso escolar. Tampoco ha de minimizarse el impacto creado en gran medida por los medios de comunicación, muchos con perfiles “amarillistas”, quienes hacen de esta situación un espacio que deja una importante renta aprovechando la debilidad de los dispositivos escolares para promover la permanencia deseada y los aprendizajes adecuados a las necesidades reales.Desde este lugar, y a modo de síntesis, detenerse a pensar en las causas de la violencia, nos acerca inexorablemente a:• La conciencia del excluido social acerca del desamparo del que es protagonista• La desocupación juvenil y la falta de indicios de que dicha situación pueda revertirse• Situaciones familiares conflictivas y desarticuladas con niveles importantes de violencia en dicho entorno• Escenarios escolares que registran altos índices de deserción y abandono escolarAquél que se reconozca como educador, podrá llevar adelante su tarea si decide “hacerse cargo” de lo que esto implica, en los contextos que reinan, con los emergentes que de éstos derivan, con destinatarios reales y en instituciones donde hay mucho por atender, comenzando por el desarrollo de proyectos que tiendan a estructurar escuelas para los tiempos que corren. No se intenta sostener un posicionamiento omnipotente desde el cual pretender resolver estas cuestiones solo desde el campo escolar, pero sí de pensar la educación y la realidad social desde marcos que permitan trabajar desde el aquí y ahora para un futuro con posibilidades y ocasiones mejor distribuidas.Fácil es asumir una posición funcionalista, que habilita a descartar de las instituciones a aquellos que no responden al perfil social deseado, y de esta forma “depositarlo” allí, en ese contexto social al cual es imposible negar la pertenencia y, con ello el consiguiente impacto en la vida de todos los integrantes de la comunidad, No menos cómodo es aceptar la posición de las teorías de la reproducción, desde las cuales los docentes se han de instalar en la posición de “ejecutores” de ideologías al servicio de otra clase social que se hegemoniza en el poder y desoye los reclamos de los menos favorecidos.Tal vez sea el momento de comenzar a pensar la realidad desde marcos que nos permitan tomar la reproducción social como punto de partida, aceptar la naturaleza ideológica, política y no menos ética de la institución “escuela” y enfocar desde allí la labor profesional asumiendo las decisiones del día a día, la incertidumbre y el grado de frustración que ello implica, entendiendo que son estos los espacios donde se pueden interpelar ideologías y generar tensiones, donde sean puestos en tela de juicio los aparatos de dominación, dando un lugar de relevancia a las motivaciones, los intereses y las acciones de los sujetos. Asumir los márgenes de autonomía que la escuela posee implica que los actores institucionales gesten experiencias curriculares, institucionales y culturales diferentes y, por qué no antagónicas, al sistema dominante.El sistema educativo y la institución escolar serán, entonces, arenas de lucha en la cual los sujetos puedan disputar por la construcción de significados en relación con el mundo y por la definición del sentido de la práctica pedagógica. Desde este marco, abordar la violencia como fenómeno social que llega a la escuela como consecuencia de la crisis implica, siguiendo a Pablo Pineau:• Aceptar como institución escolar que existen espacios donde “reorientar”, ”guiar” o “conducir” el abordaje de determinadas problemáticas, “espacios habitados por otros que pueden ayudar y poseen los saberes para hacerlo”. Esto significara convertirse en la “puerta de entrada de la búsqueda de soluciones”. • Aceptar el lugar de quien aprende, dado que debe afrontar situaciones y realidades inéditas con respecto a su mandato fundacional. “A la escuela le conviene acercarse a otras instituciones en una relación de equivalencia, pero no de superioridad, para hallar respuestas para convivir con la crisis” • Fortalecer el perfil de transmisora y transformadora de la cultura, convertirse en un espacio donde “se desarrollan actividades más o menos estables y placenteras vinculadas con la cultura y la tibia imaginación de un mundo mejor”Lejos de pretender prescripciones o recetas, los antes mencionados pretenden ser solo criterios de intervención que permitan a los docentes asumir y trabajar con y desde la realidad que no puede ser ajena y a la que se debe ayudar a transformar para hacer entre todos una historia diferente

Lic Elena Farah
Lic en Administración y Gestión Educativa

06/11/06

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